Saludar a las personas por su nombre (3 Juan 13-15)
La carta termina con la misma idea que concluye 2 Juan. Juan debe comunicar ciertas cosas que sería mejor decirlas personalmente y no con papel y tinta (3Jn 13–14). Pero hay un cambio en 3 Juan que nos da otra idea para nuestro trabajo diario. Al final, Juan agrega, “Saluda a los amigos, a cada uno por nombre”. Decir el nombre de una persona le agrega valor al contacto personal que Juan reconoce como necesario en la comunicación.
Muchos de nosotros nos encontramos con cientos de personas en el curso de nuestro trabajo. Hasta cierto punto, necesitamos comunicarnos con otros, aunque sea solamente para no estrellarnos en los pasillos. ¿A cuántos de ellos los conocemos lo suficientemente bien como para saludarlos por su nombre? ¿Conoce el nombre del jefe del jefe de su jefe? Es probable que sí. ¿Conoce el nombre de la persona que saca la basura de su oficina? ¿Saluda a las personas por su nombre cuando tiene conflictos con ellos? ¿Se aprende los nombres de las personas nuevas que pueden necesitar su ayuda en cierto punto? Los nombres que memoriza y los que no pueden revelar mucho acerca de su nivel de respeto y compasión por las personas. A Juan le importa lo suficiente saludar a “cada” persona por su nombre.