La fe y el trabajo durante el exilio - Nahúm, Habacuc y Sofonías

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Nahúm, Habacuc y Sofonías profetizaron durante el periodo en el que el reino del sur comenzó a decaer rápidamente. La incoherencia interna y la presión externa por parte del próspero imperio babilonio hizo que Judá se convirtiera en un estado vasallo de Babilonia. Poco después, en el año 587 a. C., una rebelión insensata hizo que la ira de los babilonios cayera sobre ellos, lo que llevó al colapso del estado de Judá y a la deportación de las élites al centro del imperio babilonio (2R 24–25). En el exilio, el pueblo de Israel tuvo que encontrar la manera de ser fiel aunque estuviera separado de sus instituciones religiosas más importantes como el templo, el sacerdocio e incluso la tierra. Si, como hemos visto, los primeros seis libros se tratan del efecto del pecado del pueblo, Nahúm, Habacuc y Sofonías se refieren al castigo derivado del pecado durante este periodo.

El castigo de Dios en el trabajo (Nahúm 1:1-12; Habacuc 3:1-19; Sofonías 1:1-13)

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La contribución principal de Nahúm es la aclaración de que el desastre político y económico son el castigo o la disciplina de Dios para Israel. Dios declara que los ha afligido (Nah 1:12). Habacuc y Sofonías afirman que una parte importante del castigo de Dios es la disminución de la habilidad del pueblo de ganarse la vida satisfactoriamente.

Aunque la higuera no eche brotes, ni haya fruto en las viñas; aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan alimento; aunque falten las ovejas del aprisco, y no haya vacas en los establos. (Hab 3:17)

Será silenciado todo el pueblo de Canaán, exterminados todos los que pesan plata. (Sof 1:11)

Esto no se ve solamente en los males económicos, sino también en los problemas ambientales (ver más adelante “El trabajo, la adoración y el medioambiente”).

Entonces, ¿los desastres políticos, económicos y naturales contemporáneos son un castigo de Dios? Hay muchas personas que están dispuestas a afirmar que algunos desastres particulares son señales de la ira de Dios. El gobernador de Tokio[1] y el presentador de un programa de noticias de la cadena MSNBC le atribuyeron al castigo divino el terremoto y el tsunami que ocurrieron en Japón en el año 2011. Pero a menos que nos unamos a las filas de los Doce o de los otros profetas de Israel, no debemos declarar con ligereza que la ira de Dios se manifiesta en los eventos del mundo. ¿Fue Dios mismo quien les reveló a esos comentadores las razones por las que ocurrió el tsunami o ellos sacaron conclusiones por sí mismos? ¿Él le reveló Su propósito a un número considerable de personas con suficiente antelación, durante muchos años, como lo hizo con los profetas de Israel, o esta llegó a una o dos personas el día siguiente? ¿Los que declaran en la edad moderna el castigo de Dios fueron forjados como los profetas por años de sufrimiento junto con aquellos afligidos, como ocurrió con Jeremías, los Doce y los otros profetas del antiguo pueblo de Israel?

Brad Hirshfield, “Where Is God in Suffering?” [¿Dónde está Dios en el sufrimiento?] Washington Post, Marzo 16 del 2011.

El trabajo idólatra (Habacuc 2:1-20; Sofonías 1:14-18)

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La culpa por el castigo es del mismo pueblo. Ellos han estado trabajando infielmente, convirtiendo buenos materiales de piedra, madera y metal en ídolos. Pero el trabajo que crea ídolos no tiene valor, sin importar qué tan costosos sean los materiales o qué tan bien elaborados son los resultados.

¿De qué sirve el ídolo que su artífice ha esculpido, o la imagen fundida, maestra de mentiras, para que su hacedor confíe en su obra cuando hace ídolos mudos? (Hab 2:18)

Como lo dice Sofonías, “Ni su plata ni su oro podrán librarlos” (Sof 1:18).  La fidelidad no es un tema superficial que nos lleva a proferir adoración a Dios mientras trabajamos. Es el acto de hacer que las prioridades de Dios sean nuestras prioridades en el trabajo. Habacuc nos recuerda que “el Señor está en Su santo templo: calle delante de Él toda la tierra” (Hab 2:20). Este silencio no es solamente un cumplimiento religioso, sino que implica silenciar nuestras propias ambiciones, temores y motivaciones malas para que las prioridades del pacto de Dios se puedan convertir en nuestras prioridades. Considere qué les espera a aquellos que defraudan a otros en el ámbito bancario y financiero.

“¡Ay del que aumenta lo que no es suyo (¿hasta cuándo?) y se hace rico con préstamos!” ¿No se levantarán de repente tus acreedores, y se despertarán tus cobradores? Ciertamente serás despojo para ellos. (Hab 2:6–7)

Aquellos que acumulan sus ganancias mal habidas en bienes raíces —un fenómeno que parece constante en todas las épocas— son de igual manera trampas para sí mismos.

¡Ay del que obtiene ganancias ilícitas para su casa, para poner en alto su nido, para librarse de la mano de la calamidad! Has maquinado cosa vergonzosa para tu casa, destruyendo a muchos pueblos, pecando contra ti mismo. Ciertamente la piedra clamará desde el muro, y la viga le contestará desde el armazón. (Hab 2:9–11)

Las personas que explotan las vulnerabilidades de otros también traen juicio sobre sí mismos.

¡Ay del que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti que mezclas tu veneno hasta embriagarlo, para contemplar su desnudez! Serás saciado de deshonra más que de gloria. Bebe tú también y muestra tu desnudez. Se volverá sobre ti el cáliz de la diestra del Señor, y la ignominia sobre tu gloria. (Hab 2:15–16)

El trabajo que oprime o se aprovecha de otros en última instancia causa su propia caída.

Hoy día, tal vez no estemos fabricando ídolos a partir de materiales preciosos ante los cuales nos inclinemos, pero el trabajo también puede ser idólatra si creemos que somos capaces de producir nuestra propia salvación. La esencia de la idolatría “es confiar en algo elaborado por tus propias manos” (Hab 2:18, NTV, comparar con LBLA anteriormente) en vez de confiar en el Dios que nos creó para trabajar con Su guía y Su poder. Si codiciamos el poder y la influencia porque creemos que sin nuestra sabiduría, habilidad y liderazgo nuestro grupo de trabajo, nuestra compañía, organización o nación está destinado al fracaso, nuestra ambición es una forma de idolatría. En cambio, si deseamos el poder y la influencia para llevar a otros a una red de servicio en la que todos produzcan los regalos de Dios para el mundo, entonces nuestra ambición es una forma de fidelidad. Si nuestra respuesta al éxito es felicitarnos a nosotros mismos, estamos practicando idolatría. Si nuestra respuesta es gratitud, estamos adorando a Dios. Si nuestra reacción al fracaso es la desolación, estamos sintiendo el vacío de un ídolo roto. Pero si nuestra reacción es la fe de intentarlo de nuevo, estamos experimentando el poder salvador de Dios.

La fidelidad en medio del trabajo duro (Habacuc 2:1; Sofonías 2:1-4)

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Existe otra dinámica en el trabajo en el exilio. A pesar del énfasis de Nahúm, Habacuc y Sofonías en el castigo, durante este periodo las personas también comenzaron a aprender de nuevo a trabajar en servicio fiel a Dios. Esto se explora más en otros capítulos, tales como “Jeremías y Lamentaciones y el trabajo” y “Daniel y el trabajo”, Jeremiah & Lamentations and Work and Daniel and Work, pero también se da a entender aquí en los libros de los Doce. El punto clave es que incluso en las circunstancias penosas del exilio, todavía es posible ser fiel. Cuando Habacuc vio la matanza a su alrededor, sin duda deseando estar en otro lugar, decidió permanecer en su puesto y escuchar la palabra de Dios allí (Hab 2:1). Sin embargo, es posible hacer más que simplemente permanecer en el puesto, aunque eso sea valioso. También podemos encontrar una forma de ser justos y humildes.

Buscad al Señor, vosotros todos, humildes de la tierra que habéis cumplido Sus preceptos; buscad la justicia, buscad la humildad. Quizá seréis protegidos el día de la ira del Señor. (Sof 2:3)

No existen los lugares de trabajo ideales. Algunos son profundamente difíciles para el pueblo de Dios, con concesiones en múltiples formas, mientras que otros tienen defectos en formas más comunes. Pero incluso en los lugares de trabajo difíciles, podemos ser testimonios fieles de los propósitos de Dios, tanto en la calidad de nuestra presencia como en la calidad de nuestro trabajo. Habacuc nos recuerda que no importa lo poco fructífero que parezca nuestro trabajo, Dios está presente con nosotros allí, dándonos un gozo que ni siquiera las peores condiciones laborales podrían apagar completamente.

Aunque la higuera no eche brotes,
ni haya fruto en las viñas;
aunque falte el producto del olivo,
y los campos no produzcan alimento;
aunque falten las ovejas del aprisco,
y no haya vacas en los establos,
con todo yo me alegraré en el Señor,
me regocijaré en el Dios de mi salvación.
El Señor Dios es mi fortaleza;
Él ha hecho mis pies como los de las ciervas,
y por las alturas me hace caminar. (Hab 3:17–19)

O, como lo expresa la paráfrasis de Terry Barringer,

Aunque se venza el contrato,
Y no hayan empleos disponibles;
Aunque no haya demanda para mis habilidades,
Y nadie publique mi trabajo.
Aunque se acaben los ahorros,
Y la pensión no sea suficiente para sustentarme;
Con todo yo me alegraré en el Señor,
Me regocijaré en el Dios de mi salvación.[1]

Como señala el versículo 19, el trabajo bueno es posible incluso en medio de circunstancias difíciles, porque el Señor es nuestra fortaleza. La fidelidad no es solo un tema de soportar la dificultad, sino también de mejorar incluso la peor situación en todas las formas que podamos.

Terry Barringer, citado en The Bible and the Business of Life [La Biblia y el negocio de la vida], ed. Gordon Preece y Simon Carey Holt (Adelaide: ATF, 2004), 215.