Introducción a los Doce Profetas
Los libros de los Doce Profetas abarcan diferentes circunstancias de la vida de Israel que presentan diversos desafíos. El tema unificador de los relatos de estos profetas es que en Dios no existe una separación entre el trabajo de adorar y el trabajo de la vida diaria y tampoco entre el bienestar individual y el bien común. El pueblo de Israel es fiel o infiel al pacto con Dios y la medida de su fidelidad es evidente de forma inmediata en su adoración o en la desatención de la misma. La fidelidad del pueblo o la falta de fidelidad al pacto de Dios se refleja no solo en el ámbito espiritual, sino también en el entorno social y el físico, incluyendo la tierra misma. El grado de fidelidad de las personas también es visible en su ética de vida y de trabajo, lo que a su vez determina lo fructífero de su labor y su prosperidad o pobreza consecuente. Los malvados pueden prosperar a corto plazo, pero tanto la disciplina de Dios como las consecuencias naturales del trabajo injusto eventualmente dejarán al injusto en la pobreza y desolación. No obstante, cuando las personas y las sociedades trabajan siendo fieles a Dios, Él los bendice con una salud y prosperidad espiritual, ética y ambiental.
A estos últimos doce libros del Antiguo Testamento se les conoce comúnmente en la tradición cristiana como los Profetas Menores. En la tradición hebrea, estos libros se encuentran en un solo pergamino llamado “el Libro de los Doce”, el cual forma un tipo de antología con una progresión de pensamiento y coherencia de tema. El trasfondo principal de la colección es el pacto que Dios ha hecho con Su pueblo y el relato dentro de esta colección es la historia de la violación del pacto por parte de Israel y la restauración que Dios despliega lentamente para la nación y la sociedad israelita.[1]
En este contexto, cinco de los primeros seis libros de los Doce —Oseas, Joel, Amós, Abdías y Miqueas— reflexionan en el efecto del pecado del pueblo, tanto en el pacto como en los eventos del mundo. Los siguientes tres —Nahúm, Habacuc y Sofonías— hablan del castigo por el pecado, de nuevo con respecto al pacto y al mundo. Los últimos tres libros proféticos —Hageo, Zacarías y Malaquías— están relacionados con la restauración de Israel, una vez más con respecto a una renovación del pacto y la restauración parcial de la posición de Israel en el mundo. Finalmente, Jonás es un caso especial. Su profecía no concierne a Israel en lo absoluto, sino a la ciudad-estado de Nínive, la cual no es hebrea. Es bien reconocido que tanto su contexto como su composición son difíciles de fechar confiablemente.
Paul R. House, Old Testament Theology [Teología del Antiguo Testamento] (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1998), 346–48.