El trabajo, la adoración y el medioambiente (Hageo 1:1-2:19; Zacarías 7:8-14)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Hageo establece la relación entre el bienestar social y económico del pueblo y el estado del medioambiente. Por medio de un juego de palabras que es más evidente en el hebreo, Hageo relaciona la desolación del templo (“desolada”, el término hebreo hareb, Hg 1:9) con la desolación de la tierra y sus cultivos (“sequía”, el término hebreo horeb) y la ruina resultante del bienestar general de “los hombres, sobre el ganado y sobre todo el trabajo de vuestras manos” (Hg 1:11). El elemento clave de esta relación es la condición del templo, la cual se convierte en un indicador de la fidelidad o infidelidad religiosa del pueblo. Existe un enlace de tres partes entre la adoración, la solidez socioeconómica y el medioambiente. Cuando hay una enfermedad en nuestro ambiente físico, hay una enfermedad en la sociedad humana y una de las señales del malestar de una sociedad es su contribución a la enfermedad del medioambiente.

También existe una relación entre la condición económica y política de una comunidad y la forma en la que adoran y en la que cuidan la tierra. Los profetas nos llaman a que recordemos que el respeto por el Creador de la tierra en la que vivimos es un punto de partida para la paz entre la tierra y sus habitantes. Para Hageo, existe una relación entre la sequía de la tierra y la ruina del templo. La adoración verdadera y sincera abre la puerta para la paz y la bendición de la tierra.

Desde el día en que se pusieron los cimientos del templo del Señor, considerad bien: “¿Está todavía la semilla en el granero? Todavía la vid, la higuera, el granado y el olivo no han dado fruto; pero desde hoy Yo os bendeciré. (Hg 2:18–19)

Zacarías también señala un enlace entre el pecado humano y la desolación de la tierra. Los que tienen poder oprimen a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre (Zac 7:10). “Y endurecieron sus corazones como el diamante para no oír la ley ni las palabras que el Señor de los ejércitos había enviado” (Zac 7:12). Como resultado, el medio ambiente se degradó y por lo tanto, “convirtieron la tierra deseable en desolación” (Zac 7:14). No obstante, Joel había observado los comienzos de esta degradación mucho antes del exilio: “La vid se seca, y se marchita la higuera; también el granado, la palmera y el manzano, todos los árboles del campo se secan. Ciertamente se seca la alegría de los hijos de los hombres” (Jl 1:12).

Teniendo en cuenta la importancia del trabajo y las prácticas laborales para el bienestar del medioambiente, los cristianos podríamos tener un impacto profundamente beneficioso en el planeta y en todos los que lo habitan si trabajáramos de acuerdo con la visión de los Doce Profetas.[1] Las personas fieles tienen la responsabilidad ambiental urgente de aprender formas concretas en las que puedan cimentar su trabajo en la adoración a Dios.

La extensa profecía de Hageo respecto a la pureza (Hg 2:10–19) también indica una relación entre la pureza y el bienestar de la tierra. Dios se queja de que por causa de la impureza del pueblo, “toda obra de sus manos y lo que aquí ofrecen, inmundo es” (Hg 2:14). Esta es una parte de la relación más global entre la adoración y el bienestar del medioambiente. Una aplicación posible es que un ambiente puro es un ambiente que recibe un trato sostenible por parte de aquellos a quienes Dios les ha dado responsabilidad por su bienestar, es decir, la humanidad. Por tanto, la pureza conlleva un respeto básico por la integridad de todo el orden creado, la salud de su ecosfera, la viabilidad y el bienestar de sus especies y lo renovable de su productividad. Y de esta manera, regresamos al tema de los cristianos y las prácticas laborales responsables.

Por consiguiente, si la desolación es parte del castigo de Dios por el pecado del pueblo registrado en el libro de los Doce, entonces la tierra productiva es parte de la restauración. De hecho, en circunstancias bastante diferentes, Zacarías tuvo una visión similar a la de Amós durante el tiempo de prosperidad de Israel, en la que las personas experimentan el bienestar al sentarse bajo las higueras que habían plantado. “Aquel día” —declara el Señor de los ejércitos— “convidaréis cada uno a su prójimo bajo su parra y bajo su higuera” (Zac 3:10). La paz con Dios incluye cuidar la tierra que Dios ha creado. La tierra productiva, por supuesto, se debe trabajar para obtener el fruto y por esto, el mundo del trabajo está relacionado íntimamente con la materialización de la vida abundante.

Para una exploración más detallada sobre esta relación, ver Tim Meadowcroft, Haggai [Hageo] (Sheffield: Sheffield Phoenix Press, 2006), 238–42.