Sal y luz en el mundo del trabajo (Mateo 5:13-16)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Luego de las bienaventuranzas en el Sermón del monte, Jesús les dice a Sus seguidores que las personas que reciben estas bendiciones son importantes:

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. (Mt 5:13–16)

Si usted es seguidor de Jesús y vive las bienaventuranzas, usted es importante. Tiene un rol vital que desempeñar, porque usted es la sal de la tierra. La sal preserva y los cristianos ayudan a preservar lo que es bueno en la cultura. En el mundo antiguo, la sal era muy valiosa: los griegos pensaban que contenía algo casi divino y algunas veces los romanos les pagaban a sus soldados con sal. Un soldado que no realizara sus tareas, “no era digno de su salario” (la palabra salario se deriva de “salarium”, que era la cantidad de sal que los romanos recibían como pago). Usted es un agente que sazona. En cierto sentido, puede traer el sabor distintivo de los valores de Dios a todos los aspectos de la vida. Puede hacer que la vida sea sabrosa.

Tenga en cuenta que la sal, para ser eficaz, debe entrar en contacto con la carne o el pescado que va a preservar. Para ser eficaces, debemos estar involucrados en el lugar donde trabajamos y donde vivimos. Esto plantea una tensión, ya que no somos necesariamente agradables para la cultura dominante. En la mayoría de casos, vivir de acuerdo con las bienaventuranzas puede hacernos más exitosos en el trabajo, pero debemos estar preparados para los momentos en que esto no ocurre. ¿Qué haremos si mostrar misericordia, promover la paz y trabajar por la justicia pone en peligro nuestra posición en el trabajo? Abstraerse del mundo no es la respuesta correcta para los cristianos. Sin embargo, es difícil vivir en el mundo listos para desafiar sus métodos en cualquier momento. En Mateo 5:10–12, Jesús reconoció la realidad de la persecución, pero en nuestro contacto con la cultura debemos mantener nuestra “salinidad”, lo que nos hace distintos. Es un acto de equilibrio que estamos llamados a mantener. 

“Ustedes son la sal de la tierra”. La descripción del empleo de un cristiano no solo es guardar su santidad personal, sino también tocar las vidas de todos a su alrededor. En el trabajo tocamos la vida de muchas personas que no encuentran a Cristo en la iglesia. Puede que sea el lugar más efectivo para ser testimonio de Cristo. Sin embargo, tenemos que ser cuidadosos respecto a la forma en la que somos testigos de Cristo en el trabajo. Nos pagan por hacer nuestro trabajo y sería deshonesto con nuestros empleadores usar el tiempo de trabajo para evangelizar. Además, sería deshonroso crear divisiones en el trabajo o un ambiente hostil para los no creyentes. Debemos evitar cualquier contaminación posible al buscar promovernos a nosotros mismos por medio del proselitismo. Siempre estamos en riesgo de que nuestras fallas en el trabajo le traigan vergüenza al nombre de Cristo, especialmente si parece que somos entusiastas para evangelizar pero deficientes para trabajar.

Con todos estos peligros, ¿cómo podemos ser sal y luz en el trabajo? Jesús dijo que nuestra luz no necesariamente está en el testimonio de nuestras palabras, sino en el testimonio de nuestros actos —nuestras “buenas obras”. “Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Las bienaventuranzas han explicado algunas de esas buenas obras. En la humildad y sumisión a Dios, trabajamos por las relaciones correctas, por acciones misericordiosas y paz. Cuando vivimos como personas de bendición, somos sal y luz —en el lugar de trabajo, en nuestro hogar y nuestra nación.