“Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra” (Mt 5:5)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

La tercera bienaventuranza deja perplejas a muchas personas en el trabajo, en parte porque no entienden qué significa ser humilde (manso, en otras versiones). Muchos suponen que el término significa débil, soso o falto de valor. Sin embargo, la perspectiva bíblica de la humildad es que es poder bajo control. En el Antiguo Testamento, Moisés fue descrito como el hombre más humilde de la tierra (Nm 12:3). Jesús se describió a Sí mismo como “manso y humilde” (Mt 11:28–29), lo que no contradice su acción enérgica al limpiar el templo (Mt 21:12–13).

El poder bajo el control de Dios implica dos cosas: (1) rehusarse a inflar la autoestima y (2) la renuencia a reivindicarnos a nosotros mismos por nosotros mismos. Pablo refleja el primer aspecto perfectamente en Romanos 12:3: “Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno”. Las personas humildes se ven a sí mismas como siervas de Dios y no piensan más alto de ellas mismas de lo que deben pensar. Ser humilde es reconocer nuestras fortalezas y limitaciones como lo que realmente son, en vez de tratar constantemente de mostrarnos a nosotros mismos a la mejor luz posible. Pero eso no significa que debemos negar nuestras fortalezas y habilidades. Cuando le preguntaron si era el Mesías, Jesús respondió, “los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio. Y bienaventurado es el que no se escandaliza de Mí” (Mt 11:4–6). Él no tenía una autoimagen más alta ni un complejo de inferioridad, sino un corazón de siervo basado en lo que Pablo llamaría más adelante un “buen juicio” (Ro 12:3).

El corazón de siervo es el punto crucial del segundo aspecto de la humildad: la renuencia a reivindicarnos a nosotros mismos por nosotros mismos. Ejercemos el poder pero para el beneficio de todas las personas, no solo de nosotros mismos. El segundo aspecto lo refleja el Salmo 37:1–11a, que comienza con “No te irrites a causa de los malhechores” y termina con “Mas los humildes poseerán la tierra”. Significa que contenemos nuestra necesidad de vengar lo malo que nos han hecho y en cambio, usamos el poder que tenemos para servir a otros. Esto surge de la tristeza que nos causa nuestra propia debilidad, lo que trata la segunda bienaventuranza. Si sentimos tristeza por nuestros propios pecados, ¿en realidad podemos tener deseo de venganza por los pecados de otros?

Puede que sea muy difícil poner nuestro poder en el trabajo bajo el control de Dios. En el mundo caído, parece que son los agresivos y los que se promueven a sí mismos los que toman la delantera. “Usted no consigue lo que merece, consigue lo que negocia”.[1] En el lugar de trabajo, los arrogantes y los poderosos parecen ganar, pero al final pierden. No ganan en las relaciones personales porque nadie quiere un amigo arrogante y egoísta. Las personas que tienen sed de poder generalmente son personas solitarias. Adicionalmente, tampoco ganan en cuanto a la seguridad financiera; piensan que poseen la tierra, pero el mundo los posee y entre más dinero tengan, menos seguros se sentirán en el ámbito financiero.

En cambio, Jesús dijo que los humildes “heredarán la tierra”. Como hemos visto, la tierra se ha convertido en el lugar donde está el reino de los cielos. Tendemos a pensar que el reino de los cielos es el cielo, un lugar completamente diferente (calles de oro, puertas de perlas, una mansión en la cima de la montaña) de lo que conocemos aquí. Pero la promesa de Dios del reino es un nuevo cielo y nueva tierra (Ap 21:1).

Quienes someten su poder a Dios heredarán el reino perfecto que viene a la tierra. En este reino recibimos por la gracia de Dios las cosas buenas que los arrogantes buscan con gran esfuerzo inútilmente en la tierra presente y aún más. Y esta no es una realidad futura solamente. Incluso en un mundo caído, aquellos que reconocen sus verdaderas fortalezas y debilidades pueden encontrar paz al vivir realistamente. En general, aquellos que ejercen el poder para el beneficio de otros son admirados. El humilde involucra a otros en la toma de decisiones y experimenta mejores resultados y relaciones más profundas.

Chester L. Karass, In Business and in Life: You Don’t Get What You Deserve, You Get What You Negotiate [En los negocios y en la vida: usted no consigue lo que merece, consigue lo que negocia] (s.f.: Stanford Street Press, 1996).