Participar en la cultura con respeto (Hechos 17:16-34)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

A pesar de la necesidad de confrontar a las personas poderosas e influyentes en la cultura extendida, la confrontación no siempre es la mejor manera en que la comunidad cristiana puede participar en el mundo. Con frecuencia, la cultura está equivocada, lucha o es ignorante respecto a la gracia de Dios, pero en realidad no es opresora. En estos casos, la mejor manera de proclamar el evangelio puede ser cooperar con la cultura y participar en ella con respeto.

En Hechos 17, Pablo proporciona un modelo para participar de la cultura de forma respetuosa, el cual comienza con la observación. Pablo da un paseo por las calles de Atenas y observa los templos de los diversos dioses que encuentra allí. Él dice que “mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración” (Hch 17:23) que encontró allí, se dio cuenta de que fueron “esculpidos por el arte y el pensamiento” del pueblo (Hch 17:29). Además, leyó su literatura y la conocía tan bien como para citarla y tratarla con el respeto necesario para incorporarla en su predicación acerca de Cristo. De hecho, esta contiene incluso algo de la verdad de Dios según Pablo, ya que la cita diciendo, “así como algunos de vuestros mismos poetas han dicho: Porque también nosotros somos linaje suyo” (Hch 17:28). Un compromiso con la transformación radical de la sociedad no significa que los cristianos tengan que oponerse a la cultura en su totalidad. La sociedad no es completamente atea —“porque en Él vivimos, nos movemos y existimos”— sino que más bien no está consciente de Dios.

De forma similar, debemos ser observadores en nuestro lugar de trabajo. Podemos encontrar muchas prácticas buenas en nuestras escuelas, negocios, gobiernos u otros lugares de trabajo, incluso aunque no surjan dentro de la comunidad cristiana. Si observamos en realidad, vemos que incluso aquellos que no son conscientes de Cristo o que lo desprecian de todas maneras son creados a imagen de Dios. Como Pablo, debemos cooperar con ellos en vez de tratar de desacreditarlos. Podemos trabajar con los no creyentes para mejorar las relaciones laborales entre los empleados y los jefes, el servicio al cliente, la investigación y el desarrollo, la gobernanza corporativa y civil, la educación pública y otros campos. Debemos usar las habilidades y el conocimiento que se desarrollan en universidades, corporaciones, organizaciones sin ánimo de lucro y otros lugares. Nuestro papel no es condenar su trabajo, sino profundizarlo y mostrar que este prueba que “[Dios] no está lejos de ninguno de nosotros” (Hch 17:27). Imagine la diferencia entre decir, “todo su trabajo es malo porque usted no conoce a Cristo” y “porque conozco a Cristo, creo que puedo apreciar su trabajo incluso más que usted mismo”.

Sin embargo, al mismo tiempo, debemos observar el quebrantamiento y el pecado evidentes en nuestro lugar de trabajo. Nuestro propósito no es juzgar sino sanar, o al menos limitar el daño. Pablo observa de forma particular el pecado y la distorsión de la idolatría. “Su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad llena de ídolos” (Hch 17:16). Los ídolos de los lugares de trabajo modernos, igual que los ídolos de la Atenas antigua, son distintos y muchos. Un líder cristiano en Nueva York dijo,

Cuando trabajo con educadores que tienen como ídolo la idea de que todos los problemas del mundo serán solucionados con la educación, mi corazón se conecta con su corazón en cuanto al deseo de resolver los problemas del mundo. Sin embargo, les hago ver que con la educación solo se puede llegar hasta cierto punto, pero la solución real viene de Cristo. Esto mismo se aplica para muchas otras profesiones.[1]

Si observamos cuidadosamente, como Pablo, nos volveremos testigos más perspicaces  del poder único de Cristo para reparar el mundo.

“Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos”. (Hch 17:30–31)

Entrevista telefónica con Katherine Leary Alsdorf, directora ejecutiva del Centro para la fe y el trabajo, Iglesia presbiteriana Redeemer, Nueva York, Diciembre 15 del 2012.