Un choque de reinos: la comunidad y los grupos de poder (Hechos 13-19)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Estudiaremos esta sección de acuerdo con cuatro temas principales relevantes para la teología del trabajo que emerge de Hechos. Primero, examinaremos un pasaje más sobre la vocación como testigos. Segundo, discutiremos cómo la comunidad cristiana ejerce el poder del liderazgo y la toma de decisiones. Tercero, veremos cómo la comunidad guiada por el Espíritu actúa en cuanto a los poderes existentes en la cultura extendida. Cuarto, examinaremos si seguir a Cristo excluye ciertas formas de vocación y participación civil. Finalmente, analizaremos la práctica de Pablo de seguir trabajando como fabricante de tiendas en sus viajes misioneros.

La vocación en el contexto de la comunidad (Hechos 13:1-3)

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Hechos 13:1–3 nos presenta un conjunto de prácticas en la iglesia en Antioquía. Esta comunidad es excepcional tanto por su diversidad étnica como por su compromiso de dar un testimonio práctico del reino de Dios.[1] Ya hemos visto cómo Lucas demuestra que el trabajo —especialmente el uso del poder y los recursos— funciona como una forma de testimonio.[2] Hemos visto en Hechos 6:1–7 que esto aplica por igual a las vocaciones que asociamos por naturaleza con el ministerio (tales como ser misionero) y las que son más propensas a llamarse “trabajo” (como la hospitalidad). Todas las vocaciones tienen el potencial de servir y dar testimonio del reino, especialmente cuando se usan en la búsqueda de justicia y rectitud.

Hechos 13:1–3 presenta una comunidad cristiana que trata de discernir la forma en la que el Espíritu los guía a ser testigos y Pablo y Bernabé son seleccionados para trabajar como viajeros evangelistas y sanadores. Lo que es llamativo es que este discernimiento se logra de forma comunal. La comunidad cristiana, no el individuo, tiene una mayor capacidad de discernir las vocaciones de sus miembros individuales. Esto puede significar que las comunidades cristianas actuales deberían participar junto con las familias y los jóvenes cuando buscan respuestas a preguntas como, “¿qué quieres hacer cuando seas grande?” “¿Qué vas a hacer después de graduarte?” o “¿A qué te está llamando Dios?” Esto requeriría que las comunidades cristianas desarrollaran una experticia mayor en el discernimiento vocacional a lo que es común actualmente. También requeriría que tomaran un interés mucho más serio en el trabajo que sirve al mundo por fuera de las estructuras eclesiales. No es suficiente solo afirmar que se tiene autoridad sobre las vidas laborales de los jóvenes. Ellos solo prestarán atención si la comunidad cristiana les ayuda a discernir mejor de lo que pueden hacer otros medios.

Hacer esto sería una forma doble de testimonio. Primero, los jóvenes de todas las tradiciones religiosas —y aquellos que no tienen una tradición— luchan profundamente con la carga de escoger o encontrar un trabajo. Imagine si la comunidad cristiana pudiera ayudarles genuinamente a reducir su carga y mejorar los resultados. Segundo, la gran mayoría de cristianos trabajan por fuera de las estructuras de la iglesia. Imagine si todos viéramos nuestro trabajo como un medio de servicio cristiano para el mundo, mejorando la vida de las millones de personas con las que y para las que trabajamos. ¿En qué medida esto haría a Cristo más visible en el mundo?

El discernimiento comunitario de la vocación continúa a lo largo de Hechos, cuando Pablo escoge a muchos compañeros misioneros en la comunidad, como Bernabé, Timoteo, Silas y Priscila, para nombrar pocos. Segundo, siendo testimonio una vez más del realismo de Lucas, vemos que esta vocación compartida de dar testimonio no elimina la tensión relacional que acarrea la pecaminosidad humana. Pablo y Bernabé tienen una disputa tan grave sobre la inclusión de Juan Marcos (quien había desertado del equipo en una ocasión anterior) que deciden tomar caminos diferentes (Hch 15:36–40).

Ben Witherington III, The Acts of the Apostles: A Socio-Rhetorical Commentary [Los Hechos de los apóstoles: un comentario socio-retórico] (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), 392.

Vale la pena mencionar una vez más que, por lo general, el buen desempeño de la comunidad —caracterizado particularmente por la generosidad, la justicia económica y el amor centrado en Dios y en los demás— resulta en el crecimiento del reino (Hch 2:47; 6:7; 9:31; etc.).

El liderazgo y la toma de decisiones en la comunidad cristiana (Hechos 15)

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Un ejemplo de la reorientación radical de las interacciones sociales en la comunidad cristiana surge durante una disputa profunda acerca de si los cristianos gentiles debían adoptar las leyes y costumbres judías. En la sociedad romana jerárquica, el patrón de una organización social tomaría tal decisión por sus seguidores, tal vez después de escuchar varias opiniones. Pero en la comunidad cristiana, las decisiones importantes las toma el grupo como un todo, basándose en su igualdad de acceso a la guía del Espíritu Santo.

En realidad, la disputa comienza en el capítulo 11. Pedro recibe la sorprendente revelación de que Dios les está ofreciendo “el arrepentimiento que conduce a la vida” (Hch 11:18) a los gentiles sin obligarlos a que se conviertan primero al judaísmo. Pero cuando viaja a Jerusalén en compañía de algunos hombres no circuncidados (gentiles), algunos de los cristianos de lugar se quejan de que está violando la ley judía (Hch 11:1–2). Cuando se le cuestiona de esta manera, Pedro no se enoja ni trata de enseñorearse sobre ellos recordándoles su posición de líder entre los discípulos de Jesús y tampoco menosprecia sus opiniones ni impugna sus motivaciones. En vez de eso, cuenta la historia de lo que sucedió, lo que hizo que llegara a esta conclusión, y cómo ve la mano de Dios en ello: “si Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder estorbar a Dios?” (Hch 11:17). Note que se presenta a sí mismo no como un sabio ni moralmente superior, sino como alguien que estuvo a punto de cometer un grave error hasta que Dios lo corrigió.

Entonces deja que sus contendientes respondan. Habiendo escuchado la experiencia de Pedro, no reaccionan a la defensiva, no cuestionan la autoridad de Pedro en el nombre de Jacobo (el hermano de Jesús y líder de la iglesia de Jerusalén) y no lo acusan de excederse en su autoridad. En cambio, ellos también buscan la mano de Dios en el trabajo y llegan a la misma conclusión que Pedro. Lo que comenzó como una confrontación termina con hermandad y alabanza. “Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios” (Hch 11:18). No podemos esperar que todas las disputas se resuelvan tan amigablemente, pero podemos ver que cuando las personas reconocen y exploran la gracia de Dios en la vida de los demás, hay muchas razones para esperar un resultado mutuamente edificante.

Pedro sale de Jerusalén luego de reconciliarse con sus anteriores antagonistas, pero quedan algunos en Judea que siguen enseñando que los gentiles deben convertirse al judaísmo primero diciendo, “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hch 15:1). Pablo y Bernabé están en Antioquía en ese momento e igual que Pedro, han experimentado la gracia de Dios para los gentiles sin la necesidad de que se conviertan al judaísmo. El texto nos dice que la división era grave, pero se tomó una decisión mutua de buscar la sabiduría de la comunidad cristiana en conjunto. “Como Pablo y Bernabé tuvieron gran disensión y debate con ellos, los hermanos determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos para tratar esta cuestión” (Hch 15:2).

Ellos llegaron a Jerusalén y fueron recibidos cálidamente por los apóstoles y los ancianos (Hch 15:4). Los que tenían una opinión diferente —que los gentiles debían convertirse al judaísmo primero— también están presentes (Hch 15:5). Todos deciden reunirse para considerar el tema y  hacen un debate dinámico (Hch 15:6). Entonces, Pedro, quien por supuesto está entre los apóstoles en Jerusalén, repite la historia de cómo Dios le reveló Su gracia para los gentiles sin la necesidad de convertirse al judaísmo (Hch 15:7). Pablo y Bernabé hablan de su experiencia al respecto centrándose también en lo que Dios está haciendo y no se atribuyen una sabiduría o autoridad superior (Hch 15:12). A todos los que hablan se les escucha de manera respetuosa. Entonces, el grupo considera lo que cada uno ha dicho a la luz de la Escritura (Hch 15:15–17). Jacobo, sirviendo como la cabeza de la iglesia en Jerusalén, propone una solución: “Yo opino que no molestemos a los que de entre los gentiles se convierten a Dios, sino que les escribamos que se abstengan de cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre” (Hch 15:19–20).

Si Jacobo estuviera ejerciendo la autoridad como un patrón romano, ese habría sido el fin de la discusión, ya que solo por su estatus se habría concluido la respuesta. Pero esta no es la manera en la que se llega a una decisión en la comunidad cristiana. La comunidad acepta su decisión pero como un tema de acuerdo, no de mandato. No solo la opinión de Jacobo sino la de todos los líderes —de hecho, toda la iglesia— se tiene en cuenta en la decisión. “Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia…” (Hch 15:22). Y cuando les comunicaron a las iglesias gentiles su decisión de “no imponeros mayor carga” (Hch 15:28b), lo hacen en el nombre de todo el cuerpo, no en nombre de Jacobo como patrón. “Nos pareció bien, habiendo llegado a un común acuerdo, escoger algunos hombres para enviarlos a vosotros” (Hch 15:25). Además, no se atribuyen una autoridad personal, sino que dicen que han tratado de ser obedientes al Espíritu Santo: “Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros...” (Hch 15:28a). La palabra pareció indica una humildad acerca de su decisión, destacando que han renunciado al sistema de clientelismo romano con sus atribuciones de poder, prestigio y estatus.

Antes de terminar con este episodio, analizaremos un elemento más. Los líderes en Jerusalén muestran una gentileza extraordinaria frente a la experiencia de los trabajadores en el campo —Pedro, Pablo y Bernabé—, quienes sirven solos lejos de las sedes principales, cada uno enfrentando una situación particular que requería una decisión práctica. Los líderes en Jerusalén respetaban bastante su experiencia y juicio y expresaban cuidadosamente los principios que debían orientar las decisiones (Hch 15:19–21), pero delegan la toma de decisiones a los que están más cerca de la acción y confirman las decisiones que toman Pedro, Pablo y Bernabé en el campo. De nuevo, esto representa la salida del sistema de clientelismo romano, el cual concentraba el poder y la autoridad en las manos del patrón.

Los efectos favorables de la educación unificada acerca de la misión, los principios y los valores junto con la delegación localizada de la toma de decisiones y acciones son bien conocidos debido a que han sido adoptados ampliamente por instituciones de negocios, militares, educativas, sin fines lucrativos y gubernamentales en la segunda mitad del siglo veinte. Esto ha transformado de forma radical la administración de casi todo tipo de organizaciones. El despliegue resultante de creatividad, productividad y servicio humanos no sería una sorpresa para los líderes de la iglesia primitiva, quienes experimentaron la misma explosión en la expansión rápida de la iglesia en la época de los apóstoles.

Sin embargo, no es claro si las iglesias en la actualidad han adoptado completamente esta lección respecto a la actividad económica. Por ejemplo, es común que los cristianos que trabajan en países en desarrollo se quejen de que las posturas rígidas de las iglesias que se encuentran en los países desarrollados representan un obstáculo para ellos. Los boicot bien intencionados, las normas de comercio justo y otras tácticas de presión pueden tener consecuencias opuestas a lo esperado. Por ejemplo, un misionero para el desarrollo económico en Bangladesh reportó resultados negativos por causa de la imposición de las restricciones de trabajo infantil por parte de su organización patrocinadora en los Estados Unidos. A una compañía a la que estaba ayudando a desarrollarse se le solicitó que dejara de comprar materiales que fueran producidos por trabajadores menores de dieciséis años. Uno de sus proveedores era una compañía conformada por dos hermanos adolescentes. Debido a las nuevas restricciones, la compañía tuvo que dejar de comprarles partes a los hermanos, lo que dejó a la familia sin una fuente de ingresos. Por esto, su madre tuvo que volver a la prostitución, lo que empeoró aún más la situación para ella, los hermanos y el resto de la familia. Más adelante, el misionero dijo: “lo que necesitamos de la iglesia en los Estados Unidos es una hermandad que no sea opresora. Tener que cumplir lo que ordenan los cristianos bien intencionados de Occidente implica que perjudiquemos a las personas en nuestro país”.[1]

El nombre de la fuente se reserva a petición suya debido a preocupaciones en materia de seguridad. Notas tomadas por William Messenger en la conferencia del proyecto de la Teología del Trabajo, Hong Kong, Julio 29 del 2010.

La comunidad del Espíritu confronta a las personas influyentes (Hechos 16; 19)

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En la segunda mitad del libro de Hechos, Pablo, sus acompañantes y varias comunidades cristianas entran en conflicto con aquellos que ejercen el poder económico y civil de forma local. El primer incidente ocurre en Antioquía de Pisidia, en donde se insta a “las mujeres piadosas y distinguidas, y a los hombres más prominentes de la ciudad” (Hch 13:50) a que estén en contra de Pablo y Bernabé y que los expulsen de la ciudad. Luego, en Iconio, Pablo y Bernabé son maltratados por “gentiles y los judíos, con sus gobernantes” (Hch 14:5). En Filipos, Pablo y Silas son encarcelados por “alborotar” la ciudad (Hch 16:19–24). Pablo tiene roces con los funcionarios de la ciudad de Tesalónica (Hch 17:6–9) y el procónsul de Acaya (Hch 18:12). Después, tiene un conflicto con el grupo de labradores de plata de Éfeso (Hch 19:23–41). Los conflictos culminan con el juicio de Pablo por perturbar la paz en Jerusalén, lo que ocupa los últimos ocho capítulos de Hechos.

Estas confrontaciones con los poderes locales no deberían sorprendernos en vista de la venida del Espíritu Santo anunciada por Pedro en Hechos 2. Allí vimos que la venida del Espíritu fue —de alguna forma misteriosa— la iniciación del nuevo mundo de Dios. Esto implicaba una amenaza para los poderes del mundo antiguo. Hemos visto que el Espíritu trabajó en la comunidad para formar una economía basada en los dones, la cual era muy diferente a la economía romana basada en el clientelismo. Las comunidades cristianas formaron un sistema dentro de un sistema, en el que los cristianos todavía participaban en la economía romana pero tenían una forma diferente de usar los recursos. El conflicto con los gobernantes locales se debía precisamente al hecho de que ellos eran los más interesados en mantener la economía de clientelismo de Roma.

Las confrontaciones en Hechos 16:16–24 y Hechos 19:23–41 ameritan una discusión más profunda. En estas, la condición del reino desentona profundamente con las prácticas económicas del mundo romano.

La confrontación por la liberación de una niña esclava en Filipos (Hechos 16:16-24)

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La primera de las dos confrontaciones ocurre en Filipos, en donde Pablo y Silas encuentran a una niña con un espíritu de adivinación.[19] En el contexto grecorromano, este tipo de espíritu estaba asociado con la adivinación de la suerte —una asociación que les “daba grandes ganancias a sus amos” (Hch 16:16). Este parece ser un ejemplo de la forma más vil de explotación económica. Es desconcertante que Pablo y Silas no actúen más rápidamente (Hch 16:18), pero es probable que fuera así porque Pablo quería entablar una conexión con ella o sus dueños antes de corregirlos. Sin embargo, cuando Pablo actúa, el resultado es la liberación espiritual de la niña y la pérdida financiera para sus dueños. Los dueños responden arrastrando a Pablo y Silas ante las autoridades, culpándolos de perturbar la paz.

Este suceso demuestra de manera convincente que el ministerio de liberación que Jesús proclamó en Lucas 4 puede ir en contra de al menos una práctica de negocios común, que es la explotación de esclavos. Los negocios que obtienen ganancias económicas a costa de la explotación humana están en conflicto con el evangelio cristiano. (Los gobiernos que explotan seres humanos son igual de malvados. Anteriormente discutimos cómo la violencia de Herodes en contra de su pueblo e incluso sus propios soldados causó su muerte en manos de un ángel del Señor). Pablo y Silas no estaban en una misión para reformar las prácticas económicas y políticas corruptas del mundo romano. Sin embargo, era inevitable que el poder de Jesús para liberar a las personas del pecado y la muerte rompiera las ataduras de la explotación. No puede existir una liberación espiritual sin consecuencias económicas. Pablo y Silas estaban dispuestos a exponerse a sí mismos al ridículo, a los golpes y a la prisión con el fin de traer la liberación económica a alguien que era vulnerable ante el abuso por causa de su sexo, estatus económico y edad.

Si vamos dos mil años adelante, ¿es posible que los cristianos se hayan acomodado a, o incluso beneficiado de, productos, compañías, industrias y gobiernos que violan los principios éticos y sociales cristianos? Es fácil oponerse a las industrias ilegales como el tráfico de estupefacientes y la prostitución pero, ¿qué hay de las muchas industrias legales que perjudican a los trabajadores, los consumidores o al público en general? ¿Qué hay de los vacíos legales, subsidios y regulaciones gubernamentales injustas que benefician algunos ciudadanos a expensas de otros? ¿Al menos reconocemos cómo nos podemos beneficiar de la explotación de otros? Puede que en una economía global sea difícil seguirle la pista a las condiciones y consecuencias de la actividad económica. Es necesario un discernimiento bien informado, pero la comunidad cristiana no siempre ha sido rigurosa con sus críticas. A decir verdad, el libro de Hechos no ofrece principios para evaluar la actividad económica, pero sí demuestra que los temas económicos son temas del evangelio. En Pablo y Silas, dos de los más grandes misioneros y héroes de la fe, tenemos toda la prueba que necesitamos para saber que los cristianos somos llamados a hacer frente a los abusos económicos del mundo.

Los capítulos 17 y 18 contienen bastante información de interés con respecto al trabajo pero, con el fin de continuar con la discusión sobre las confrontaciones por el desafío que representó el evangelio para los sistemas del mundo, encontraremos a continuación el relato de la confrontación de Hechos 19:21–41 y luego regresaremos a los capítulos 17, 18 y las otras partes del capítulo 19.

See John R. Levison, Filled with the Spirit (Grand Rapids: Eerdmans, 2009), 318-320, for a description of this type of spirit in Greco-Roman perceptions.

La confrontación por la perturbación del comercio en Éfeso (Hechos 19:21-41)

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La siguiente parte entra un poco fuera de lugar (al saltar sobre Hechos 19:17–20 por el momento) para que podamos cubrir el segundo incidente de la confrontación. Este ocurre en Éfeso, hogar del templo de Diana. El culto a Diana en Éfeso era una fuerza económica poderosa en Asia menor. Los peregrinos acudían en masa al templo (una estructura tan grande que era considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo) con la esperanza de recibir de Diana más éxito en sus cacerías, en el campo o en la familia. En este contexto, igual que con otros centros de turismo, muchas de las industrias locales estaban vinculadas con la vigencia continua de la atracción.[20]

Cierto platero que se llamaba Demetrio, que labraba templecillos de plata de Diana y producía no pocas ganancias a los artífices, reunió a éstos junto con los obreros de oficios semejantes, y dijo: Compañeros, sabéis que nuestra prosperidad depende de este comercio. Y veis y oís que no sólo en Éfeso, sino en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido a una gran cantidad de gente, y la ha apartado, diciendo que los dioses hechos con las manos no son dioses verdaderos. Y no sólo corremos el peligro de que nuestro oficio caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Diana se considere sin valor, y que ella, a quien adora toda Asia y el mundo entero, sea despojada de su grandeza. Cuando oyeron esto, se llenaron de ira, y gritaban, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios! Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se precipitaron en el teatro, arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, los compañeros de viaje de Pablo, que eran de Macedonia. (Hch 19:24–29)

Como lo reconoce Demetrio, cuando las personas se convierten en seguidores de Jesús, se puede esperar que cambien la manera en la que usan su dinero. Dejar de comprar artículos relacionados con la adoración de los ídolos es apenas el cambio más evidente. También se puede esperar que los cristianos gasten menos dinero en artículos de lujo para ellos mismos y más en necesidades para el beneficio de otras personas. Tal vez consumirán menos y donarán o invertirán más en general. No hay nada que prohíba que los cristianos compren artículos de plata en general, pero Demetrio tiene razón al ver que los patrones de consumo cambiarán si muchas personas comienzan a creer en Jesús. Esto siempre representará una amenaza para aquellos que se benefician principalmente de la forma en la que todo funcionaba antes.

Esto nos lleva a preguntarnos qué aspectos de la vida económica en nuestro propio contexto puede que no guarden relación con el evangelio cristiano. Por ejemplo, ¿es posible que contrario al temor de Demetrio, los cristianos siguieran comprando bienes y servicios que son contradictorios con seguir a Jesús? ¿Nos hemos convertido en cristianos pero seguimos comprando el equivalente a los templecillos de plata de Diana? Se nos pueden ocurrir ciertos artículos de marca “anhelados”, los cuales apelan a los deseos de los compradores para que se asocien a sí mismos con el estatus social, la riqueza, el poder, la inteligencia, la belleza u otros atributos que implica “la promesa de la marca” de los artículos. Si los cristianos afirman que su posición viene solamente del amor incondicional de Dios en Cristo, ¿su asociación con las marcas funciona como un tipo de idolatría? ¿Comprar artículos de alguna marca prestigiosa es en esencia similar a comprar un templecillo de plata de Diana? Este incidente en Éfeso nos advierte que seguir a Jesús tiene consecuencias económicas que cuando menos, pueden incomodarnos algunas veces.

See Ben Witherington, III, Acts of the Apostles: A Socio-Rhetorical Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), 592-593.

Participar en la cultura con respeto (Hechos 17:16-34)

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A pesar de la necesidad de confrontar a las personas poderosas e influyentes en la cultura extendida, la confrontación no siempre es la mejor manera en que la comunidad cristiana puede participar en el mundo. Con frecuencia, la cultura está equivocada, lucha o es ignorante respecto a la gracia de Dios, pero en realidad no es opresora. En estos casos, la mejor manera de proclamar el evangelio puede ser cooperar con la cultura y participar en ella con respeto.

En Hechos 17, Pablo proporciona un modelo para participar de la cultura de forma respetuosa, el cual comienza con la observación. Pablo da un paseo por las calles de Atenas y observa los templos de los diversos dioses que encuentra allí. Él dice que “mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración” (Hch 17:23) que encontró allí, se dio cuenta de que fueron “esculpidos por el arte y el pensamiento” del pueblo (Hch 17:29). Además, leyó su literatura y la conocía tan bien como para citarla y tratarla con el respeto necesario para incorporarla en su predicación acerca de Cristo. De hecho, esta contiene incluso algo de la verdad de Dios según Pablo, ya que la cita diciendo, “así como algunos de vuestros mismos poetas han dicho: Porque también nosotros somos linaje suyo” (Hch 17:28). Un compromiso con la transformación radical de la sociedad no significa que los cristianos tengan que oponerse a la cultura en su totalidad. La sociedad no es completamente atea —“porque en Él vivimos, nos movemos y existimos”— sino que más bien no está consciente de Dios.

De forma similar, debemos ser observadores en nuestro lugar de trabajo. Podemos encontrar muchas prácticas buenas en nuestras escuelas, negocios, gobiernos u otros lugares de trabajo, incluso aunque no surjan dentro de la comunidad cristiana. Si observamos en realidad, vemos que incluso aquellos que no son conscientes de Cristo o que lo desprecian de todas maneras son creados a imagen de Dios. Como Pablo, debemos cooperar con ellos en vez de tratar de desacreditarlos. Podemos trabajar con los no creyentes para mejorar las relaciones laborales entre los empleados y los jefes, el servicio al cliente, la investigación y el desarrollo, la gobernanza corporativa y civil, la educación pública y otros campos. Debemos usar las habilidades y el conocimiento que se desarrollan en universidades, corporaciones, organizaciones sin ánimo de lucro y otros lugares. Nuestro papel no es condenar su trabajo, sino profundizarlo y mostrar que este prueba que “[Dios] no está lejos de ninguno de nosotros” (Hch 17:27). Imagine la diferencia entre decir, “todo su trabajo es malo porque usted no conoce a Cristo” y “porque conozco a Cristo, creo que puedo apreciar su trabajo incluso más que usted mismo”.

Sin embargo, al mismo tiempo, debemos observar el quebrantamiento y el pecado evidentes en nuestro lugar de trabajo. Nuestro propósito no es juzgar sino sanar, o al menos limitar el daño. Pablo observa de forma particular el pecado y la distorsión de la idolatría. “Su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad llena de ídolos” (Hch 17:16). Los ídolos de los lugares de trabajo modernos, igual que los ídolos de la Atenas antigua, son distintos y muchos. Un líder cristiano en Nueva York dijo,

Cuando trabajo con educadores que tienen como ídolo la idea de que todos los problemas del mundo serán solucionados con la educación, mi corazón se conecta con su corazón en cuanto al deseo de resolver los problemas del mundo. Sin embargo, les hago ver que con la educación solo se puede llegar hasta cierto punto, pero la solución real viene de Cristo. Esto mismo se aplica para muchas otras profesiones.[1]

Si observamos cuidadosamente, como Pablo, nos volveremos testigos más perspicaces  del poder único de Cristo para reparar el mundo.

“Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan, porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos”. (Hch 17:30–31)

Entrevista telefónica con Katherine Leary Alsdorf, directora ejecutiva del Centro para la fe y el trabajo, Iglesia presbiteriana Redeemer, Nueva York, Diciembre 15 del 2012.

La fabricación de tiendas y la vida cristiana (Hechos 18:1-4)

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El pasaje que se relaciona más frecuentemente con el trabajo en el libro de Hechos es el que presenta a Pablo fabricando tiendas, en Hechos 18:1–4. Aunque este pasaje es conocido, con frecuencia se entiende de una forma limitada. En la reconocida lectura, Pablo gana dinero fabricando tiendas con el fin de sustentar su ministerio real de testificar a Cristo. Esta visión es muy limitada, ya que no ve que la fabricación de tiendas en sí misma es un ministerio real que da testimonio de Cristo. Pablo es un testigo cuando predica y cuando fabrica tiendas y usa sus ganancias para el beneficio de la comunidad en general.

Esto se ajusta directamente con la visión de Lucas de que el Espíritu empodera a los cristianos para que usen sus recursos por el bien de toda la comunidad, lo que a su vez da testimonio del evangelio. Recuerde que la idea orientadora de Lucas para la vida cristiana es la del testimonio y todo aspecto de la vida de cada uno tiene el potencial de dar testimonio. Entonces, es asombroso que Pablo sea un ejemplo de esta práctica formada por el Espíritu.

Ciertamente es verdad que Pablo desea sustentarse a sí mismo, pero su impulso no fue solo sustentar su ministerio como predicador, sino también proveer sustento financiero para toda la comunidad. Cuando Pablo describe su impacto económico entre los efesios, dice:

Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado. Vosotros sabéis que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y las de los que estaban conmigo. En todo os mostré que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir.” (Hch 20:33–35, énfasis agregado)

El trabajo de Pablo del cual devengaba dinero fue una labor para fortalecer la comunidad económicamente.[1] Pablo usa sus habilidades y posesiones para el beneficio de la comunidad y dice explícitamente que este es un ejemplo a seguir. No dice que todos deberían seguir su ejemplo de predicar, pero sí dice que todos deberían seguir su ejemplo de trabajar para ayudar al débil y ser generosos al dar, como Jesús mismo lo enseñó. Ben Witherington argumenta de forma convincente que Pablo no se está atribuyendo un estatus más alto por su posición apostólica, sino que está “bajando en la escalera social por Cristo”.[2]

En otras palabras, no es que Pablo fabrique tiendas por necesidad para poder hacer su “trabajo real” de predicar. Todas las clases de trabajo de Pablo en el taller de costura, el mercado, la sinagoga, la sala de conferencias y la prisión son formas de dar testimonio. En todos estos contextos, Pablo participa en el proyecto restaurador de Dios. En todos estos contextos, Pablo demuestra su nueva identidad en Cristo para la gloria de Dios y con la motivación del amor por su prójimo, incluyendo sus antiguos enemigos. Incluso cuando es transportado en el mar como prisionero usa sus dones de liderazgo y ánimo durante una fuerte tormenta para guiar a tierra firme a los soldados y los marineros que lo tenían cautivo (Hch 27:21–38). Aunque no hubiera tenido el don de predicador y apóstol, habría dado testimonio de Cristo simplemente por la forma en la que fabricaba tiendas, trabajaba por el bien de la comunidad y por el bien de otros en toda situación.

“Fabricar tiendas” se ha convertido en una metáfora común para los cristianos que tienen una profesión con la que ganan dinero como un medio para sustentar lo que con frecuencia se denomina el “ministerio profesional”. El término “bivocacional” se usa para indicar que dos profesiones distintas están relacionadas, la que produce dinero y la del ministerio. Pero el ejemplo de Pablo demuestra que todos los aspectos de la vida humana deberían dar un testimonio continuo. El margen para encontrar distinciones entre el “ministerio profesional” y otras formas de dar testimonio es muy pequeño. De acuerdo con Hechos, los cristianos solamente tienen una vocación: ser testigos del evangelio. Existen muchas formas de servicio, incluyendo la predicación y el cuidado pastoral, la fabricación de tiendas, la construcción de muebles, el dar dinero y cuidar al débil. Un cristiano cuya profesión le proporciona dinero, tal como la fabricación de tiendas, para sustentar una profesión que no proporciona dinero, como enseñar sobre Jesús, sería descrito de una forma más precisa como “servidor dual”, en vez de “bivocacional” —un llamado, dos formas de servicio. Lo mismo aplica para cualquier cristiano que sirve en más de una línea laboral.

Pablo también habla de esta ética en 1 Tesalonicenses 2:9 y 1 Corintios 9:1–15.

Ben Witherington, III, The Acts of the Apostles: A Socio-Rhetorical Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), 547.

El evangelio y los límites de la vocación y la participación (Hechos 19:17-20)

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Hechos 19:13–16 presenta una historia peculiar acerca del arrepentimiento de “muchos de los que practicaban la magia” (Hch 19:19). Ellos juntaron sus libros de magia y los quemaron en público y Lucas nos dice que el valor de los rollos que estos convertidos quemaron era cincuenta mil piezas de plata. Esto se ha estimado como el equivalente a 137 años de sueldo continuos de un jornalero o el pan suficiente para alimentar a 100 familias por 500 días.[1] La integración a la comunidad del reino de Dios tiene un impacto económico y vocacional enorme.

Aunque no es claro si los que se arrepintieron de su participación en la magia se estaban arrepintiendo del medio por el cual se ganaban la vida, es poco probable que una colección tan costosa de libros fuera un simple pasatiempo. Aquí vemos que el cambio en la vida que causa la fe en Jesús se refleja inmediatamente en una decisión vocacional —un resultado bien conocido en el Evangelio de Lucas. En este caso, los creyentes vieron que era necesario abandonar completamente su antigua ocupación.

En muchos otros casos, es posible mantener la misma vocación, pero se vuelve necesario practicarla de una forma diferente. Por ejemplo, imagine que un vendedor ha construido su negocio vendiéndoles seguros innecesarios a personas de la tercera edad. Ese vendedor tendría que dejar su práctica, pero podría seguir vendiendo seguros si opta por una línea de producto que beneficie a las personas que lo compren. Puede que las comisiones sean más bajas (o puede que no), pero la profesión les ofrece bastantes oportunidades para alcanzar el éxito de forma legítima a muchos trabajadores con principios éticos.

La situación es mucho más difícil en el caso de las ocupaciones que se podrían desempeñar de forma legítima, pero en las que las prácticas ilícitas están arraigadas tan minuciosamente que es difícil competir sin violar los principios bíblicos. Muchos funcionarios públicos en países con altos niveles de corrupción enfrentan este dilema. Es posible ser un inspector de construcciones honesto, pero es difícil si el pago oficial es de diez dólares a la semana y además el supervisor exige un pago mensual de cien dólares para permitirle mantener el trabajo. Un cristiano en esa situación enfrenta una decisión difícil. Si todas las personas honestas dejaran sus profesiones, sería aún peor para la sociedad. Pero si es difícil o imposible ganarse la vida de forma honesta en esa profesión, ¿cómo puede permanecer allí un cristiano? Este es un tema que Lucas analiza en Lc 3:9, cuando Juan el bautista les aconseja a los soldados y a los recaudadores de impuestos que se queden en sus trabajos pero que abandonen la extorsión y el fraude que la mayoría de sus colegas practicaban. (Para más información sobre este pasaje, ver la sección de Lucas 3:1–14 en “Lucas y el trabajo”).

Darrell L. Bock, Acts [Hechos], Baker Exegetical Commentary on the New Testament [Comentario exegético Baker del Nuevo Testamento] (Grand Rapids: Baker, 2007), 605.