Rut: La nuera ezer

Artículo / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

El trabajo de las mujeres asume muchas formas. Entre las mujeres del Antiguo Testamento, algunas servían como parteras, algunas eran prostitutas o mesoneras, algunas eran profetas, y una era líder de la nación. Pero para muchas mujeres de hoy, como en los tiempos bíblicos, el trabajo está primordialmente dentro del hogar. En la esfera de la vida doméstica, las mujeres toman decisiones cada día acerca de cómo llevarán a cabo su trabajo necesario. A veces esas decisiones parecen fáciles; otras veces requieren un fuerte compromiso de ir más allá de lo que cualquiera esperaría normalmente. Así fue para una mujer moabita llamada Rut.

La historia detrás: en el pueblo israelita de Belén, un hombre llamado Elimelec heredó tierra, la cual él planeaba traspasar a sus hijos Mahlón y Quelión. (En el antiguo Medio Oriente, la propiedad casi siempre pasaba de padre a hijo, nunca a las hijas, con una excepción). La vida era buena para esta familia hasta que una hambruna en Belén los hizo huir a la nación vecina de Moab, donde había abundante comida. Allí los dos hijos se casaron con mujeres moabitas. Con el tiempo, el padre y los dos hijos murieron, y dejaron a tres viudas: Noemí (la esposa de Elimelec), Rut y Orfa. En aquella cultura, se esperaba que Rut y Orfa volvieran a la casa de su padre, donde se concertarían otros matrimonios. Esto era necesario porque una mujer no podía sobrevivir sin un hombre (padre, esposo o hijo) que se hiciera cargo de ella.

Cuando Noemí decidió regresar a Belén, instó a sus dos nueras a que volvieran a la casa de sus padres y buscaran otros esposos. Orfa aceptó, pero Rut se resistió. Ella más bien le porfió a Noemí: «No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios» (Rut 1:16). Estas son las palabras de una mujer ezer. Ella tenía muchas razones para seguir el ejemplo de Orfa, pero insistió firmemente en que iría con Noemí. Los israelitas odiaban a los moabitas, y si ella iba a Belén, enfrentaría el prejuicio como inmigrante. Pero Rut sabía que Noemí no tenía a nadie más que la cuidara. Así que Noemí y Rut viajaron juntas a un futuro incierto en Belén.

Al llegar, la primera preocupación de Rut fue hallar alimento para las dos. La cosecha de cebada estaba en su mejor momento, y Rut se volvió una «recolectora». Extranjera o no, este trabajo estaba hecho para ella. La recolección significaba gatear sobre las manos y las rodillas por las hileras de cereal, recuperando cualquier grano que los segadores hubieran dejado. Cuando el dueño del campo (un hombre llamado Booz) vio el compromiso de Rut y oyó de su historia, resolvió añadir a su recolección. Cuando Noemí oyó de la generosidad de Booz, desarrolló un osado plan: Rut, una inmigrante sin un centavo, ¡al final le propondría matrimonio al rico israelita dueño de una siembra de cebada!

El pequeño libro de Rut en el Antiguo Testamento se puede leer completo en menos de una hora. Si lo lees, sabrás que la estratagema de Noemí tuvo éxito. Cuando Rut le pidió a Booz: «Extiende, pues, tu manto sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano» (Rut 3:9), él conoció una propuesta de matrimonio cuando la escuchó. Booz le respondió: «Bendita seas del Señor, hija mía. Has hecho tu última bondad mejor que la primera, al no ir en pos de los jóvenes, ya sean pobres o ricos. Ahora hija mía, no temas. Haré por ti todo lo que me pidas, pues todo mi pueblo en la ciudad sabe que eres una mujer virtuosa».

La palabra hebrea que aquí se traduce como «virtuosa», chayil, en realidad tiene un significado mucho más fuerte en la Biblia. Es una palabra común que aparece 246 veces en el Antiguo Testamento. Exceptuando muy pocos casos, siempre se refiere a soldados o ejércitos y habitualmente se traduce como «fortaleza» o «valor». Un soldado que rehúsa abandonar su puesto frente al peligro es un soldado chayil. Esta es la clase de fortaleza que Rut puso en su cuidado de Noemí.

Sin embargo, había un obstáculo antes que pudiera celebrarse una boda: un pariente más cercano quería la tierra de Elimélec, y Booz sabía que el hombre tenía el derecho prioritario. Pero cuando esa persona descubrió que Rut iba incluida en la negociación, echó pie atrás a causa de las complejas leyes de herencia que implicaban que un hijo de él a través de Rut podría heredar la tierra para la familia de Noemí y no para la de Elimelec. Después de una sesión de arbitraje público, Booz quedó libre para casarse con Rut. Ellos efectivamente tuvieron un hijo, y ese hijo efectivamente llegó a ser heredero de Noemí.

Tal vez estas antiguas costumbres nos saquen una sonrisa, pero ellas apuntan a la integridad de Rut en el trabajo. Su identidad étnica se había vuelto secundaria respecto a su fe en el Dios de Noemí, lo que a su vez puso de relieve su lealtad a su nuera y su disposición a trabajar arduamente para apoyarse a las dos.

Si lees el librito de Rut hasta el final, sabrás que Rut y Booz llegaron a ser los bisabuelos del mayor rey de Israel, David. La ezer extranjera ahora era parte del pueblo de Dios en Belén, y al igual que Rahab, esta mujer extranjera también llegó a ser un ancestro de Jesucristo (Mateo 1:3). ¡Quién podría haber anticipado un final tan asombroso!

En el mundo laboral de hoy, las mujeres ezer a veces son llamadas a cruzar barreras étnicas con el fin de hacerle bien a la comunidad. Eso nunca es fácil, pero si Dios es honrado, puede conducir a una inesperada bendición para la mujer misma, como también para otros que están tocados por la insensibilidad étnica.