La riqueza y la provisión (Mateo 6)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Jesús habla de la riqueza frecuentemente. Aunque la riqueza y la provisión no son trabajo, por lo general son el resultado del trabajo, sea el nuestro o el de alguien más. Un principio fundamental de la economía es que el propósito del trabajo es incrementar la riqueza, haciendo de esta un tema relacionado con el trabajo. A continuación se encuentran las enseñanzas de Jesús acerca de la riqueza y la provisión diaria en el orden en que aparecen en el Sermón del monte.

“Danos hoy el pan nuestro de cada día” (Mateo 6:11)

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Justo antes de esta petición del pan diario en el Padre Nuestro, leemos, “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mt 6:10). En el reino de Dios tenemos la certeza del pan de cada día, pero en nuestro mundo contaminado por el pecado el sustento diario es incierto. Aunque Dios le ha dado a la humanidad todo lo que necesita para producir suficiente alimento para todos en la tierra, no hemos acabado con la hambruna. Por tanto, la primera palabra de Jesús acerca de la riqueza o la provisión diaria es esta petición: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”. Acudimos a Dios para pedirle el pan que necesitamos.

Pero tenga en cuenta que la petición se plantea en plural: danos hoy el pan nuestro de cada día. No oramos solo por nuestro propio pan, sino por el de los que no tienen. Al estar deseosos de mantener relaciones correctas con otros, tenemos en consideración su necesidad del pan: compartimos lo que tenemos con los que lo necesitan. Si todas las personas, los negocios, las instituciones y los gobiernos trabajaran de acuerdo con los propósitos y principios del reino de Dios, nadie padecería hambre.

Acumule su tesoro en el cielo, no en la tierra (Mateo 6:19-34)

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Además de nuestro deber de pedirle a Dios por la provisión diaria, también se nos advierte que no debemos acumular riqueza material y otros tesoros terrenales:

“No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. (Mt 6:19–21)

Los “tesoros en el cielo” no son una referencia etérea a pensamientos bondadosos en el corazón de Dios o algún tipo de trivialidad. El reino de Dios gobernará en la tierra al final. Los “tesoros en el cielo” son cosas de valor en el reino venidero de Cristo, tales como la justicia, la oportunidad de que todos sean productivos, la provisión para las necesidades de todos y el respeto por la dignidad de cada individuo. La implicación es que es mejor invertir nuestro dinero en actividades que transformen el mundo, que en instrumentos financieros que protejan nuestra superabundancia acumulada.

Entonces, ¿es incorrecto tener un plan de jubilación o incluso interesarnos en tener cosas materiales de este mundo o que otros las tengan? De nuevo, la respuesta es no y sí. El no viene del hecho de que este pasaje no es el único en la Biblia que habla de cuestiones de riqueza y provisión para aquellos que dependen de nosotros. Otros pasajes aconsejan tener prudencia y previsión, tales como, “el que la recoge [la fortuna] con trabajo la aumenta” (Pro 13:11b) y, “El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos” (Pro 13:22). Dios guía a José a almacenar alimentos por siete años para prepararse para una hambruna (Gn 41:25–36) y Jesús habla favorablemente acerca de la inversión de dinero en la parábola de los talentos (Mt 25:14–30, lo cual discutiremos más adelante). A la luz del resto de la Escritura, Mateo 6:19–34 no puede ser una prohibición general.

Pero la parte del sí de la respuesta es una advertencia, que se resume de una forma espléndida en el versículo 21: “donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Podríamos esperar que esta declaración también funcione a la inversa: “donde está tu corazón, allí también estará tu tesoro”, pero en realidad las palabras de Jesús son más profundas. La idea no es que el corazón decide cómo manejar el dinero, sino que el dinero cambia el corazón. El planteamiento de Jesús no es “usted tiende a poner su dinero en cosas que son importantes para usted” sino, “lo que usted posee lo cambiará para que se preocupe más por sus bienes que por otras cosas”. Escoja cuidadosamente lo que posee porque inevitablemente comenzará a protegerlo y valorarlo, posiblemente en detrimento de todo lo demás.

Esto podría llamarse el “principio del tesoro”, ya que el tesoro transforma. Aquellos que invierten su tesoro más profundo en las cosas de este mundo, descubrirán que ya no le están sirviendo a Dios sino al dinero (Mt 6:24). Además, las incertidumbres relacionadas con el dinero pueden llevar a la ansiedad (Mt 6:25–34). ¿La inflación lo hará mermar? ¿El mercado de valores caerá? ¿Habrá incumplimiento en el pago de los bonos? ¿El banco quebrará? ¿Puedo estar seguro de que lo que he ahorrado será suficiente para enfrentar todo lo que puede pasar?
El antídoto es invertir en formas que suplan las necesidades genuinas de las personas. Una compañía que provee agua potable o prendas de vestir de calidad puede estar invirtiendo en el reino de Dios, mientras que es posible que una inversión que depende de subsidios con motivaciones políticas, del mercado inmobiliario acalorado o de la escasez material no lo esté haciendo. Este pasaje en Mateo 6 no es una regla para la administración de cartera, pero sí nos demuestra que nuestro compromiso con los caminos y los medios del reino de Dios se extiende a la forma en que administramos la riqueza que tenemos.

Entonces, la cuestión es qué clase de atención debería prestarle a las necesidades materiales y a la acumulación de recursos. Si le presta atención de manera ansiosa, usted es necio. Si permite que estos desplacen su confianza en Dios, se está volviendo infiel. Si les presta una atención excesiva, se convertirá en avaro. Si los obtiene a costa de otras personas, se está convirtiendo en la clase de opresor al que el reino de Dios se opone.

¿Cómo podemos discernir el límite entre la atención apropiada y la inapropiada que le prestamos a la riqueza? Jesús responde, “busquen primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mt 6:33 RVC). Primero lo primero. En vista de la enorme capacidad que tenemos de engañarnos a nosotros mismos, esta pregunta nos puede ayudar a observar con cuidado en dónde nos ha puesto nuestro tesoro. Eso nos dirá algo acerca de nuestro corazón.