La necesidad del capital social (Hageo 1:1-2:19)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Uno de los desafíos que enfrentamos en el trabajo es la tentación de ponernos a nosotros mismos y nuestra familia por encima de la sociedad. El profeta Hageo presenta una imagen clara de este desafío. Él confronta a las personas que aunque trabajan duro para reconstruir sus propias casas, no aportan recursos para la reconstrucción del templo, que es el centro de la sociedad judía. “¿Es acaso tiempo para que vosotros habitéis en vuestras casas artesonadas mientras esta casa está desolada?” (Hg 1:4). Él dice que no invertir en el capital social en realidad está disminuyendo la productividad individual.

Sembráis mucho, pero recogéis poco; coméis, pero no hay suficiente para que os saciéis; bebéis, pero no hay suficiente para que os embriaguéis; os vestís, pero nadie se calienta; y el que recibe salario, recibe salario en bolsa rota. (Hg 1:6)


Pero a medida que el Señor despierta el espíritu del pueblo y sus líderes, ellos comienzan a invertir en la reconstrucción del templo y el tejido de la sociedad (Hg 1:14–15).

Invertir en el capital social nos recuerda que no existe una “persona que haya progresado por sus propios medios”. Aunque el esfuerzo individual pueda acumular una gran riqueza, cada uno de nosotros depende de recursos e infraestructura social que finalmente se originan en Dios. “Yo llenaré de gloria esta casa” —dice el Señor de los ejércitos. “Mía es la plata y Mío es el oro” —declara el Señor de los ejércitos (Hg 2:7–8). La prosperidad no es solo —ni siquiera principalmente— una cuestión de esfuerzo personal, sino de una comunidad cimentada en el pacto con Dios. “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera” —dice el Señor de los ejércitos” (Hg 2:9).

Somos necios si creemos que debemos proveer para nosotros mismos antes de dedicarle tiempo a Dios y a la sociedad de Su pueblo. La verdad es que no podemos proveer para nosotros mismos sino es por la gracia de la generosidad de Dios y el trabajo mutuo de Su comunidad. Este es el mismo concepto detrás del diezmo. No es un sacrificio dar el diez por ciento de una cosecha, sino una bendición de un cien por ciento de la productividad  asombrosa de la creación de Dios.

En nuestra época, esto nos recuerda la importancia de invertir recursos en los aspectos tangibles de la vida. Las necesidades físicas como la vivienda, la alimentación, los automóviles y otras son importantes, pero Dios provee lo suficiente con abundancia para que también podamos invertir en aspectos como el arte, la música, la educación, la naturaleza, la recreación y las múltiples formas de alimentar el alma. Como el empresario o el carpintero, aquellos que trabajan en las artes, humanidades o el sector recreativo, o quienes dan dinero para la creación de parques, áreas de juego y teatros hacen una contribución igual de importante al mundo que Dios diseñó.

Esto también indica que invertir en las iglesias y en la vida eclesial es crucial para empoderar el trabajo de los cristianos. La adoración misma está estrechamente relacionada con hacer un trabajo bueno, como hemos visto, y tal vez debemos participar en una adoración que le dé forma al trabajo bueno, no que sea solamente una devoción o un disfrute privado. Además, la comunidad cristiana podría ser una fuerza poderosa para el bienestar económico, civil y social si aprendiera a traer el poder espiritual y ético de la palabra de Dios para que influya en temas de trabajo en los campos económico, social, gubernamental, académico y científico.