El primer asesinato (Génesis 4:1-25)
En Génesis 4, encontramos detalles sobre el primer asesinato, cuando Caín mata a su hermano Abel en un ataque de envidia y furia. Ambos hermanos traen el fruto de su trabajo como ofrendas para Dios. Caín es labrador y trae algo del fruto de la tierra, de lo cual el texto bíblico no nos indica que sea lo primero o lo mejor de su producto (Gn 4:3). Abel es pastor y trae los “primogénitos”, lo mejor, la “grosura” de sus ovejas (Gn 4:4). Aunque ambos producen alimento, no están trabajando ni adorando juntos. El trabajo ya no es un lugar de buenas relaciones.
Dios mira con agrado la ofrenda de Abel pero no la de Caín. En la primera mención de la ira en la Biblia, Dios le advierte a Caín que no se desespere, sino que venza su resentimiento y trabaje para tener mejores resultados en el futuro. “Si haces bien, ¿no serás aceptado?”, le pregunta el Señor (Gn 4:7). Pero en vez de esto, Caín cede ante la ira y asesina a su hermano (Gn 4:8; cf. 1 Jn 3:12; Jud 11). Dios responde a este acto con las siguientes palabras:
“La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora pues, maldito eres de la tierra, que ha abierto su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando cultives el suelo, no te dará más su vigor; vagabundo y errante serás en la tierra”. (Gn 4:10–12)
El pecado de Adán no trajo la maldición de Dios sobre las personas, sino sobre la tierra únicamente (Gn 3:17). El pecado de Caín trae la maldición de la tierra sobre él mismo (Gn 4:11). Ya no puede cultivar la tierra y, Caín el labrador, se convierte en un errante que finalmente se establece en la tierra de Nod, al este del Edén, donde construye la primera ciudad mencionada en la Biblia (Gn 4:16–17) (ver Génesis 10-11 para más información sobre el tema de las ciudades).
El resto del capítulo 4 sigue a los descendientes de Caín por siete generaciones hasta Lamec, cuyas acciones tiranas hacen que su ancestro Caín parezca manso. Lamec nos muestra el endurecimiento progresivo del pecado. Primero viene la poligamia (Gn 4:19), la violación del propósito de Dios en el matrimonio en Génesis 2:24 (cf. Mt 19:5–6). Después, una venganza que lo lleva a asesinar a alguien que apenas lo había golpeado (Gn 4:23–24). Aun así, en Lamec también vemos los comienzos de la civilización. Aquí, la división del trabajo —que representaba problemas entre Caín y Abel— provoca una orientación que hace posibles ciertos avances. Algunos de los hijos de Lamec crearon instrumentos musicales y forjaron utensilios con herramientas de bronce y de hierro (Gn 4:21–22). La capacidad de hacer música, elaborar los instrumentos para tocarla y desarrollar avances tecnológicos en la metalurgia está dentro del marco de que somos creadores porque portamos la imagen de Dios. Las artes y ciencias son un resultado valioso del mandato de la creación, pero la forma en la que Lamec hace alarde de sus obras atroces señala los peligros que acompañan a la tecnología en una cultura depravada que se inclina a la violencia. El primer poeta humano después de la Caída celebra el orgullo de los seres humanos y el abuso del poder. Aun así, el arpa y la flauta se pueden redimir y usar para alabar a Dios (1S 16:23), igual que la metalurgia, que intervino en la construcción del tabernáculo hebreo (Éx 35:4–19, 30–35).
Al multiplicarse, la gente se separa. Por medio de Set, Adán tuvo la esperanza de una descendencia piadosa, lo que incluye a Enoc y Noé. Pero con el tiempo, se levanta un grupo de personas que se desvían de los caminos de Dios.
Y aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí mujeres de entre todas las que les gustaban... Y había gigantes [héroes, guerreros feroces, el significado no es claro] en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos. Estos son los héroes de la antigüedad, hombres de renombre. Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal. (Gn 6:1–5)
¿Qué podría hacer la descendencia piadosa de Set, reducida eventualmente solo a Noé y su familia, contra una cultura tan depravada que incluso Dios decidió destruirla totalmente?
Actualmente, una gran preocupación para muchos cristianos en su lugar de trabajo es cómo guardar los principios que creemos que reflejan la voluntad de Dios y Sus propósitos para nosotros como Sus representantes, los portadores de Su imagen. ¿Cómo podemos hacerlo en momentos en los que la presión en nuestro trabajo nos impulsa a la deshonestidad, deslealtad, a ofrecer mano de obra de baja calidad, cuando hay explotación de compañeros de trabajo, clientes, proveedores o comunidades vulnerables en general, salarios demasiado bajos y malas condiciones de trabajo? Sabemos por el ejemplo de Set, y muchos otros en la Escritura, que es posible trabajar de acuerdo al diseño y mandato de Dios en el mundo.
Mientras otros pueden sucumbir ante el miedo, la incertidumbre y la duda, el deseo ilimitado de poder, la riqueza o el reconocimiento humano, el pueblo de Dios puede permanecer firme en un trabajo ético, con propósito y piedad, porque confiamos en que Dios nos ayudará en las situaciones difíciles que no podremos dominar sin Su gracia. Cuando las personas son abusadas o heridas por la codicia, injusticia, odio o negligencia, podemos defenderlos, obrar con justicia y sanar heridas y divisiones, porque tenemos acceso al poder redentor de Cristo. A diferencia de los demás, los cristianos podemos rechazar el pecado que encontramos en nuestro lugar de trabajo, ya sea que surja de las acciones de otros o de nuestros propios corazones. Dios anuló el proyecto de Babel porque “nada de lo que se propongan hacer les será imposible” (Gn 11:6), y no se refería a nuestras habilidades reales sino a nuestra soberbia. A pesar de esto, por la gracia de Dios, tenemos el poder de alcanzar todo lo que Dios tiene preparado para nosotros en Cristo, quien declara que “nada os será imposible” (Mt 17:20) y “ninguna cosa será imposible para Dios” (Lc 1:37).
¿En realidad trabajamos como si creyéramos en el poder de Dios? ¿O desperdiciamos las promesas de Dios simplemente tratando de salir adelante sin causar ningún alboroto?