Provisión (Génesis 1:29-30; 2:8-14)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Trabajar a imagen de Dios es recibir Su provisión (Génesis 1:29–30)

Debido a que somos creados a imagen de Dios, Él provee para nuestras necesidades. Esta es una de las formas en las que aquellos creados a imagen de Dios no son Dios mismo. Dios no tiene necesidades, o si las tiene, Él es poderoso para suplirlas por Sí mismo. Nosotros no. Por lo tanto:

Y dijo Dios: He aquí, yo os he dado toda planta que da semilla que hay en la superficie de toda la tierra, y todo árbol que tiene fruto que da semilla; esto os servirá de alimento. Y a toda bestia de la tierra, a toda ave de los cielos y a todo lo que se mueve sobre la tierra, y que tiene vida, les he dado toda planta verde para alimento. Y fue así. (Gn 1:29–30)

Por una parte, reconocer la provisión de Dios nos ayuda a no ser soberbios. Sin Él, nuestro trabajo no es nada. No podemos darnos vida a nosotros mismos, ni siquiera podemos proveer para nuestro propio sustento. Necesitamos la provisión continua de Dios de aire, agua, tierra, sol y el milagroso crecimiento de seres vivos para nuestro alimento de cuerpo y mente. Por otro lado, reconocer la provisión de Dios nos da seguridad en nuestro trabajo; no tenemos que depender de nuestras propias habilidades o los caprichos de las circunstancias para suplir nuestra necesidad. El poder de Dios hace que nuestro trabajo sea fructífero.

Dios provee para las necesidades de las personas (Génesis 2:8–14)

El segundo ciclo de la historia de la creación nos muestra cómo Dios provee para nuestras necesidades. Él prepara la tierra para que sea productiva cuando la trabajamos. “Y plantó el Señor Dios un huerto hacia el oriente, en Edén; y puso allí al hombre que había formado” (Gn 2:8). Aunque nosotros cultivamos, Dios es el que planta inicialmente. Además del alimento, Dios ha creado la tierra con los recursos para mantener todo lo que necesitamos para ser fecundos y multiplicarnos. Él nos da los ríos que proporcionan agua, piedras que tienen minerales y materiales de metal y los precursores de los medios de intercambio económico (Gn 2:10–14). “El oro de aquella tierra es bueno” (Gn 2:11–12). Aunque combinemos nuevos elementos y moléculas, reorganicemos el ADN entre organismos o creemos células artificiales, estamos trabajando con la materia y la energía que Dios creó para nosotros.