Persistencia: la parábola de la viuda persistente (Lucas 18:1-8)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En la parábola de la viuda persistente (Lc 18:1–8), una persona pobre que no tiene poder (la viuda) persiste en fastidiar a una persona corrupta y poderosa (el juez) para que le haga justicia. La parábola da por sentado la enseñanza de Juan el bautista de que tener una posición de poder y liderazgo obliga a trabajar justamente, en especial a favor del pobre y el débil. Pero Jesús enfoca la parábola en un aspecto diferente: que debemos “orar en todo tiempo y no desfallecer” (Lc 18:1). Él identifica a la mujer con Su audiencia —nosotros—, y a la persona a la que se dirigen las oraciones —Dios— con el juez corrupto, una combinación extraña. Sabiendo que Jesús no quiere decir que Dios es corrupto, el punto debe ser que si la persistencia tiene su compensación con un humano corrupto que tiene poder limitado, cuánto más valdrá la pena con un Dios justo de poder infinito.

El propósito de la parábola es animar a los cristianos a perseverar en su fe en contra de todos los pronósticos. Sin embargo, también tiene dos aplicaciones para aquellos que trabajan en posiciones de liderazgo. Primero, la yuxtaposición de un juez corrupto con un Dios justo implica que la voluntad de Dios está actuando incluso en un mundo corrupto. El trabajo del juez es hacer justicia, y por Dios, él hará justicia cuando la viuda haya terminado de insistirle. En todas partes, la Biblia enseña que las autoridades civiles sirven con la autorización de Dios, sea que lo reconozcan o no (Jn 19:11; Ro 13:1; 1P 2:13). Así que hay esperanza de que incluso en medio de una injusticia sistémica, puede haber justicia. La tarea de un líder cristiano es trabajar por esa esperanza en todo momento. No podemos corregir todo lo malo del mundo durante nuestra vida, pero nunca debemos perder la esperanza ni dejar de trabajar por el bien común[1] en medio de los sistemas imperfectos en donde se da el trabajo. Por ejemplo, es poco común que los legisladores tengan la opción de votar por un buen proyecto de ley en contra de un mal proyecto de ley. Por lo general, lo mejor que pueden hacer es votar por proyectos que produzcan más bien que mal, pero deben buscar constantemente oportunidades para traer propuestas a voto que causen incluso menos daño y traigan todavía más bien.

El segundo punto es que solo Dios puede producir la justicia en un mundo caído y es por eso que debemos orar y no rendirnos en nuestro trabajo. Dios puede traer justicia milagrosa en un mundo corrupto, así como Dios puede traer una sanación milagrosa en un mundo enfermo. De repente, el muro de Berlín se abre, el régimen del apartheid se desmorona, la paz aparece. Dios no interviene en la parábola de la viuda persistente; es solo la persistencia de la viuda lo que lleva a que el juez actúe de manera justa. Sin embargo, Jesús indica que Dios es el actor invisible: “¿Y no hará Dios justicia a Sus escogidos, que claman a Él día y noche?” (Lc 18:7).

El uso del término “bien común” implica que las consecuencias de nuestros actos son importantes en la ética cristiana. Esta forma de pensamiento ético, llamado “consecuencialismo”, puede ser desconocido para los que acostumbran pensar en la Biblia solo en términos de normas éticas. Sin embargo, la Biblia usa los tres modos de razonamiento ético que se han identificado a lo largo de los siglos: las normas, las consecuencias y las virtudes. Esto de ninguna manera hace que la Biblia sea “relativista” o “utilitaria”, para nombrar dos sistemas éticos que realmente son ajenos al pensamiento bíblico.