La generosidad no es opcional (2 Corintios 8:1-9)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Como señalamos en la introducción, 2 Corintios 8 y 9 conforman una sección separada de la carta de Pablo en la que se trata el tema de la ofrenda para las iglesias en Judea. Este proyecto era una pasión del apóstol y lo promovió con fuerza en sus iglesias (1Co 16:1–3). Pablo comienza esta sección mencionando la generosidad ejemplar de las iglesias en Macedonia e implica que no espera menos de los corintios. Así como los creyentes en Corinto han demostrado fe abundante, habilidad para proclamar la verdad,[1] conocimiento, entusiasmo y amor, así también debían esforzarse por abundar en la obra de gracia (“don”, del griego charis) de la generosidad. El término “don” tiene un significado doble aquí. Tiene el sentido del “don espiritual”, refiriéndose al don que Dios da de la virtud de la generosidad, y tiene el sentido de “donación”, refiriéndose a sus donaciones de dinero para la ofrenda. Esto aclara dos veces que la generosidad no es una opción para los cristianos, sino que es parte del trabajo del Espíritu en nuestra vida.

En el trabajo, un espíritu generoso es el aceite que hace que las cosas avancen fácilmente en diferentes niveles. Los empleados que sienten que sus empleadores son generosos estarán más dispuestos a hacer sacrificios por sus organizaciones cuando sea necesario. Los trabajadores que son generosos con sus compañeros crearán una fuente de ayuda para ellos mismos y una experiencia de mayor gozo y satisfacción para todos.

La generosidad no es siempre un tema de dinero. Para dar solo algunos ejemplos, los empleadores pueden ser generosos al tomarse el tiempo de orientar a los trabajadores, proporcionar un ambiente agradable de trabajo, ofrecer oportunidades para capacitación y desarrollo, escuchar genuinamente a la persona que tiene un problema o una queja, o visitar al familiar de un empleado que está en el hospital. Los compañeros de trabajo pueden ser generosos cuando ayudan a otros a hacer mejor su trabajo, se aseguran de que nadie sea excluido socialmente, defienden a los que sufren de abuso, ofrecen una amistad verdadera, comparten los elogios, se disculpan por las ofensas y simplemente se aprenden los nombres de los trabajadores que de otra manera serían invisibles para ellos. Steve Harrison habla de dos residentes de cirugía en la Universidad de Washington que compitieron para ver quién podría aprenderse los nombres de más enfermeros auxiliares, conserjes, personal de transporte y de alimentos, y después saludarlos por su nombre cada vez que los vieran.[2]

Ver Literally, “in speech.” [Literalmente, “en palabra”], Murray J. Harris, The Second Epistle to the Corinthians: A Commentary on the Greek Text (Grand Rapids: Eerdmans, 2005), 574.

Steve Harrison, The Manager’s Book of Decencies [El libro de buena conducta del gerente] (Nueva York: McGraw-Hill, 2007), 67.