Los estatutos y decretos (Deuteronomio 4:44-28:68)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En la segunda parte de la segunda sección, Moisés describe con detalles los “estatutos y decretos” que Dios le da a Israel (Dt 6:1). Estas reglas abordan una gran variedad de temas, como la guerra, la esclavitud, los diezmos, los festivales religiosos, los sacrificios, la comida kosher, la profecía, la monarquía y el santuario central. Este material contiene varios pasajes que hablan directamente sobre la teología del trabajo, los cuales consideraremos en el orden en que aparecen en la Biblia.

Las bendiciones de obedecer el pacto con Dios (Deuteronomio 7:12-15; 28:2-12)

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En caso de que los mandamientos, estatutos y decretos del pacto con Dios parezcan solamente una carga para Israel, Moisés nos recuerda que su propósito principal es bendecirnos.

Y sucederá que porque escuchas estos decretos y los guardas y los cumples, el Señor tu Dios guardará Su pacto contigo y Su misericordia que juró a tus padres. Y te amará, te bendecirá y te multiplicará; también bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu cereal, tu mosto, tu aceite, el aumento de tu ganado y las crías de tu rebaño en la tierra que El juró a tus padres que te daría. (Dt 7:12-13)

Si obedeces al Señor tu Dios: Bendito serás en la ciudad, y bendito serás en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el producto de tu suelo, el fruto de tu ganado, el aumento de tus vacas y las crías de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa. Bendito serás cuando entres, y bendito serás cuando salgas... El Señor te hará abundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el producto de tu suelo, en la tierra que el Señor juró a tus padres que te daría. Abrirá el Señor para ti Su buen tesoro, los cielos, para dar lluvia a tu tierra a su tiempo y para bendecir toda la obra de tu mano. (Dt 28:2-7; 11-12)

La finalidad de obedecer el pacto es que sea una fuente de bendición, prosperidad, gozo y salud para el pueblo de Dios. Como dice Pablo, “La ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno” (Ro 7:12), y “el amor es el cumplimiento de la ley” (Ro 13:10).

Esto no se debe confundir con el llamado “evangelio de la prosperidad”, el cual declara de forma incorrecta que Dios inevitablemente les da riqueza y salud a las personas que se ganan su favor. Lo que esto significa es que si el pueblo de Dios vivía según el pacto, el mundo sería un mejor lugar para todos. Por supuesto, los cristianos somos testigos de que no podemos cumplir la ley por nosotros mismos. Es por eso que hay un nuevo pacto en Cristo, en el cual la gracia de Dios está disponible para nosotros por medio de la muerte y resurrección de Jesús y no estamos limitados por nuestra propia obediencia. Al vivir en Cristo, encontramos que somos capaces de amar y servir a Dios y que después de todo, lo que hacemos es bendecido como lo describe Moisés, en cierta medida en la actualidad y lo será completamente cuando Cristo traiga el cumplimiento del reino de Dios.

En todo caso, el tema general en todo el libro de Deuteronomio es la obediencia del pacto con Dios. Así como en estos tres pasajes, el tema es evidente en muchas partes breves a lo largo de libro y Moisés regresa a este en la última sección al final de su vida, en los capítulos 29 y 30.

Los peligros de la prosperidad (Deuteronomio 8:11-20)

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La obediencia a Dios con gozo es lo contrario a la arrogancia que con frecuencia surge en la prosperidad. Esto es similar al peligro de la autosuficiencia del que Moisés nos advierte en Deuteronomio 4:25-40, pero con un enfoque en el orgullo activo y no en una expectativa pasiva de recibir privilegios.

No sea que cuando hayas comido y te hayas saciado, y hayas construido buenas casas y habitado en ellas, y cuando tus vacas y tus ovejas se multipliquen, y tu plata y oro se multipliquen, y todo lo que tengas se multiplique, entonces tu corazón se enorgullezca, y te olvides del Señor tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto de la casa de servidumbre. (Dt 8:12-14)

Cuando alguien que ve que su negocio o su carrera, su proyecto de investigación, la crianza de hijos u otro trabajo que ha realizado llega a ser un éxito después de muchos años de trabajo duro y sacrificios, es justificable que se sienta orgulloso. Sin embargo, no debemos permitir que el orgullo gozoso se convierta en arrogancia. Deuteronomio 8:17-18 nos recuerda, “No sea que digas en tu corazón: ‘Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza.’ Mas acuérdate del Señor tu Dios, porque Él es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar Su pacto, el cual juró a tus padres como en este día”. Como parte del pacto con Su pueblo, Dios nos da la capacidad de vincularnos en la producción económica pero debemos recordar que esta es un regalo de Dios. Cuando le atribuimos el éxito a nuestras habilidades y esfuerzos únicamente, olvidamos que esas habilidades y la vida misma vienen de Dios. No somos nuestros propios creadores. La ilusión de la autosuficiencia hace que nuestro corazón se endurezca. Como siempre, el antídoto se encuentra en la adoración correcta y en ser conscientes de depender de Dios (Dt 8:18).

La generosidad (Deuteronomio 15:7-11)

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El tema de la generosidad surge en Deuteronomio 15:7-8. “Si hay un menesteroso contigo… no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás libremente tu mano”. La generosidad y la compasión son la esencia del pacto. “Con generosidad le darás, y no te dolerá el corazón cuando le des, ya que el Señor tu Dios te bendecirá por esto en todo tu trabajo y en todo lo que emprendas” (Dt 15:10). Nuestro trabajo recibe la bendición plena solamente cuando bendice a otros. Como dice Pablo, “el amor es el cumplimiento de la ley” (Ro 13:10).

La mayoría de nosotros tenemos la oportunidad de ser generosos gracias al dinero que ganamos con nuestro trabajo. ¿En realidad lo usamos con generosidad? Aún más, ¿hay formas en las que podamos ser generosos en nuestro trabajo? El pasaje habla de la generosidad especialmente como un aspecto del trabajo (“todo tu trabajo”). Si un compañero de trabajo necesita ayuda para desarrollar alguna destreza o habilidad, o necesita una palabra honesta de recomendación, o paciencia tratando con sus falencias, ¿estas serían oportunidades para ser generosos? Estas formas de generosidad nos pueden costar tiempo y dinero, o pueden precisar que reconsideremos nuestra autoimagen, examinemos nuestra complicidad y cuestionemos nuestras motivaciones. Si lográramos hacer estos sacrificios con una buena actitud, ¿podríamos abrir una puerta nueva para que Dios bendiga a otros por medio de nuestro trabajo?

La esclavitud (Deuteronomio 15:12-18)

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Un tema difícil en Deuteronomio es la esclavitud. El hecho de que se permita la esclavitud en el Antiguo Testamento genera muchos debates, los cuales no podremos resolver aquí. Sin embargo, debemos saber que la esclavitud en Israel no es igual a la esclavitud en la época moderna, incluyendo la esclavitud en los Estados Unidos, en la que se secuestraban personas africanas en su tierra natal, eran vendidos como esclavos y sus descendientes se convertían en esclavos de por vida. El Antiguo Testamento condena esta clase de práctica (Am 1:6) y la castiga con la muerte (Dt 24:7; Éx 21:16). Los israelitas se convirtieron en esclavos unos de los otros no a través del secuestro o del nacimiento desafortunado, sino debido a las deudas o la pobreza (“se vende a ti como siervo” Dt 15:12, NTV). Era preferible ser esclavo que morir de hambre, y las personas se podían vender a sí mismas como esclavas para pagar una deuda y al menos tener un lugar donde vivir. Pero la esclavitud no debía durar toda la vida. “Si tu hermano hebreo, hombre o mujer, se vende a ti como siervo y te sirve por seis años, al séptimo año deberás dejarlo en libertad.” (Dt 15:12). Luego de su liberación, las personas debían recibir una parte de la riqueza que habían producido con su trabajo. “Cuando lo libertes, no lo enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tu rebaño, de tu era y de tu lagar; le darás conforme te haya bendecido el Señor tu Dios” (Dt 15:13-14).

En algunas partes del mundo, usualmente los padres venden a sus hijos en servidumbre por deudas, una forma de trabajo que es esclavitud aunque se llame de otra manera. Otros pueden ser engañados por el tráfico sexual, del cual es difícil o hasta imposible escapar. En algunos lugares, los cristianos están liderando movimientos para erradicar estas prácticas, pero todavía se puede hacer mucho más. Imagine la diferencia si muchas más iglesias e individuos cristianos hicieran de esta una prioridad para la misión y la acción local.

En países más desarrollados, los trabajadores desesperados no se venden para trabajos forzados pero toman cualquier trabajo que encuentran. Si Deuteronomio contiene medidas de protección incluso para los esclavos, ¿no deberían aplicar también para los trabajadores? Deuteronomio les exige a los amos que cumplan los términos de los contratos y las regulaciones laborales, incluyendo la fecha establecida para la liberación, la provisión de alimento y refugio, y la responsabilidad por las condiciones laborales. Las horas de trabajo deben ser razonablemente limitadas e incluir un día de descanso semanal (Dt 5:14). Por encima de todo, los amos deben ver a sus esclavos como iguales ante los ojos de Dios, recordando que todos en el pueblo de Dios son esclavos rescatados. “Te acordarás que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te redimió; por eso te ordeno esto hoy” (Dt 15:15).

Los empleadores modernos pueden abusar de los trabajadores desesperados de forma similar a la que los amos antiguos abusaban de sus esclavos. ¿Los trabajadores pierden estas medidas de protección simplemente porque no son llamados esclavos? Si no, al menos los empleadores tienen la obligación de no tratar a los trabajadores peor que a unos esclavos. Los trabajadores vulnerables en la actualidad pueden enfrentar exigencias de trabajo de horas extra sin paga, entregarle sus propinas a los gerentes, trabajar en condiciones peligrosas o tóxicas, pagar pequeños sobornos para conseguir turnos de trabajo, sufrir acoso sexual o un trato degradante, recibir beneficios inferiores, o soportar discriminación ilegal y otras formas de maltrato. Incluso los trabajadores en buenas posiciones pueden enfrentar situaciones en las que se les niega injustamente una parte razonable de los frutos de su trabajo.

Para los lectores modernos, la aceptación de la Biblia de la esclavitud temporal parece difícil de entender —incluso aunque reconozcamos que la esclavitud antigua no era igual a la que existió entre los siglos dieciséis y diecinueve— y podemos estar agradecidos porque la esclavitud es al menos técnicamente ilegal en todo el mundo hoy día. Pero en vez de ver la enseñanza de la Biblia sobre la esclavitud como obsoleta, estaría bien que trabajáramos para abolir las formas modernas de servidumbre involuntaria y que promoviéramos las medidas de protección de la Biblia para los miembros de la sociedad que están en desventaja económica.

El soborno y la corrupción (Deuteronomio 16:18-20)

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A menudo, la efectividad de los derechos de propiedad y las medidas de protección para los trabajadores dependen de los sistemas judiciales y la aplicación de la ley. La petición de Moisés para los jueces y oficiales es especialmente importante cuando se trata del trabajo. “No torcerás la justicia; no harás acepción de personas, ni tomarás soborno, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo” (Dt 16:19). Sin la justicia imparcial sería imposible vivir y poseer la tierra que el Señor Dios nos da (Dt 16:20).

Los lugares de trabajo y las sociedades modernas siguen siendo susceptibles a los sobornos, la corrupción y los sesgos, igual que el antiguo pueblo de Israel. De acuerdo con las Naciones Unidas, el principal impedimento para el crecimiento económico de los países menos desarrollados son las fallas en el estado de derecho imparcial.[1] Puede que en los lugares en donde la corrupción es endémica, sea imposible ganarse la vida, viajar por el país o estar en paz sin pagar sobornos. Esto parece señalar que en general aquellos que tienen el poder de exigir sobornos tienen una mayor culpa que quienes los pagan, ya que se prohíbe aceptar sobornos, no pagarlos. Aun así, cualquier acción que puedan realizar los cristianos para reducir la corrupción —ya sea en la parte de recibir o de dar— es una contribución al “juicio justo” (Dt 16:18) que es sagrado para el Señor (para un estudio más detallado de las aplicaciones económicas del estado de derecho, ver “Apropiación de la tierra y derechos de propiedad” en Números 26-27; 36:1-12 anteriormente).

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Issue Brief: Rule of Law and Development [Resumen: Estado de derecho y desarrollo] (Nueva York: United Nations, 2013), 3.

La aceptación de las decisiones de los tribunales judiciales (Deuteronomio 17:8-13)

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Moisés establece un sistema de tribunales y cortes de apelación que tienen una estructura sorprendentemente similar a la de los tribunales judiciales actuales, y le ordena al pueblo que obedezca sus decisiones. “Según los términos de la ley que ellos te enseñen, y según la sentencia que te declaren, así harás; no te apartarás a la derecha ni a la izquierda de la palabra que ellos te declaren” (Dt 17:11).

Los lugares de trabajo actuales están regidos por leyes, regulaciones y prácticas con procesos de apelación, cortes y procedimientos para interpretarlas y aplicarlas apropiadamente. Pablo también afirmó que debemos obedecer estas estructuras legales (Ro 13:1). En algunos países, los que están en el poder ignoran de forma rutinaria las leyes y regulaciones o las evitan por medio de sobornos, corrupción y violencia. En otros países, pocas veces los negocios y los demás lugares de trabajo incumplen la ley intencionalmente, pero pueden tratar de infringirla por medio de acciones legales engorrosas, favores políticos o presiones que se oponen al bien común. Sin embargo, los cristianos están llamados a respetar el estado de derecho, obedecerlo, defenderlo y buscar fortalecerlo. Esto no implica que nunca deba existir la desobediencia civil; algunas leyes son injustas y se deben quebrantar si el cambio no es factible, pero estas instancias son escasas y siempre involucran un sacrificio personal en busca del bien común. En cambio, quebrantar la ley por causa del interés propio no se justifica.

De acuerdo con Deuteronomio 17:9, tanto los sacerdotes como los jueces —o como lo decimos actualmente, tanto el espíritu como la letra— son fundamentales para la Ley. Si estamos preocupados, usando tecnicismos legales con el fin de justificar las prácticas cuestionables, tal vez necesitamos un buen teólogo y un buen abogado. Debemos reconocer que las decisiones que toman las personas en el trabajo “secular” son cuestiones teológicas, no solamente legales y técnicas. Imagine a un cristiano en tiempos modernos pidiéndole a su pastor que le ayude a analizar detenidamente una decisión laboral importante cuando las cuestiones éticas o legales parezcan complicadas. Para que esto sea fructífero, el pastor debe entender que el trabajo es una tarea profundamente espiritual y debe aprender a darle una ayuda útil a los trabajadores. Tal vez un primer paso sea simplemente preguntarle a las personas acerca de su trabajo. “¿Qué acciones y decisiones toma a diario?” “¿Qué retos enfrenta?” “¿Sobre qué temas le gustaría hablar con alguien?” “¿Cuáles son sus peticiones de oración?”

El ejercicio justo de la autoridad gubernamental (Deuteronomio 17:14-20)

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Así como las personas y las instituciones no deben oponerse a la autoridad legítima, las personas en el poder no deben usar su autoridad de forma ilegítima. Moisés trata específicamente con el caso de un rey.

El rey no tendrá muchos caballos… Tampoco tendrá muchas mujeres… tampoco tendrá grandes cantidades de plata u oro. Y sucederá que cuando él se siente sobre el trono de su reino, escribirá para sí una copia de esta ley en un libro… La tendrá consigo y la leerá… observando cuidadosamente todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos y no se desvíe del mandamiento ni a la derecha ni a la izquierda. (Dt 17:16-20)

En este texto vemos dos restricciones en el ejercicio de la autoridad: aquellos en el poder no están por encima de la ley sino que deben obedecerla y defenderla, y además, no deben abusar de su poder para enriquecerse a sí mismos.

Hoy día, las personas en posiciones de autoridad pueden intentar ponerse a sí mismos por encima de la ley; por ejemplo, cuando la policía y los trabajadores de los juzgados “arreglan” sus propias multas de tránsito o las de sus amigos, o cuando los servidores públicos de alto rango o empleados de negocios no obedecen las políticas de desembolso a las cuales los demás están sujetos. De forma similar, los funcionarios pueden usar su poder para enriquecerse a sí mismos recibiendo sobornos, exenciones de licencias y zonificación, acceso a información privilegiada o uso personal de propiedad privada o pública. Algunas veces, por política o ley se les otorgan beneficios especiales a quienes están en el poder, pero en realidad eso no elimina la ofensa. El mandato de Moisés a los reyes no es que consigan una autorización legal para sus excesos, sino que eviten por completo tales excesos. Cuando aquellos en el poder usan su autoridad para ganar privilegios especiales pero también para crear monopolios para sus secuaces, apropiarse de grandes territorios y bienes y para llevar a la cárcel, torturar o asesinar a sus oponentes, lo que está en juego es la vida misma. No existe una diferencia en especie entre los abusos mínimos de poder y la opresión totalitaria, solamente el grado en el que se ejecutan.

Cuanta más autoridad tenga, mayor será la tentación de actuar como si estuviera por encima de la ley. Aquí Moisés prescribe un antídoto: el rey debe leer la ley (o la palabra) de Dios todos los días de su vida. Al hacerlo, aprende a reverenciar al Señor y cumplir las responsabilidades que Dios le ha dado y así, recuerda que también está bajo la autoridad de alguien más. Dios no le da el privilegio de hacer una ley para sí mismo, sino el deber de cumplir la ley de Dios para el beneficio de todos.

Esto mismo se aplica hoy para aquellos que tienen autoridad. Para ejercer el liderazgo de forma justa, es necesario ir a la Escritura todos los días de su vida y practicar aplicándola a las circunstancias diarias y comunes del trabajo. Solo por medio del arte de la práctica continua, no yendo ni a derecha ni a izquierda de la palabra de Dios, podemos dominar el impulso de hacer uso indebido de la autoridad. El resultado es que el líder le sirve a la comunidad (Dt 17:20), no viceversa.

El uso de los bienes para el beneficio común (Deuteronomio 23:1-24:13).

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DeDeuteronomio les exige de una forma clara a los dueños de bienes productivos que los usen para el beneficio de la comunidad. Por ejemplo, los propietarios de terrenos deben permitir que sus vecinos usen su tierra para ayudar a satisfacer sus necesidades inmediatas. “Cuando entres en la viña de tu prójimo, entonces podrás comer las uvas que desees hasta saciarte, pero no pondrás ninguna en tu cesto. Cuando entres en la mies de tu prójimo, entonces podrás arrancar espigas con tu mano, pero no meterás la hoz a la mies de tu prójimo” (Dt 23:24-25). Esta fue la ley que les permitió a los discípulos de Jesús recoger grano de los campos locales en su camino (Mt 12:1). Quienes realizaban esta actividad eran responsables de recoger el alimento para ellos mismos, y los dueños de las tierras eran responsables de darles acceso al campo.   (para más información sobre esta práctica, ver “Espigar” en Levítico 19:9-10 anteriormente).

De igual forma, aquellos que otorgaban préstamos de capital no debían exigir condiciones que pusieran en peligro la salud o la vida del que tomaba prestado (Dt 23:19-20; 24:6, 10-13). Incluso, en algunos casos, debían estar dispuestos a prestar cuando era probable que perdieran su dinero, simplemente porque la necesidad de la otra persona era demasiado grande (Dt 15:7-9) (para más información, ver “Préstamos y garantías” en Éxodo 22:25-27 anteriormente).

Dios demanda que pongamos nuestros recursos a disposición de aquellos que tienen necesidad y que al mismo tiempo seamos buenos mayordomos de los recursos que Él nos da. Por una parte, todo lo que tenemos le pertenece a Dios y Su mandato es que usemos lo que es Suyo para el bien de la comunidad (Dt 15:7). Por otro lado, Deuteronomio no dice que el terreno de una persona es patrimonio común; la gente no podía tomar todo lo que quisiera. La exigencia de contribuir al bien público está establecida en un sistema en el que la propiedad privada es el medio principal de producción. Aunque la Biblia no puede imponer normas en cuanto al balance entre la propiedad privada y pública y la sostenibilidad de varios sistemas económicos en las sociedades actuales, sí puede aportar principios y valores al respecto.

Justicia económica (Deuteronomio 24:14-15; 25:19; 27:17-25)

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Las diferencias de patrimonio y clases sociales pueden dar lugar a las injusticias. La justicia exige que se trate a los trabajadores de forma imparcial. En Deuteronomio 24:14 vemos el mandato, “No oprimirás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus conciudadanos o uno de los extranjeros que habita en tu tierra y en tus ciudades”. Ni los pobres ni los extranjeros tenían la posición en la comunidad para desafiar a un propietario de tierras en las cortes, y por eso eran vulnerables al abuso. Santiago 5:4 contiene un mensaje similar. Los empleadores deben ver sus obligaciones hacia todos sus empleados como sagradas e ineludibles.

La justicia también exige el trato equitativo de los clientes. “No tendrás en tu bolsa pesas diferentes, una grande y una pequeña” (Dt 25:13). Las pesas en cuestión se usan para medir el grano y otras mercancías en las ventas. Para el comprador sería provechoso pesar el grano con una pesa que fuera más ligera de lo que parece (la pesa pequeña). El vendedor se beneficiaría usando una pesa más pesada (la pesa grande). Deuteronomio demanda que se use siempre use la misma pesa, sea que esté comprando o vendiendo. La protección contra el fraude no se limita a las ventas, sino que aplica para toda clase de acuerdos con todos a nuestro alrededor.

Maldito el que cambie el lindero de su vecino. (Dt 27:17)

Maldito el que haga errar al ciego en el camino. (Dt 27:18)

Maldito el que pervierta el derecho del forastero, del huérfano y de la viuda. (Dt 27:19)

Maldito el que acepte soborno para quitar la vida a un inocente. (Dt 27:25)

En esencia, estas reglas prohíben toda clase de fraude. De forma similar en la actualidad, una compañía puede vender un producto que sabe que es defectuoso olvidando la implicación moral. Los clientes pueden abusar de las políticas sobre la devolución de mercancía usada de las tiendas. Las compañías pueden emitir estados financieros que incumplen los principios contables aceptados. Los trabajadores pueden dedicarse a asuntos personales o ignorar su trabajo durante el tiempo remunerado. Estas prácticas no solo son injustas, sino que quebrantan el mandato de adorar únicamente a Dios, “serás un pueblo consagrado al Señor tu Dios” (Dt 26:19).