El Señor del Sabbath (Marcos 2:23-3:6)
Como ya mencionamos en nuestro análisis sobre Marcos 1:21–34, el Sabbath está integrado en el ritmo semanal de la vida de Jesús. El conflicto que se da entre Él y los fariseos no se trata de si se debe guardar el Sabbath o no, sino cómo hacerlo. Para los fariseos, el Sabbath estaba definido principalmente en términos negativos y por tanto, la cuestión era, ¿qué es lo que prohíbe el mandamiento de no trabajar (Éx 20:8–11; Dt 5:12–15)?[1] Para ellos, hasta el acto casual de los discípulos de recoger grano constituye un tipo de trabajo y por eso, ignora la prohibición. Es interesante que describen esta acción como algo que “no es lícito” (Mr 2:24), a pesar de que en la Torá no se encuentra una aplicación tan específica como esta del cuarto mandamiento. Consideran que su interpretación de la ley es fiable y vinculante y no conciben que puedan estar equivocados. El acto de Jesús de sanar (Mr 3:1–6) es aún más cuestionable para ellos y es el factor clave que lleva a los fariseos a organizar el complot en contra de Él.
A diferencia de los fariseos, Jesús ve el Sabbath de forma positiva. El día de libertad del trabajo es un regalo por el bien de la humanidad: “El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo” (Mr 2:27). Además, el Sabbath ofrece oportunidades para poner en práctica la compasión y el amor. Tal perspectiva del día de reposo tiene un profundo antecedente profético. Isaías 58 relaciona el Sabbath con la compasión y la justicia social en el servicio a Dios, culminando con una descripción de la bendición de Dios para aquellos que llaman “al día de reposo delicia” (Is 58:13–14). La yuxtaposición de la compasión, la justicia y el Sabbath indica que el Sabbath se usa más plenamente como un día de adoración cuando se acompaña de expresiones de compasión y justicia. Después de todo, el Sabbath mismo es una rememoración de la justicia y la compasión de Dios al liberar a Israel de la esclavitud en Egipto (Dt 5:15).
El primer relato acerca del Sabbath (Mr 2:23–28) se desencadena por la acción de los discípulos de arrancar espigas.[2] Aunque Mateo agrega que tenían hambre y Lucas menciona que restriegan las espigas entre las manos antes de comerlas, Marcos describe la acción simplemente como arrancar espigas, lo que transmite su carácter casual. Es probable que los discípulos estuvieran distraídos al arrancar y frotar las espigas. La defensa de Jesús cuando los fariseos lo cuestionan parece un poco extraña al comienzo, ya que es una historia acerca del templo, no del Sabbath.
“¿Nunca habéis leído lo que David hizo cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y sus compañeros, cómo entró en la casa de Dios en tiempos de Abiatar, el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados que no es lícito a nadie comer, sino a los sacerdotes, y dio también a los que estaban con él?” (Mr 2:25–26)
Los eruditos tienen opiniones divididas en cuanto a cómo —o incluso si— funciona el argumento de Jesús según los principios de la exégesis y argumentación judía.[3] La clave es reconocer el concepto de “santidad”. Tanto el Sabbath como el templo (y lo que contiene) se describen como “santos” en la Escritura.[4] El Sabbath es un tiempo sagrado, el templo es un espacio sagrado, pero las lecciones que se pueden determinar a partir de la santidad de uno se pueden transferir al otro.
La idea que Jesús quiere transmitir es que la santidad del templo no imposibilita su participación en actos de compasión y justicia. Los espacios sagrados de la tierra no son albergues de santidad en contra del mundo, sino lugares de la presencia de Dios a favor del mundo, para Su sustento y restauración de mundo. Un lugar apartado para Dios es en esencia un lugar de justicia y compasión. “El día de reposo [y por consiguiente, el templo] se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo” (Mr 2:27). La versión de Mateo de este relato incluye el detalle, “Misericordia quiero y no sacrificio”, citado de Oseas 6:6 (Mt 12:7). Esto hace explícita esta cuestión, la cual vemos con menos énfasis en Marcos.
La misma idea emerge en la segunda controversia causada por el Sabbath, cuando Jesús sana a un hombre en una sinagoga en este día (Mr 3:1–6). La pregunta clave que Jesús hace es, “¿Es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal, salvar una vida o matar?” El silencio de los fariseos al escuchar esta pregunta es una confirmación de que el Sabbath se honra haciendo el bien, al salvar una vida.
¿Cómo aplica esto en nuestro trabajo en la actualidad? El principio del Sabbath es que debemos consagrar una porción de nuestro tiempo y mantenerlo libre de las demandas del trabajo, permitiendo que tenga un carácter particular de adoración. Esto no quiere decir que el Sabbath es el único tiempo de adoración ni que el trabajo no pueda ser una forma de adoración en sí mismo. Sin embargo, el principio del Sabbath nos da tiempo para concentrarnos en Dios de una manera diferente a lo que permite la semana de trabajo, y para disfrutar Su bendición de una forma distinta. También, es importante que nos da espacio para permitir que nuestra adoración a Dios se manifieste por medio de la compasión, el cuidado y el amor por los demás. Nuestra adoración en el Sabbath condimenta nuestro trabajo durante la semana.
Al reconocer que no existe una sola perspectiva cristiana acerca del Sabbath, la Teología del Trabajo explora un punto de vista algo diferente en la sección “El Sabbath y el trabajo” en el capítulo “Lucas y el trabajo”.
Las tradiciones rabínicas sobre este aspecto son generalizadas. Para mayor claridad, ver m. Sabb. 7:2 y m. Besah 5:2.
Lutz Doering, “Sabbath Laws in the New Testament Gospels” [Las leyes de Sabbath en los Evangelios del Nuevo Testamento], en The New Testament and Rabbinic Literature [El Nuevo Testamento y la literatura rabínica], ed. F. García Martínez y P. J. Tomson (Leiden: Brill, 2009), 208–20.
Robert A. Guelich, Mark 1-8:26 (Dallas: Word, 1989), 121-130.
En Éxodo 31:14–15, el Sabbath se presenta como un día sagrado, retomando el mandato del Decálogo de “santificarlo” (Éx 20:8), reconociendo que Dios mismo lo “santificó” (Éx 20:11). Esta noción de santidad relaciona el Sabbath con el templo, el cual se entiende que es particularmente “santo” (ver, por ejemplo, Sal 5:7 o Sal 11:4) y por supuesto, contiene el “Lugar Santísimo”.