Nuestro trabajo cumple el gran mandamiento (Marcos 12:28-34)

Comentario Bíblico /

Viendo la gran habilidad de Jesús para interpretar la Escritura, un escriba le hace una pregunta que ya había formado contienda entre los líderes judíos. “¿Cuál mandamiento es el más importante de todos?” Jesús responde con dos mandamientos unidos que eran bien conocidos por las personas que lo escuchaban. El primero es una declaración al pueblo judío tomada de Deuteronomio 6:5 “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”. Y luego, sin pausar, Jesús agrega, “el segundo es este”, y cita Levítico 19:18 “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Ver “Amar al prójimo como a uno mismo” (Levítico 19:17–18)). Si usted ama a Dios, amará a su prójimo. Para más información acerca de la relación entre estos dos mandamientos, ver “El gran mandamiento tiene un gran alcance” (Mateo 22:34–40) y “El trabajo del buen samaritano – Amar a su prójimo como a usted mismo” (Lucas 10:25–37).

La respuesta sabia de Jesús nos muestra las prioridades de Dios. Si hay dos tareas en las que Dios desea que nos concentremos más, es en amar a Dios y amar a las personas que nos rodean. Vale la pena mencionar que al decir, “como usted mismo”, Jesús también espera que nos amemos a nosotros mismos.

Afortunadamente, el trabajo puede ser una de las formas principales en las que respondemos al Gran Mandamiento. Aun así, muchas personas no reconocen que su trabajo puede ser un medio para amar a otros. Muchos trabajos les dan a los cristianos la oportunidad de suplir las necesidades básicas de otra persona. Por ejemplo, veamos el caso de la atención médica. El doctor que escribe una receta médica, el farmacéutico que reúne los medicamentos y la persona que surte los estantes en la farmacia desempeñan un rol en la prestación de los servicios de salud necesarios para su prójimo. Yendo más allá en la cadena de abastecimiento, vemos el trabajo invaluable de los científicos que prueban la efectividad de las intervenciones médicas, los trabajadores de construcción que se encargan del mantenimiento de los caminos por los que viajan los medicamentos y los trabajadores sociales que procesan las solicitudes del seguro médico; todos aman a su prójimo al satisfacer sus necesidades humanas básicas.

Pero las necesidades de los seres humanos no se limitan únicamente a la atención en salud. Las personas también necesitan alimento, refugio, risas y participación en algo más grande que ellos mismos. Así que los campesinos y los trabajadores de restaurantes, los constructores de casas y aseguradores, los comediantes y los niños y los filósofos y pastores tienen una forma de amar a otros por medio de su trabajo diario, simplemente haciendo bien su trabajo. Cada vez que usted cruza una calle depende del amor que le demuestran los mecánicos que trabajaron en los frenos de cada automóvil que se dirige a la intersección.

Por medio del trabajo suplimos nuestras necesidades financieras y las de nuestra familia. Ya que Dios le manda a cada persona que se ame a sí misma, esta es otra forma en la que el trabajo cumple el Gran Mandamiento.

Por último, nos podemos preguntar cómo amamos a Dios por medio del trabajo. Una manera de hacerlo es amando a Dios conscientemente mientras trabajamos, una forma que se ha vuelto famosa gracias a sabios como el Hermano Lorenzo. Pero si la conciencia permanente no es nuestro don particular, podemos amar a Dios haciendo algo que Él desea que se haga. La historia más amplia de la redención que ofrece Jesús nos da una imagen de lo que Dios quiere que se haga en el mercado. Muchas industrias o lugares de trabajo tienen problemas que necesitan redención. Un trabajador cristiano puede hacer algo que Dios desea al ser un ejemplo de perdón, compasión e integridad.

Sea cual sea la forma en la que trabajamos, es importante recordar el orden de las dos partes del gran mandamiento. Amar a Dios es primero y amar al prójimo está en el segundo lugar. Como señala Dorothy Sayers, “El segundo mandamiento depende del primero, y sin el primero, se convierte en un espejismo y una trampa… Si ponemos primero a nuestro prójimo, estamos poniendo al ser humano por encima de Dios y eso es lo que hemos hecho desde que comenzamos a adorar a la humanidad y a hacer del hombre la medida de todas las cosas… De hecho, existe una paradoja respecto al trabajo para servir a la comunidad y es esta: apuntar directamente al servicio de la comunidad es falsificar el trabajo. La única forma de servir a la comunidad es olvidar a la comunidad y ocuparse del trabajo”.[1]

En la práctica, esto significa que amamos a nuestro prójimo haciendo un verdadero trabajo, es decir, un trabajo como Dios desea que se haga. Tal vez esta forma no sea la preferida de nuestro prójimo —el comprador, el cliente, el compañero de trabajo, el proveedor, etc. Por ejemplo, es posible que nuestros compañeros de trabajo quieran que les sirvamos haciendo su trabajo, pero Dios querría que les sirviéramos ayudándoles a hacerlo ellos mismos. Un cliente puede querer que le vendamos un producto con el precio más bajo, mientras que Dios desearía que eduquemos al cliente acerca del porqué un artículo más costoso es mejor para él, para el medioambiente o la comunidad. La primera mitad del Gran Mandamiento planta nuestros pies en la tierra sólida de los propósitos de Dios. Debemos trabajar para otros como siervos de Dios, no como personas que solo quieren agradar a los demás.

Luego de escuchar la respuesta de Jesús a su pregunta, el escriba concluye que Jesús tiene las prioridades correctas. Amar a Dios y amar a las personas son en realidad más importantes que los mandamientos específicos que demanda la ley judía. Jesús le responde al escriba, “no estás lejos del reino de Dios”. De forma similar, cuando nuestras acciones se encuentran al nivel del estándar del Gran Mandamiento, cuando amamos a Dios completamente y nos interesamos por los demás con la misma intensidad con la que nos interesamos por nosotros mismos, traemos el reino de Dios a nuestro lugar de trabajo.

Dorothy L. Sayers, Letters to a Diminished Church: Passionate Arguments for the Relevance of Christian Doctrine [Cartas a una iglesia debilitada: argumentos fervientes a favor de la relevancia de la doctrina cristiana] (Nashville: Thomas Nelson, 2004), 142.