El estatus (Marcos 10:13–16, 22)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Un aspecto distintivo de la forma en que Marcos presenta esta historia es que la ubica justo al lado del relato de los niños que le llevan a Jesús y la declaración posterior de que debemos recibir el reino como lo hacen los niños (Mr 10:13–16). Lo que relaciona los dos pasajes tal vez no es la cuestión de encontrar seguridad o depender de recursos financieros en vez de en Dios. En cambio, el aspecto crucial es el tema del estatus. En la sociedad mediterránea antigua, los niños no tenían un estatus o al menos, tenían una baja condición social[1] ya que no poseían ninguna de las propiedades por las cuales se determinaba el estatus. Esencialmente, no poseían nada. El joven rico, en cambio, tenía bastantes símbolos de estatus (Mr 10:22) y poseía muchos bienes. (En el relato de Lucas, se le llama “dirigente” de forma explícita, Lucas 18:18 NVI). El joven rico puede perderse la entrada al reino de Dios tanto por su esclavitud al estatus social como por su esclavitud a la riqueza misma.

En los lugares de trabajo actuales, no necesariamente el estatus y las riquezas van de la mano, pero para aquellos que aumentan su riqueza y su estatus social por medio del trabajo, esta es una advertencia doble. Aunque logremos usar la riqueza de forma piadosa, puede ser mucho más difícil escapar de la trampa de la esclavitud al estatus. En años recientes, varios personajes millonarios recibieron bastante publicidad debido a que se comprometieron a donar al menos la mitad de su riqueza.[2] Su generosidad es asombrosa y de ninguna manera deseamos criticar a los donantes. Solo nos podemos preguntar, ya que el valor de dar es tan reconocido, ¿por qué no dar mucho más de la mitad? Quinientos millones de dólares sigue siendo una suma que excede por mucho la cantidad necesaria para vivir cómodamente. ¿Es posible que el estatus que se conserva al seguir siendo millonario (o al menos un poco menos millonario) sea un impedimento para dedicar toda su fortuna a los propósitos que son claramente importantes para un donante? ¿Esto es diferente para los trabajadores que tienen recursos moderados? ¿Valorar el estatus evita que le dediquemos más de nuestro tiempo, talento y tesoro a lo que reconocemos que es verdaderamente importante?

La misma pregunta se le podría hacer a quienes tienen un estatus que no está relacionado con la riqueza. Los académicos, políticos, pastores, artistas y muchos más pueden tener un estatus privilegiado gracias a su trabajo, sin necesidad de ganar una gran cantidad de dinero. El estatus puede ser un resultado del trabajo, por ejemplo, en una universidad en particular o por ser aclamado por un círculo en especial. ¿El estatus se puede convertir en una forma de esclavitud que no nos permite arriesgar nuestra posición tomando una postura impopular o tomar otro trabajo más fructífero en otro lugar?

¿Qué tan doloroso puede ser poner nuestro estatus del trabajo en riesgo —incluso un poco— con el fin de servir a otra persona, atenuar una injusticia, mantener la integridad moral o vernos a nosotros mismos con los ojos de Dios? Jesús tenía todo este estatus y mucho más y tal vez es por eso que trabajó tan duro para dejarlo a un lado, por medio de la oración diaria a Su Padre y estando en compañía de personas de dudosa reputación constantemente.

Bruce Malina and Richard Rohrbaugh, A Social-Scientific Commentary on the Synoptic Gospels (Minneapolis: Fortress, 1992), 238.  “Los niños tenían un estatus bajo entre la comunidad o la familia. Un niño menor de edad estaba a la par con los esclavos y solo después de alcanzar la madurez se convertía en una persona libre que podía heredar el patrimonio familiar. El término ‘niños’ también se podía usar como un fuerte insulto (ver Mateo 11:16–17)”.

Stephanie Strom, “Pledge to Give Away Half Gains Billionaire Adherents” [El compromiso de los millonarios de donar la mitad de su fortuna les gana adeptos], New York Times, Agosto 4, 2010.