La vida en la pobreza y la prosperidad (Filipenses 4:12-13, 18)
Finalmente, Pablo menciona cómo vivir tanto en pobreza como en prosperidad. Esto tiene una implicación directa en el trabajo, ya que el trabajo hace la diferencia entre la pobreza y la prosperidad para nosotros, o al menos para los que recibimos un pago por nuestro trabajo. De nuevo, el consejo de Pablo es simple, pero difícil de seguir. No haga de su trabajo un ídolo con la expectativa de que siempre va a proveer lo suficiente para usted. Más bien, trabaje por el beneficio de otros y aprenda a estar contento con lo mucho o poco que reciba. En efecto, es un consejo difícil. Las personas en algunas profesiones —como los maestros, trabajadores del área de la salud, servicio al cliente y padres, para nombrar solo algunos— pueden estar acostumbradas a trabajar más tiempo del acordado para ayudar a los que lo necesitan, aún sin recibir una remuneración extra. Otros esperan ser ampliamente recompensados por el servicio que dan. Imagine a un alto ejecutivo o banquero de inversiones trabajando sin un contrato ni un objetivo de bonificación, diciendo, “yo cuido a los clientes, empleados y accionistas y estoy feliz de recibir cualquier cantidad que decidan darme al final del año”. Aunque no es común, algunas personas lo hacen. Pablo simplemente dice:
Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece… Lo he recibido todo y tengo abundancia; estoy bien abastecido. (Fil 4:12–13, 18)
El punto no es qué tanto o qué tan poco nos paguen (dentro de lo razonable). Más bien, es si nos motiva el beneficio que nuestro trabajo les trae a otros o si solo pensamos en nuestros propios intereses. Además, esa misma motivación debería impulsarnos a rechazar las instituciones, las prácticas y los sistemas que resultan en extremos, ya sea de demasiada abundancia o demasiada pobreza.