Abdías salva a cien personas gracias a su trabajo dentro de un sistema corrupto (1 Reyes 18:1-4)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Durante este periodo encontramos al menos dos episodios que merecen nuestra atención. El primero es cuando Abdías salva a cien profetas y puede ser de ayuda para aquellos que se preguntan si deben dejar un trabajo en una organización que ha perdido la ética, una decisión que muchos enfrentan en el mundo del trabajo.

Abdías es el jefe de personal en el palacio del rey Acab (Acab es famoso hasta el día de hoy como el más malvado de los reyes de Israel). La reina Jezabel, esposa de Acab, ordena que se asesine a los profetas del Señor. Ya que era un alto oficial en la corte de Acab, Abdías conoce la operación de antemano así como los medios para evitarla. Él esconde a cien profetas en dos cuevas y les provee pan y agua hasta que la crisis disminuye. Ellos se salvan solo porque alguien que “temía en gran manera al Señor” (1R 18:3) está en una posición de autoridad para protegerlos. Una situación similar ocurre en el libro de Ester, y se cuenta con mayor detalle. Ver “Trabajar dentro de un sistema caído (Ester)” más adelante en “Esdras, Nehemías, Ester y el trabajo”.

Sin duda, trabajar en una organización corrupta y malvada es desalentador, y sería mucho más fácil renunciar y encontrar un lugar más santo para trabajar. Con frecuencia, renunciar es la única forma de evitar que nosotros mismos hagamos algo incorrecto, pero no existe un lugar de trabajo en el mundo que sea totalmente bueno y en cualquiera de ellos enfrentaremos dilemas éticos. Además, entre más corrupto sea el lugar de trabajo, más necesita personas piadosas. Si existe alguna forma de permanecer en dicho lugar sin hacer parte de la maldad, es posible que Dios quiera que permanezcamos allí. Nuestra responsabilidad de hacer lo que esté a nuestro alcance para ayudar a otros parece ser más importante para Dios que nuestro deseo de considerarnos moralmente puros a nosotros mismos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de oficiales que se oponían a Hitler permanecieron en el Abwher (la inteligencia militar) porque esto les daba un medio tanto para proteger judíos como para tratar de eliminar a Hitler del cargo. Sus planes fracasaron y la mayoría fueron ejecutados, incluyendo el teólogo Dietrich Bonhoeffer. Cuando explicaron por qué permanecieron en el ejército de Hitler, él dijo que, “la pregunta definitiva que se debe hacer no es cómo evadir heroicamente el asunto, sino cómo va a vivir la generación venidera”.[1] Si la forma de lograr el bien de la mayor manera requería quedarse dentro de la maquinaria de guerra alemana, entonces Bonhoeffer creía que era su deber cristiano quedarse. Nuestra responsabilidad de hacer lo que esté a nuestro alcance para ayudar a otros parece ser más importante para Dios que nuestro deseo de considerarnos a nosotros mismos como moralmente puros.

Dietrich Bonhoeffer, Letters and Papers from Prison [Cartas y apuntes desde el cautiverio] (Nueva York: Touchstone, 1997), 7.