El trabajo dentro de un sistema caído (Ester 1-10)
El libro de Ester comienza con una fiesta lujosa que ofrece el rey Asuero (conocido en la historia fuera de la Biblia como Jerjes) para mostrar su magnificencia (Est 1:1-8). Luego de consumir grandes cantidades de vino, Asuero le ordenó a sus siervos que trajeran a la reina Vasti con el fin de mostrarla y alardear ante los invitados de la fiesta (Est 1:10-11). Al ver que la solicitud era humillante, Vasti se rehusó (Est 1:12). Su negativa molestó a los hombres que asistieron, quienes temían que su ejemplo llevaría a otras mujeres en el reino a levantarse contra sus esposos (Est 1:13-18). Por lo tanto, Vasti fue “despedida”, por decirlo de alguna manera, y comenzó el proceso para encontrar una nueva reina para Asuero (Est 1:21-2:4). Este episodio describe una cuestión familiar, pero toda familia de la realeza también es un lugar de trabajo del ámbito político. Por esto, la situación de Vasti también es una cuestión relacionada con el lugar de trabajo, en la que el jefe busca explotarla debido a su condición de ser mujer y después la retira de su lugar cuando ella no responde conforme a lo que él desea.
Cuando el rey buscó el reemplazo de Vasti, una joven judía llamada Ester terminó en el harén en donde la prepararon exhaustivamente para que el rey la recibiera en su habitación una noche (Est 2:8-14). Desde nuestro punto de vista, ella estaba cautiva en un sistema opresivo y sexista y pronto iba a perder su virginidad en manos de un tirano egoísta. Sin embargo, ella no era una víctima pasiva, sino que hizo que el sistema funcionara para su propio beneficio, durmiendo con el rey, guardando silencio acerca de la opresión de Vasti y engañando al rey acerca de su origen étnico (Est 2:20).
Gracias a su extraordinaria belleza, Ester se ganó el favor del rey y fue coronada como la nueva reina (Est 2:17). Su disposición para unirse a un harén real y convertirse en la esposa de un rey pagano es aún más sorprendente, teniendo en cuenta el énfasis que se da en Esdras y Nehemías acerca de lo incorrecto que es el matrimonio entre judíos y gentiles (Esd 9:1-4; Neh 13:23-27). Luego de leer la oración de confesión y dolor de Esdras al enterarse de que algunos judíos se habían casado con gentiles (Esd 9:13-15), solo nos podemos imaginar qué podrá haber pensado acerca del matrimonio de Ester y Asuero.
El contraste entre el cumplimiento fiel de Esdras y Nehemías a la ley judía y las concesiones religiosas y morales de Ester no podría verse más claramente. Ester estaba dispuesta a hacer lo que fuera para salir adelante; estaba ansiosa por tomar ventaja de la mala fortuna de cualquier otra mujer y más que dispuesta a someterse a la explotación. Las concesiones morales —sean o no de la magnitud de las de Ester— son comunes para casi todos los cristianos en sus lugares de trabajo. ¿Hay alguien que jamás haya realizado acciones moralmente dudosas en su trabajo? ¿Hay alguien que nunca haya guardado silencio cuando el maltrato hacia otro funciona para su propio beneficio, o cuando el jefe esconde su propia incompetencia despidiendo a un subordinado, o al ver que el trabajo más peligroso y sucio queda una vez más para el extranjero? ¿Hay alguien que nunca haya matizado la verdad para ganar lo que quería, insinuando que tuvo una mayor responsabilidad de la verdadera por un evento pasado o pretendiendo saber más de lo que realmente sabe en una clase o en el trabajo?
Ester entró al palacio con su acceso al alto poder e influencia. No parecía interesada en si Dios tendría algún plan o propósito para ella allí. De hecho, Dios ni siquiera se menciona en el libro de Ester, aunque eso no significa que Dios no tenía un plan o un propósito para ella en la corte de Asuero. Resulta que su primo Mardoqueo era más cuidadoso de guardar la ley judía, lo cual tiempo después causó que tuviera un conflicto con el más alto oficial de Asuero, Amán (Est 3:1-6). Amán respondió conspirando para matar no solo a Mardoqueo sino a todo el pueblo judío (Est 3:7-15) y cuando Mardoqueo supo de la confabulación, le informó a Ester. Aunque todo su pueblo estaba a punto de ser destruido, ella parecía indiferente.
La excusa de Ester fue que involucrarse en el problema podría poner en peligro su posición e incluso su vida (Est 4:11). Parecía que el rey ya había perdido el interés en ella, ya que no la había llamado durante los treinta días anteriores. Es inconcebible pensar que el rey estaba durmiendo solo, lo que significa que alguna otra mujer (o mujeres) había “sido llamada para ir al rey” (Est 4:11). Para Ester, intervenir a favor de su pueblo sería demasiado arriesgado, pero Mardoqueo le respondió con dos argumentos. Primero, que la vida de ella estaba en riesgo, sea que interviniera o no. “No pienses que estando en el palacio del rey sólo tú escaparás entre todos los judíos” (Est 4:13). Y segundo, “¿Quién sabe si para una ocasión como ésta tú habrás llegado a ser reina?” (Est 4:14). Estos dos argumentos juntos llevaron a que Ester diera un giro de 180 grados. “Iré al rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco” (Est 4:16). La persona que solo quería ascender en su posición social y que no se interesaba por el bien de nadie sino el suyo propio, de repente ofrece arriesgar su vida por el bien de otros.
Note que los dos argumentos de Mardoqueo se referían a dos aspectos diferentes. El primero trata sobre la autoconservación. Tú, Ester, eres judía, y si se ordena que se asesine a todos los judíos, eventualmente te encontrarán y te asesinarán. El segundo argumento se refiere al destino, con una insinuación de obra divina. Ester, si te preguntas porqué tú de todas las jóvenes terminaste siendo la esposa de rey, tal vez es porque hay un propósito más grande para tu vida. El primer argumento parece básico, mientras que el segundo parece noble. ¿Cuál de los dos produjo el cambio en Ester?
Tal vez ambos argumentos de Mardoqueo fueron los pasos hacia el cambio de opinión de Ester. El primer paso fue la identificación. Por fin, Ester se identificó con su pueblo. En este sentido, ella tomó el mismo paso que Jesús tomó al nacer cuando se identificó con la humanidad. Y tal vez este paso, tomado egoístamente como pudo ser en el caso de Ester, es lo que abrió su corazón a los propósitos de Dios.
El segundo paso fue el servicio. Identificada ahora con el peligro mortal de su pueblo, Ester asumió la tarea de intervenir con el rey arriesgando su posición, sus posesiones y su vida. Su posición privilegiada se convirtió en un medio para servir, en vez de ser un servicio para sí misma. A pesar de su historia, la cual inicia con incredulidad e inobservancia, Dios usó a Ester no menos de lo que usó a Esdras y Nehemías, dos grandes ejemplos morales. El servicio de Ester se ajusta al lugar de trabajo actual de diferentes maneras:[1]
Muchas personas, cristianas o no, hacen concesiones éticas en su búsqueda del éxito en su carrera. Ya que todos estamos en los zapatos de Ester, todos tenemos la oportunidad —y responsabilidad— de dejar que Dios nos use de todas maneras, a pesar de nuestra historia de fracaso moral. ¿Usted ha tomado atajos para conseguir su empleo? A pesar de ello, Dios lo usará para pedir que se termine con las prácticas engañosas en su lugar de trabajo. ¿Usted ha hecho un uso inapropiado de bienes corporativos? Aun así, Dios puede usarlo para depurar los registros falsificados en su departamento. La hipocresía pasada no es excusa para no acatar lo que Dios requiere ahora de usted. Que haya usado mal sus habilidades dadas por Dios en el pasado no significa que debe creer que no puede usarlas para los buenos propósitos de Dios ahora, y Ester es el modelo para todos nosotros, los que no estamos a la altura de la gloria de Dios. Así que no diga, “Si supiera cuántos atajos poco éticos he tomado para llegar aquí. Ahora Dios no puede usarme”.
Dios usa las circunstancias vigentes de nuestra vida. La posición de Ester le dio oportunidades únicas de servir a Dios. La posición de Mardoqueo le dio a él oportunidades diferentes. Debemos aprovechar las oportunidades particulares que tenemos; en vez de decir, “Yo haría algo grandioso para Dios si tuviera la oportunidad”, debemos decir, “tal vez he llegado a esta posición para una ocasión como esta”.
Nuestra posición es espiritualmente peligrosa. Es posible que lleguemos a dejar que nuestro valor y nuestra misma existencia sean determinadas por nuestra posición. Entre más privilegiadas sean, más grande será el peligro. Ester dejó de verse a sí misma como una joven judía y comenzó a verse solamente como la reina de Persia. Hacer lo mismo nos vuelve esclavos de factores que no podemos controlar. Si convertirnos en Director General, tener un puesto permanente o mantener un buen trabajo se convierte en algo tan importante que dejamos a un lado todo lo demás, entonces ya nos hemos perdido.
Servir a Dios requiere arriesgar nuestra posición. Si usted usa su posición para servir a Dios, puede perder la posición y sus posibilidades futuras. Esto es doblemente aterrador si usted se identifica a sí mismo con su trabajo o su carrera laboral. Sin embargo, la verdad es que nuestra posición también está en riesgo si no servimos a Dios. El caso de Ester es extremo ya que sabía que podía ser asesinada si arriesgaba su posición al intervenir y sería asesinada si no intervenía. De alguna manera, ¿nuestra posición es más segura que la de Ester? Como lo dice la frase famosa de Jim Elliot, no es ningún necio el que entrega lo que no puede guardar, para ganar lo que no puede perder. En realidad, el trabajo hecho para el servicio de Dios nunca se podrá perder.
Para Ester y los judíos, la historia tiene un final feliz. Ester se arriesgó a acercarse al rey sin haber sido invitada, y aun así obtuvo gracia ante sus ojos (Est 5:1-2). Ella usó un plan astuto para engatusarlo en el transcurso de dos banquetes (Est 5:4-8; 7:1-5) y para manipular a Amán para que expusiera su propia hipocresía en su búsqueda de asesinar a los judíos (Est 7:6-10). El rey revocó el juicio contra los judíos (Est 8:11-14) y recompensó a Mardoqueo y a Ester con riquezas, honor y poder (Est 8:1-2; 10:1-3). Ellos a su vez mejoraron la situación de los judíos en el Imperio persa (Est 10:3). Amán y los enemigos de los judíos fueron sacrificados (Est 7:9-10; 9:1-17), y las fechas de la salvación de los judíos —el 14 y 15 de Adar— se convirtieron desde entonces en el festival de Purim (Est 9:17-23).
Las ideas de esta sección se extraen del sermón de Tim Keller “If I Perish, I Perish” [Si perezco, perezco], el cual fue dado en la iglesia presbiteriana Redeemer en la ciudad de Nueva York, el 22 de abril del 2007. Este sermón se puede descargar en formatos MP3 y de disco compacto, 42.17, en: http://www.gospelinlife.com/if-i-perish-i-perish-5610.html.