Cultivar el carácter en medio de las dificultades en el trabajo (Salmos 90, 101)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

El Libro 4 comienza con el sombrío Salmo 90. “Haces que el hombre vuelva a ser polvo… acabamos nuestros años como un suspiro” (Sal 90:3, 9). Este salmo centra nuestra atención en la dificultad y la brevedad de la vida. “Los días de nuestra vida llegan a setenta años; y en caso de mayor vigor, a ochenta años. Con todo, su orgullo es sólo trabajo y pesar, porque pronto pasa, y volamos” (Sal 90:10). La brevedad de la vida oscurece cada aspecto de nuestra existencia y nuestro trabajo. Tenemos solo algunos años en los que debemos ganar lo suficiente para sustentar a nuestras familias, ahorrar para los tiempos difíciles o para la vejez, contribuir al bien común y hacer nuestra parte en el trabajo de Dios en el mundo. Cuando jóvenes, puede que no tengamos la experiencia suficiente para obtener el trabajo que queremos. Cuando viejos, nuestras habilidades están en declive y debemos sufrir la discriminación por la edad. En medio de estas dos etapas, nos preocupa si estamos en un camino lo suficientemente rápido para alcanzar nuestros objetivos. El trabajo fue diseñado para ser una labor creativa en cooperación con Dios (Gn 2:19), pero la presión del tiempo hace que se sienta como “solo trabajo y pesar”.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Invitemos a Dios a que habite en nuestro trabajo, sin importar lo extenuante que parezca. “Manifiéstese Tu obra a Tus siervos… Confirma, pues, sobre nosotros la obra de nuestras manos; sí, la obra de nuestras manos confirma” (Sal 90:16-17). Esto no implica simplemente poner recordatorios de nuestro Señor en el lugar de trabajo. Significa incluir a Dios en la “obra de nuestras manos”. Esto implica ser conscientes de la presencia de Dios en el trabajo, reconocer el propósito de Dios para nuestro trabajo, comprometernos con el trabajo de acuerdo con los principios de Dios y servir a aquellos a nuestro alrededor, quienes después de todo fueron creados a imagen de Dios (Gn 1:27; 9:6; Stg 3:9).

El Salmo 101:2 ilustra cómo nos podemos equipar para hacer el trabajo de Dios. “Prestaré atención al camino de integridad. ¿Cuándo vendrás, Señor, a mí? En la integridad de mi corazón andaré dentro de mi casa”. Cultivar un buen carácter delante de Dios y las personas es nuestra primera tarea. Si tenemos hijos, uno de nuestros trabajos es ayudarles a conocer los caminos de Dios y crecer en el carácter piadoso. Hacemos el trabajo de Dios cuando manejamos bien nuestros hogares y les damos a nuestros hijos la oportunidad de crecer fuertes y estar preparados para las dificultades de la vida. Para los nihilistas y los cínicos, la crueldad de la vida justifica la inmoralidad y el egoísmo; para los creyentes, es una razón todavía mayor para cultivar el carácter.