La ofrenda del producto del trabajo humano para Dios (Números 4 y 7)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

El Señor da instrucciones detalladas para levantar la tienda de reunión, el lugar de Su presencia con Israel. La tienda de reunión requería materiales producidos por una gran variedad de trabajadores: cuero fino, paño azul, paño carmesí, cortinas, varas y palos, platos, cucharas, tazones, jarras, candelabros, lámparas, tenazas, aceite y las jarras para llevarlo, un altar de oro, ceniceros, tenedores, palas e incienso aromático (Nm 4:5-15) (para una descripción similar, consulte  “El Tabernáculo” en Éxodo 31:1-12 anteriormente). En el transcurso de la adoración, las personas traían más productos del trabajo humano, como ofrendas de bebidas (Nm 4:7 y otros), grano (4:16 y otros), aceite (7:13 y otros), corderos y ovejas (6:12 y otros), chivos (7:16 y otros) y metales preciosos (7:25 y otros). Casi todas las ocupaciones —de hecho casi todas las personas— del pueblo de Israel son necesarias para que la adoración a Dios sea posible en la tienda de reunión.

Los levitas alimentaban a sus familias principalmente con una porción de los sacrificios. Estas se les asignaban porque, a diferencia de las demás tribus, ellos no poseían tierras para cultivar (Nm 18:18-32). Los levitas no recibían sacrificios porque ellos fueran santos, sino porque al presidir los sacrificios, llevaban a todo el pueblo a tener una relación santa con Dios. El pueblo, no los levitas, eran los principales beneficiarios de los sacrificios. De hecho, todo el sistema de sacrificios como tal era un componente del sistema de suministro alimentario. Fuera de algunas partes que se quemaban en el altar y de la parte de los levitas mencionada anteriormente, las partes principales de las ofrendas de grano y animales se destinaban para el consumo de aquellos que las traían.[1] Todo el pueblo de Israel se alimentaba en parte con los sacrificios. En general, los sacrificios no aislaban algunas cosas santas del resto de la producción humana, sino que transmitían la presencia de Dios a la vida y el trabajo de toda la nación.

De igual forma en la actualidad, los productos y servicios de todo el pueblo de Dios son expresiones de poder del trabajo de Dios en los seres humanos, o al menos eso deberían ser. El Nuevo Testamento desarrolla este tema del Antiguo Testamento de forma específica. “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1P 2:9). Todo nuestro trabajo es trabajo de sacerdocio cuando proclama la bondad de Dios. Todo lo que resulta de nuestro trabajo —sea cuero y ropa, trastes y platos, materiales de construcción, planes de clase, pronósticos financieros, y todo lo demás— son productos sacerdotales. Nuestras labores —lavar ropa, sembrar cultivos, criar niños y todas las demás formas de trabajo legítimo— son un servicio sacerdotal para Dios. Todos debemos preguntarnos sobre nuestro trabajo, “¿cómo refleja la bondad de Dios, hace visible al Señor ante aquellos que no lo reconocen y cumple Sus propósitos en el mundo?” Todos los creyentes, no solo el cuerpo ministerial, son descendientes de los sacerdotes y levitas en Números, y hacen el trabajo de Dios todos los días.

David P. Wright, “The Disposal of Impurity: Elimination Rites in the Bible and in Hittite and Mesopotamian Literature” [Desechar la impureza: ritos de eliminación en la Biblia y en la literatura mesopotamia e hitita], Society of Biblical Literature Dissertation Studies [Disertaciones de la Sociedad de literatura bíblica] 101 (1987):34-36.