Cuando Dios habla por medios inesperados (Números 22-24)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En Números 22 y 23, el protagonista no es Moisés sino Balaam, un hombre que vivía cerca del camino por el cual Israel se acercaba lentamente a la tierra prometida. Aunque él no era israelita, era un sacerdote o profeta del Señor. El rey de Moab reconoció el poder de Dios en las palabras de Balaam cuando dijo, “yo sé que a quien tú bendices es bendecido, y a quien tú maldices es maldecido”. El rey de Moab tuvo miedo de la fuerza del pueblo de Israel y envió sus emisarios a pedirle a Balaam que viniera a Moab y maldijera a los israelitas para acabar con la amenaza que ellos representaban (Nm 22:1-6).

Dios le informa a Balaam que Él ha escogido a Israel como una nación bendita y le ordena que no vaya a Moab ni maldiga a Israel (Nm 22:12). Sin embargo, después de la insistencia del rey de Moab, Balaam decide ir a Moab. Sus anfitriones tratan de sobornarlo para que maldiga a Israel, pero Balaam les advierte que él solo hará lo que Dios mande (Nm 22:18). Pareciera que Dios está de acuerdo con este plan, pero mientras Balaam va en su asna hacia Moab, un ángel del Señor bloquea su camino tres veces. El ángel es invisible para Balaam, pero el asna puede ver al ángel y se desvía varias veces del camino. Balaam se enfurece con el asna y comienza a golpearla con su vara. “Entonces el Señor abrió la boca del asna, la cual dijo a Balaam: ¿Qué te he hecho yo que me has golpeado estas tres veces?” (Nm 22:28). Balaam conversa con el asna y se da cuenta de que el animal había comprendido mucho más claramente la guía de Dios que él mismo. Los ojos de Balaam son abiertos, ve el ángel y recibe las instrucciones de Dios acerca de cómo tratar con el rey de Moab. El Señor le recuerda, “Ve con los hombres, pero hablarás sólo la palabra que Yo te diga” (Nm 22:35). En los capítulos 23 y 24, el rey de Moab continúa suplicándole a Balaam que maldiga a Israel, pero en cada oportunidad Balaam responde que el Señor declara que Israel es una nación bendita. Eventualmente, él logra disuadir al rey de atacar a Israel (Nm 24:12-25), evitando así la destrucción inmediata de Moab a manos del Señor.

Balaam es similar a Moisés porque logra seguir la guía del Señor a pesar de sus fracasos ocasionales. Como Moisés, él desempeña un papel importante en el cumplimiento de plan de Dios de llevar a Israel a la tierra prometida. Pero Balaam también es muy distinto de Moisés y de muchos otros héroes de la Biblia hebrea. Él mismo no es israelita y su principal logro es salvar de la destrucción a Moab, no a Israel. Por estas dos razones, los israelitas estarían muy sorprendidos de leer que Dios le habló a Balaam tan clara y directamente como a los profetas y sacerdotes de Israel. Aún más sorprendente —tanto para Israel como para el mismo Balaam— es que la guía de Dios llegó en el momento decisivo por medio de las palabras de un animal, una simple asna. En dos formas sorprendentes, vemos que la guía de Dios no viene a través de los medios predilectos de las personas, sino por medio de los recursos que Dios mismo escoge. Si Dios decide hablar por medio de un enemigo potencial o incluso una bestia del campo, debemos poner atención.

El pasaje no nos dice que el medio principal por el cual Dios nos guía es necesariamente un profeta extranjero o un asno, pero sí nos explica algo sobre escuchar la voz de Dios. Para nosotros es fácil escuchar la voz de Dios solamente por los medios que conocemos. Con frecuencia, esto significa que escuchamos únicamente a aquellas personas que piensan, hablan y actúan como nosotros o que pertenecen a nuestros círculos sociales. También puede indicar que nunca le ponemos atención a quienes toman una posición diferente a la nuestra. Se vuelve fácil creer que Dios nos está diciendo exactamente lo que ya estamos pensando. Los líderes refuerzan esto a menudo al rodearse de un grupo limitado de delegados y consejeros de pensamiento similar. Tal vez somos más parecidos a Balaam de lo que quisiéramos, pero por la gracia de Dios, ¿podríamos aprender de alguna forma a escuchar lo que Dios nos puede decir incluso por medio de personas en las que no confiamos o fuentes con las que no estamos de acuerdo?