El fiasco del liderazgo de los jueces (Jueces 9-16)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Las fallas de Gedeón se intensifican en los jueces que siguen. Abimelec, el hijo de Gedeón, unifica al pueblo alrededor de sí mismo luego de asesinar a sus setenta hermanos, quienes representaban un obstáculo para él (Jue 9). Jefté comienza como un forajido y luego libera al pueblo de los amonitas, pero destruye a su propia familia y su futuro con una promesa espantosa que causó la muerte de su hija (Jue 11). Sansón, el juez más famoso, causa estragos entre los filisteos, pero desafortunadamente sucumbe ante la seducción de Dalila, una mujer pagana, lo que lo llevó a su ruina (Jue 13-16).

¿Qué debemos pensar de todo esto respecto a nuestro trabajo en la actualidad? Primero, las historias de los jueces afirman la verdad de que Dios actúa por medio de personas imperfectas. Esta es una realidad ya que varios de los jueces —Gedeón, Barac, Sansón y Jefté— reciben elogios en el Nuevo Testamento junto con Rahab (Heb 11:31-34). El libro de Jueces no duda en señalar que el Espíritu de Dios los empoderó para que lograran actos poderosos de liberación en situaciones en las que las probabilidades eran agobiantes (Jue 3:10; 6:34; 11:29; 13:25; 14:6-9; 15:14). Además, ellos fueron más que herramientas en la mano del Señor, ya que respondieron positivamente al llamado de Dios de salvar a Israel y por medio de ellos, el Señor liberó a Su pueblo una y otra vez.

Aun así, el contenido general de Jueces no nos alienta a ver a estos hombres como ejemplos a seguir. La carga del libro es que Israel es un desastre plagado de concesiones, y sus líderes son una decepción por causa de su desobediencia al pacto de Dios. Una lección más apropiada que se puede tomar es que el éxito —incluso el éxito dado por Dios— no conlleva necesariamente el favor de Dios. Cuando nuestros esfuerzos en el trabajo son bendecidos, especialmente en las circunstancias adversas, es tentador pensar, “Bueno, obviamente Dios tiene su mano en esto, así que me debe estar recompensando por ser una buena persona”. Sin embargo, la historia de los jueces muestra que Dios trabaja cuando quiere, como quiere y por medio del que quiere. Él actúa de acuerdo con Sus planes, no de acuerdo a nuestro mérito o la falta del mismo. No podemos tomar el crédito como si mereciéramos las bendiciones del éxito. De igual forma, no podemos juzgar a aquellos a quienes consideramos menos merecedores del favor de Dios, como nos lo recuerda Pablo en Romanos 2:1.