Libertad en cristo

Artículo / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Estas tres consideraciones —las necesidades del mundo, tus habilidades y dones, y tus más auténticos deseos— son guías, pero no son absolutas. De partida, en un mundo caído, puede que tengas muy poca capacidad de escoger tu empleo, de todos modos. A través de la historia, la mayoría de las personas han tenido el trabajo de esclavo, agricultor o dueña de casa, y esa sigue siendo la situación en gran parte del mundo. Cuesta imaginar que —aparte de unos pocos países desarrollados— Dios quiere que la mayoría de las personas sean esclavas, agricultoras o dueñas de casa. Más bien pareciera que las circunstancias impiden que la mayoría de las personas escojan el trabajo que verdaderamente desean realizar. Esto no implica que algunas personas no disfruten o no deberían disfrutar la agricultura, la atención del hogar, o cualquier otro tipo de trabajo legítimo, sino más bien que las circunstancias del mundo dictan que muchas personas trabajan en empleos que no les gustan. No obstante, bajo el cuidado de Dios, incluso ser esclavo puede ser una bendición (Mateo 24:45-47, 1 Corintios 7:21-24). Esto de ninguna forma legitima la esclavitud en el mundo actual. Simplemente significa que Dios está contigo dondequiera que trabajes. Puede ser mejor aprender a apreciar el trabajo que tienes —y hallar formas de participar en la obra de Cristo en ese empleo— que tratar de hallar un trabajo que creas que te va a gustar más.

Incluso en las economías desarrolladas, muchas personas tienen pocas opciones en cuanto al tipo de trabajo con el que se ganan la vida. La comunidad cristiana haría bien en equipar a las personas tanto para tomar decisiones respecto a su profesión, como para seguir la dirección de Dios en cualquier trabajo que estemos realizando. Cualquiera que sea tu empleo, los dones de Dios te permiten trabajar para el bien común, hallar más conformidad en tu trabajo, y superar o soportar los aspectos negativos de tu situación. Lo que es más importante, Dios promete una final liberación del arduo trabajo, de la labor agotadora, y los cardos.

¿Qué hay de aquellos con pocas alternativas y un llamado difícil? ¿Puede el trabajo duro y extenuante, una necesidad humana, ser un llamado? Pensemos, por ejemplo, en la historia de Graeme Marriott de sus llamados como padre de tres hijos y capataz en CBM Waste Management.

Somos una pequeña… compañía. Habíamos entrado en el reciclaje, pero no es muy rentable. Nuestra atención se vuelve hacia la disposición de desechos. Mi labor es operar el lugar: organizo y hago algunos trámites. Recogemos basura y reciclamos… Hay tres personas, y comenzamos a las 3 a. m… Conduzco el compactador la mitad del recorrido, y corro detrás del camión la otra mitad. Lo he estado haciendo por seis años. Proceso el reciclaje todos los días. Es un trabajo manual pesado. Hay que levantar cosas, hay mucho ruido especialmente cuando se procesa. Correr… calles empinadas es físicamente exigente especialmente en verano… Hay que empezar temprano, y eso interrumpe la vida familiar. Se trabaja todos los días, en todas las condiciones atmosféricas, incluso en días feriados. Al ser un servicio esencial, no se pueden tener días libres. Me gusta el desafío del aspecto físico: ¿qué tan rápidos y eficientes podemos llegar a ser?

Pero es una labor bastante mecánica: aplastar botellas, correr detrás del camión… La gente me pregunta acerca de mi trabajo y me ven como un vago. En cierto sentido es el último de los empleos. Pero es esencial y la gente depende de él.  Si nos fuéramos a huelga, y la basura comenzara a apilarse, sería un riesgo sanitario… El reciclaje es más importante estos días, y me respetan un poco. La escuela de mi hija me pidió que les hablara a los niños acerca del reciclaje. Estos temas del reciclaje nos afectan a todos, así que mi rol es importante. Sé que aunque a veces cuesta decirlo, Dios me ha llamado a hacer mi trabajo.

Graeme tiene un empleo extenuante, pero él le saca provecho, compartiendo los aspectos difíciles, y se toma en serio su responsabilidad como algo que proviene de la mano de Dios.

Aun si efectivamente tienes la libertad de escoger tu trabajo, estas tres consideraciones son guías, no dictadores. En Cristo, los creyentes tienen perfecta libertad:

Juan 8:36

Si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.

2 Corintios 3:17

Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y, donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad

Eso significa que tienes la libertad de tomar riesgos, de fallar, y cometer errores. Dios podría guiarte a un empleo del cual no sabes nada, para el cual no tienes habilidad, y no crees que te gustaría. ¿Estarías dispuesto a tomar ese empleo? A la inversa, más tarde en la vida podrías descubrir que pasaste por alto el llamado profesional de Dios para ti. Cobra ánimo, porque al final no serás juzgado por conseguir el empleo adecuado o realizar el potencial que Dios te ha dado. Serás juzgado según los méritos de Jesucristo, que se te aplica por la gracia de Dios al darte fe. El llamado a pertenecer a Cristo es el único llamado imprescindible.

El cuerpo de Cristo en la tierra es la comunidad de creyentes (Romanos 12:5). Por lo tanto, la libertad en Cristo significa que el llamado o dirección de Dios se discierne mejor en diálogo con la comunidad, no aisladamente. Ya hemos visto que las necesidades del mundo (una forma de comunidad) son importantes en tanto que disciernes a qué tipo de trabajo te está dirigiendo Dios. La comunidad también es un importante factor en cómo disciernes la dirección de Dios. En Hechos leemos acerca de la dirección del Espíritu Santo cuando Pablo y Bernabé fueron enviados por la iglesia de Antioquía en una misión (Hechos 13:2-3) y cuando los gentiles fueron aceptados en la que entonces era una iglesia mayoritariamente judía sin las gravosas leyes judías: «Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros» (Hechos 15:28). Tal discernimiento comunitario, lidiando unos con otros y en una mutua rendición de cuentas, es un buen modelo para nuestro discernimiento vocacional, aunque obviamente también hay libertad y responsabilidad individual.

El arzobispo William Temple estaba en lo correcto en que elegir una carrera por razones egoístas o individuales, sin un verdadero sentido de llamado, confirmado colectivamente, «probablemente sea el mayor pecado que cualquier joven pueda cometer, porque consiste en apartar deliberadamente de la lealtad a Dios la mayor parte del tiempo y la fuerza»1. Pero la falta es en igual medida —si no mayor— de la iglesia que ha dejado a las personas a sus propios recursos, sin el beneficio del discernimiento comunitario y la orientación vocacional, a menos que estén considerando el ministerio ordenado. No obstante, puedes tomar la iniciativa de reunir a tu comunidad para que te ayude a discernir tu llamado. Hazles las siguientes preguntas a las personas de tu comunidad que mejor te conocen: ¿qué perciben los demás como la dirección de Dios para ti? ¿Qué experimentan ellos como tus dones y habilidades, las necesidades del mundo, y los deseos más profundos que disciernen en ti? Inicia discusiones acerca de la dirección de Dios con las personas de tu comunidad que te conocen bien. Puede ser sabio hablar con un compañero o consejero espiritual, reunir opiniones de personas con las que trabajas, o pedirle a un grupo de personas que se reúnan contigo regularmente en tanto que disciernes la dirección de Dios.

La comunidad es también un elemento esencial en el discernimiento de quién es guiado hacia los distintos tipos de trabajo necesarios en el mundo. Muchas personas pueden tener dones y deseos similares que pueden ayudar a satisfacer las necesidades del mundo. Pero puede que Dios no quiera que todos ellos hagan el mismo trabajo. Necesitas discernir no solo el trabajo al que Dios te está dirigiendo, sino también el trabajo al que está dirigiendo a otros. La comunidad necesita un todo equilibrado que trabaje en armonía. Por ejemplo, los médicos aportan poderosos dones y habilidades —y generalmente un profundo deseo de sanidad— a las grandes necesidades del mundo de salud física. No obstante, en Estados Unidos al menos, puede haber demasiados especialistas y no suficientes médicos de atención primaria que satisfagan las necesidades de la comunidad. Uno a uno, los estudiantes de medicina están compatibilizando sus dones, deseos y las necesidades del mundo para discernir una dirección hacia la medicina. Pero en general, el conjunto de médicos se está desequilibrando un poco. El discernimiento del llamado de Dios es una labor comunitaria.

Citado sin fuente en Os Guinness, The Call (Nashville: Word, 1998) 47.