Conclusiones

Artículo / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En este artículo, hemos tomado en serio el llamado y la dirección de Dios a personas de diversos tipos de trabajo ordinario. Con esto intentamos corregir la antigua tendencia protestante a considerar el trabajo ordinario como algo irrelevante para Dios e indigno de su llamado. Pero sería igualmente equivocado elevar la importancia de tu empleo o profesión a una posición de idolatría. Conseguir el empleo preciso no trae salvación, ni siquiera felicidad. Además, el verdadero objetivo del trabajo para el cristiano es servir al bien común, no promover sus propios intereses. A lo largo de toda una vida, el servicio al bien común se realiza mucho más al hacer el trabajo cotidiano poniendo el mayor empeño en Cristo, que al hallar el mejor empleo para ti mismo.

En la novela de Gail Godwin Evensong, un personaje reafirma la vocación de otro diciéndole: «Algo es tu vocación si siempre está haciéndote mejor». Es más que un simple trabajo, es parte de una «vida fiel y floreciente». Aunque hoy el lenguaje de la pasión lo invade todo, la vocación la incluye, pero es más que pasión en el sentido emocional. Es el compromiso y una disciplinada práctica de un enfoque de por vida, y no una aproximación de «picoteo» a la comida, o una aproximación de «zapeo» a los medios de comunicación. Es esto lo que «siempre está haciéndote mejor». De esta forma, la vocación o llamado está conectado con un pacto holístico de largo plazo en relación con las responsabilidades de nuestro rol —con nuestro prójimo más cercano— como esposos y esposas, padres e hijos, jefes y trabajadores, gobernantes y ciudadanos. La mirada de Godwin ayuda a orientarnos hacia las vocaciones que fomentan el florecimiento de la vida.

Gregory Jones complementa a Godwin: «A la inversa, debemos evitar aquellas vocaciones que probablemente nos hagan “peores”, especialmente si es probable que en ellas seamos “marchitados” por una u otra forma de pecado. Es posible que nos volvamos “peores” a causa de nuestras propias tentaciones, de una particular incompatibilidad entre lo que hacemos y los dones que Dios nos ha dado, de sucesos contingentes que ahogan las posibilidades de continuar con una vocación específica, o de las prácticas o instituciones corruptivas que actualmente configuran nuestra vocación»1.

Pero la frase de Goodwin «hacerte mejor» puede ser absorbida por una seductora cultura de autorrealización. Es necesario situarla junto a la afirmación de Dietrich Bonhoeffer en El costo del discipulado de que «cuando Cristo llama [a alguien], le ordena venir y morir»2. Los precoces dones de Bonhoeffer no llegaron a su plena madurez, pero él nos dejó un ejemplo de alguien que cumplió su llamado fundamental siguiendo a Cristo, aun hasta la muerte. Que nosotros también tengamos el valor de morir diariamente en nuestro propio llamado, por difícil que este sea.

E. Gregory Jones, Everyday Matters (Nashville: Abingdon, 2003), 42 citando Evensong (Nueva York: Ballantine Books, 2000), sin página.

Dietrich Bonhoeffer, El costo del discipulado (Medley, FL: Peniel, 2017).