Conclusiones de Isaías
Al ser cristianos que vivimos en la tensión entre la inauguración del reino de Dios y su cumplimiento venidero, nuestro disfrute del trabajo y del fruto de nuestra labor para la alabanza de la gloria de Dios anuncia el día en el que dicha tensión terminará. Podría decirse de la siguiente manera: cuando los cristianos disfrutan su trabajo y el fruto que este produce para la alabanza de la gloria de Dios, prueban un poco del cielo en la tierra. Cuando todo sea corregido y los cielos y la tierra sean como se había previsto originalmente, el trabajo no cesará, sino que continuará y será un gran deleite para aquellos que lo realicen, ya que el aguijón de la Caída será eliminado irrevocablemente.
El trabajo duro y el deleite en su fruto son regalos de Dios para disfrutar y compartir con otros. Por medio de estos regalos, podemos contribuir al florecimiento humano y al alivio del sufrimiento. La profecía de Isaías presenta un retrato hermoso del hecho de que, incluso en nuestro trabajo de lunes a viernes, debemos cumplir la ley amando a Dios y a nuestro prójimo (ver Mt 22:33–40). En la economía de Dios, no podemos amar al Señor y no amar a nuestro prójimo. Cuando realizamos nuestro trabajo en este contexto de gracia que es posible por la obra perdonadora y restauradora de Jesucristo, nuestro gozo puede ser completo. Cuando la labor y el trabajo se convierten en enfoques tergiversados de nuestro propio engrandecimiento personal a costa de la dignidad de nuestros subordinados y la opresión del pobre y el marginado, la palabra profética sarcástica de Isaías sigue hablándonos con poder: “este no es el ayuno que he escogido”. Cuando el trabajo se disfruta en el contexto de amar a Dios y amar al prójimo, se puede probar un poco de los nuevos cielos y la nueva tierra en el aquí y el ahora.