Discriminar a los pobres y ganarse el favor de los ricos (Santiago 2:1-13)
Santiago aplica ambos principios fundamentales en una advertencia contra el favoritismo por los ricos y poderosos. Comienza con el segundo principio, el de trabajar en beneficio de los necesitados. “Si en verdad cumplís la ley real conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis. Pero si mostráis favoritismo, cometéis pecado” (Stg 2:8–9). El pecado cuando preferimos a los ricos y poderosos es que nos estamos sirviendo a nosotros mismos, no a otros. Esto se debe a que los ricos y poderosos tienen la posibilidad de concedernos parte de sus riquezas y poder, en cambio los pobres no pueden hacer nada por nosotros. Sin embargo, ellos son los necesitados. Santiago ilustra su punto mostrando el trato especial que podría recibir una persona rica y bien vestida en la iglesia, mientras que una persona pobre y andrajosa es tratada con desdén. Incluso en algo tan sencillo como ir a la iglesia, los pobres necesitan una palabra de bienvenida. Los ricos —que son bienvenidos en todas partes— no tienen esa necesidad.
Santiago recurre a Levítico 19:18 —“amarás a tu prójimo como a ti mismo”— para expresar que mostrarle favoritismo a los ricos y excluir o ser irrespetuosos con los pobres no es una ofensa menor en contra de la ley de Dios que el asesinato o el adulterio (Stg 2:8–12). Al hacerlo, no estamos tratando a nuestro prójimo como a nosotros mismos o ni siquiera estamos reconociendo que una persona pobre es nuestro prójimo.
Aunque Santiago está hablando sobre las reuniones de la iglesia, también hay aplicaciones para el trabajo. En el trabajo podemos prestarle atención a las personas que nos pueden ayudar o a las que necesitan nuestra ayuda. En un lugar de trabajo sano, este puede ser simplemente un tema de énfasis. En un lugar de trabajo disfuncional —en donde todos compiten unos contra otros en una lucha de poder— se requiere valentía para estar del lado de los vulnerables. Rehusarse a tener favoritos es peligroso, en especial cuando enfrentamos el favoritismo arraigado socialmente, que es evidente en la discriminación étnica, los estereotipos de género o la intolerancia religiosa.
Aunque Santiago expresa su argumento en términos de trabajar en beneficio de los necesitados, esta aplicación trae de forma implícita el principio de confiar en Dios. Si verdaderamente confiamos en que Dios nos provee, no estaremos tan tentados a mostrarle favoritismo a los ricos y poderosos. No tendremos miedo de relacionarnos con las personas impopulares en el trabajo o la escuela. Santiago no nos exhorta a hacer buenas obras a pesar de la falta de fe en Cristo y a confiar en la provisión de Dios. Más bien, demuestra cómo la fe en Cristo hace posible que hagamos buenas obras. Irónicamente, los pobres ya viven esta verdad a diario. “¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que Él prometió a los que le aman?” (Stg 2:5). Esta es probablemente una alusión a las palabras de Jesús del Sermón de monte o del llano (Mt 5:3; Lc 6:20). Los pobres no heredan el reino porque sean mejores personas que los ricos, sino porque ponen su confianza en Dios. Al no tener los medios para depender de sí mismos, o para congraciarse con los ricos, han aprendido a depender de Dios.