La intelectual Dámaris (Hechos 17:17)

Artículo / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En tanto que el apóstol Pablo continuaba su ministerio en diversas ciudades griegas, un día llegó a la singular ciudad de Atenas, conocida por su universidad y su clima intelectual. En Hechos 17 lo vemos recorriendo la ciudad, asombrado por todos los ídolos y santuarios dedicados a una infinidad de dioses y diosas. En Hechos 17:17 leemos que Pablo «discutía en la sinagoga con los judíos y con los gentiles temerosos de Dios, y diariamente en la plaza con los que estuvieran presentes. También disputaban con él algunos de los filósofos epicúreos y estoicos». A partir de esto, lo invitaron a dar un discurso en el Areópago, el concilio principal de Atenas. Cuando habló de Jesús, algunos se burlaron de él, pero otros creyeron. Entre los creyentes había una mujer llamada Dámaris.

En la cultura de esa ciudad, las mujeres llevaban vidas recluidas. Pero había un grupo de mujeres eximidas de ello. Ellas eran las cortesanas intelectuales, prostitutas de clase alta vinculadas a hombres ricos de la ciudad. Estas mujeres eran capaces de defenderse intelectualmente, y sostenían debates esotéricos sobre asuntos filosóficos. La Biblia no nos dice específicamente que Dámaris fuera una cortesana, pero el hecho de que se le permitiera estar presente en el encuentro de Pablo con los líderes de la ciudad sugiere fuertemente esa posibilidad. Tanto su libertad para estar en público como su capacidad para seguir la conversación de Pablo con los líderes le permitieron entender y aceptar el evangelio que Pablo enseñaba. Ella pasó a ser una de los nuevos convertidos al cristianismo en la ciudad de Atenas.

El estudioso del Nuevo Testamento Richard Bauckham nos dice que cada vez que nos encontramos con el nombre de alguien en el libro de Hechos, está allí porque esa persona había llegado a hacerse ampliamente conocida entre las iglesias cristianas como maestro y líder. Dado que conocemos el nombre de Dámaris, también sabemos que ella era conocida por su ministerio en las iglesias. Siendo ella misma una intelectual, tenía la capacidad de llegar a la intelectualidad de Atenas. 

Si Dámaris comenzó su carrera como una acompañante de clase alta y la terminó como evangelista, podríamos preguntarnos qué cambio produjo esto en sus ingresos, influencia, o condiciones laborales. Las respuestas pueden estar perdidas en la historia. Como mínimo, podemos decir que Dios puede guiar a una mujer a cambiar de carrera, y él ciertamente les encomienda importantes labores a mujeres de una diversidad de trasfondos.