Sufrir con Cristo para ser glorificados con Cristo (Romanos 8:15-17)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Pablo contrasta la vida en el Espíritu con la vida bajo la ley judía. Pablo dice que los creyentes han recibido un “espíritu de adopción” como hijos de Dios, en vez de “un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor” (Ro 8:15). Todos los que son de Cristo (Ro 8:9–10) ahora son hijos adoptados de Dios. En cambio, los que están bajo la ley viven en esclavitud del poder del pecado y también viven con temor, posiblemente a las amenazas de castigo que tiene la ley por la desobediencia. Los creyentes son libres de este temor, ya que “no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (Ro 8:1). Cuando vivimos fielmente en Cristo, no enfrentamos las amenazas del castigo de la ley, incluso cuando hacemos algo malo en nuestra vida y trabajo cotidianos. Las dificultades y fracasos aún pueden perjudicar nuestro trabajo, pero la respuesta de Dios no es condenación sino redención. Dios traerá algo que vale la pena a partir de nuestro trabajo fiel, sin importar lo mal que parezca en el presente.

Al menos dos aspectos de estos versículos orientan nuestro enfoque al trabajo o la vida en nuestro lugar de trabajo. Primero, como hijos adoptados de Dios, nunca estamos solos en nuestro trabajo. Sin importar nuestra falta de satisfacción o frustraciones con las personas con las que trabajamos o con el mismo trabajo, o incluso una falta de apoyo para el trabajo por parte de nuestra familia, el Espíritu de Dios en Cristo mora con nosotros. Dios siempre está buscando una oportunidad de redimir nuestro sufrimiento y convertirlo en algo bueno y gratificante en nuestras vidas. Como vimos antes sobre Romanos 5, soportar fielmente la dificultad y el sufrimiento en nuestro trabajo puede llevar a la formación del carácter y a encallar nuestra esperanza para el futuro. (Ver “La gracia transforma el sufrimiento de nuestra vida en Cristo”, anteriormente en Romanos 5:1–11).

Segundo, en un momento u otro, la mayoría de personas encuentran fracasos, frustraciones y dificultades en su trabajo. Nuestro trabajo nos exige ciertas obligaciones que de otra manera no tendríamos, incluso algunas tan simples como llegar a tiempo todos los días. Puede que en efecto asumir estos retos fielmente haga que el trabajo sea más provechoso y gratificante. Con el tiempo, estas vivencias nos dan más confianza en la presencia redentora de Dios y hacen que experimentemos más de Su Espíritu que nos motiva y nos da energía.

En algunos casos, es posible que lo acepten y lo apoyen por traer reconciliación y justicia a su lugar de trabajo. En otras situaciones puede que se opongan, lo amenacen, lo castiguen o lo despidan. Por ejemplo, las malas relaciones son una característica desafortunada de muchos lugares de trabajo. Puede que para un departamento sea común sabotear los logros de otro departamento. Los conflictos entre los gerentes y los trabajadores pueden haberse convertido en algo institucionalizado. Puede que un bravucón, una camarilla académica, una pandilla del área de producción, una línea racial divisoria o un jefe abusivo aterroricen a las personas en la oficina. Si usted trae reconciliación en situaciones como estas, puede que la productividad se incremente, que la rotación se reduzca, que se aumente la moral, que repunte el servicio al cliente y que usted sea alabado o ascendido. Por otra parte, es casi seguro que los abusivos, las camarillas, las pandillas, las divisiones raciales y los jefes abusivos se opondrán a su labor.