La fe/fidelidad, la entrada a la justicia de Dios (Romanos 3:27-31)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En la sección anterior, vimos Romanos 3:22–26 y resaltamos la rectitud/justicia que Dios nos da en la salvación. Ahora veremos el pasaje de nuevo para resaltar el papel de la fe.

La justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción; por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su sangre a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús. (Ro 3:21–26, énfasis agregado)

Claramente, el regalo de Dios de la rectitud/justicia está ligado íntimamente con la fe y la creencia. Esto nos lleva a uno de los temas más famosos en Romanos: el papel de la fe en la salvación. De muchas maneras, la reforma protestante se basó en prestarle atención a esta idea y a pasajes similares en Romanos, y su importancia sigue siendo fundamental para casi todos los cristianos hoy día. Aunque hay muchas maneras de describirla, la idea central es que por la fe, las personas pueden tener una relación correcta con Dios.

La raíz griega pistis se traduce como “fe” (o algunas veces “creer”, como en uno de los casos anteriores), pero también como “fidelidad”, por ejemplo, en Romanos 3:3. El idioma español distingue entre la fe (la aprobación, confianza o compromiso mental) y la fidelidad (acciones consistentes con la fe de la persona). Pero en el griego, existe solamente la palabra pistis para ambos, la fe y la fidelidad. No hay una separación entre lo que una persona cree y la evidencia de esa creencia en sus propias acciones. Si usted tiene fe, actúa con fidelidad. Dado que en la mayoría de lugares de trabajo nuestra fidelidad (lo que hacemos) será más directamente evidente que nuestra fe (lo que creemos), la relación entre estos dos aspectos de pistis adquiere un significado particular en el trabajo.

Aquí, Pablo habla de “la pistis de Jesús” dos veces, en Romanos 3:22 y 3:26. Si se tradujera literalmente, el griego dice “pistis de Jesús”, no “pistis en Jesús”. Por tanto, la redacción literal de Romanos 3:22 es que somos salvos por la fidelidad de Jesús a Dios (la pistis de Jesús). En otros pasajes, pistis se refiere claramente a nuestra fe en Jesús, como en Romanos 10:9, “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo”. En verdad, nuestra fe en Jesús no puede separarse de la fidelidad de Jesús a Dios. Nuestra fe en Jesús se da gracias a la fidelidad de Jesús a Dios en la cruz, y respondemos viviendo fielmente para Él y poniendo nuestra confianza en Él. Recordar que nuestra salvación emana de la fidelidad de Jesús, y no solamente de nuestra creencia, evita que convirtamos la posesión de la fe en una nueva forma de rectitud por obras, como si nuestro acto de decir “creo en Jesús” fuera lo que nos trajera salvación.

El significado completo de la fe/fidelidad en el texto de Pablo tiene dos implicaciones importantes para el trabajo. Primero que todo, evita el temor de que por tomar nuestro trabajo seriamente, flaqueemos al reconocer que la salvación viene solamente por medio del regalo de Dios de la fe. Cuando recordamos que la fidelidad de Cristo en la cruz ya ha cumplido el trabajo de la salvación y que nuestra fe en Cristo viene solamente por la gracia de Dios, entonces reconocemos que nuestra fidelidad a Dios en el trabajo es simplemente una respuesta a Su gracia. Somos fieles en nuestro trabajo porque Dios nos ha dado la fe como un regalo gratuito.

Segundo, la fidelidad de Cristo nos impulsa a ser más y más fieles. De nuevo, esto no es porque pensemos que nuestras acciones fieles nos hacen salvos, sino porque al haber recibido la fe en Cristo, deseamos de todo corazón ser más como Él. Pablo habla de esto como la “obediencia a la fe” (Ro 1:5; 16:26). Sin fe es imposible ser obedientes a Dios. Pero si Dios nos da fe, entonces podemos responder en obediencia. De hecho, gran parte de la segunda mitad de Romanos se dedica a mostrarnos cómo ser más obedientes a Dios como un resultado de Su gracia dada por medio de la fe.