Vivir conforme al Espíritu (Romanos 8)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Vivir conforme al Espíritu conduce a una nueva calidad de vida (Romanos 8:1-14)

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Aunque los creyentes son libres de la ley, andar en novedad de vida se basa en una estructura moral firme (de ahí, “la ley del Espíritu”, Ro 8:2). Pablo le llama a esta estructura moral “vivir conforme al Espíritu” o poner la mente en el Espíritu (Ro 8:5). Ambos términos se refieren al proceso de razonamiento moral que nos guía mientras caminamos en novedad de vida.

Esta clase de guía moral no funciona listando hechos específicos que son correctos o incorrectos. En cambio, consiste en seguir la “ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” que ha liberado a los creyentes “de la ley del pecado y de la muerte” (Ro 8:1–2). Las palabras vida y muerte son la clave. Como lo discutimos anteriormente en Romanos 6, Pablo entiende el “pecado”, la “muerte” y la “carne” como fuerzas espirituales en el mundo, que llevan a las personas a actuar de formas contrarias a la voluntad de Dios y que producen caos, desespero, conflicto y destrucción en sus vidas y en sus comunidades. En contraste, vivir conforme al Espíritu significa hacer todo lo que traiga vida en vez de muerte. “Porque la mente puesta en la carne [nuestra costumbre antigua de juzgar] es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz” (Ro 8:6). Poner la mente en el Espíritu significa buscar lo que puede traer más vida a cada situación.

Por ejemplo, la ley judía enseña, “no matarás” (Éx 20:13). Pero vivir conforme al Espíritu va mucho más allá de no matar a alguien literalmente, sino que busca de forma activa oportunidades de traer una mejor calidad de vida para las personas. Puede que implique limpiar la habitación de un hotel para que los huéspedes tengan buena salud. Puede que signifique quitar el hielo de la acera (o el pavimento) de un vecino para que los peatones puedan caminar seguros. Puede que implique estudiar durante años para obtener un doctorado con el fin de desarrollar nuevos tratamientos para el cáncer.

Otra forma de verlo es que vivir conforme al Espíritu significa vivir una nueva calidad de vida en Cristo. Esto viene de dejar a un lado nuestros juicios sobre lo que merecen otras personas y en cambio, buscar lo que les traería una mejor calidad de vida, sea que lo merezcan o no. Al distribuir tareas, un gerente podría asignar tareas que amplíen las habilidades de sus subordinados, en vez de limitarlos a lo que ya son capaces de hacer, e invitarlos a pedir información todos los días. Cuando le soliciten que preste una herramienta de recambio, un proveedor habilidoso podría mostrarle a un trabajador con poca experiencia una nueva técnica que evitará que se rompa la herramienta la próxima vez. Cuando su hijo le pregunte, “¿por qué murió nuestra mascota?”, un padre podría preguntarle, “¿tienes miedo de que muera alguien que amas?”, en vez de solamente explicar la causa directa de la muerte de la mascota. En cada una de estas situaciones, la meta moral es traer una mejor calidad de vida para la otra persona, en vez de cumplir un mandato de la ley.

Traer vida, en vez de cumplir la ley, es la guía moral de aquellos que están siendo salvos por la gracia de Dios. Somos libres de actuar conforme al Espíritu en vez de esclavizarnos a la ley, porque “no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (Ro 8:1).

La inclusión de Pablo de la “paz” como una característica de poner nuestra mente en el Espíritu (Ro 13:6, como se mencionó anteriormente), apunta a los aspectos sociales de vivir conforme al Espíritu, porque la paz es un fenómeno social.[1] Cuando seguimos a Cristo, tratamos de traer una nueva calidad de vida para nuestra sociedad, no solo para nosotros mismos. Esto significa prestar atención a las condiciones sociales que menoscaban la vida en el trabajo y en todos los demás lugares. Hacemos lo que podemos para contribuir a que la vida de las personas con las que trabajamos sea mejor. Al mismo tiempo, trabajamos para que haya justicia/rectitud en los sistemas sociales que determinan las condiciones del trabajo y los trabajadores.

Los cristianos podemos ser una fuerza positiva para el mejoramiento —e incluso la supervivencia— si les ayudamos a nuestras organizaciones a tener en cuenta la necesidad de una nueva calidad de vida. Tal vez no podamos hacer grandes cambios en nuestras organizaciones por nuestra cuenta, pero si podemos construir relaciones con otros, ganarnos la confianza de las personas y escuchar a los que no son escuchados, ayudaremos a que la organización progrese. Además, tenemos el ingrediente secreto: nuestra fe de que la gracia de Dios nos puede usar para traer vida incluso a la situación en la que haya más muerte.

Por el otro lado, si no ponemos nuestra mente en el Espíritu, podemos llegar a ser arrogantes y destructivos en nuestras relaciones con los demás trabajadores, los competidores, los clientes u otros. Poner nuestra mente en el Espíritu requiere evaluar constantemente las consecuencias o el fruto de nuestro trabajo, siempre preguntando si nuestro trabajo realza la calidad de vida de otras personas. Si somos honestos en nuestra evaluación, también se requiere sin duda un arrepentimiento diario y la gracia para cambiar.

Robert Jewett, Romans: A Commentary [Un comentario de Romanos] (Minneapolis: Fortress Press, 2007), 487.

Sufrir con Cristo para ser glorificados con Cristo (Romanos 8:15-17)

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Pablo contrasta la vida en el Espíritu con la vida bajo la ley judía. Pablo dice que los creyentes han recibido un “espíritu de adopción” como hijos de Dios, en vez de “un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor” (Ro 8:15). Todos los que son de Cristo (Ro 8:9–10) ahora son hijos adoptados de Dios. En cambio, los que están bajo la ley viven en esclavitud del poder del pecado y también viven con temor, posiblemente a las amenazas de castigo que tiene la ley por la desobediencia. Los creyentes son libres de este temor, ya que “no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (Ro 8:1). Cuando vivimos fielmente en Cristo, no enfrentamos las amenazas del castigo de la ley, incluso cuando hacemos algo malo en nuestra vida y trabajo cotidianos. Las dificultades y fracasos aún pueden perjudicar nuestro trabajo, pero la respuesta de Dios no es condenación sino redención. Dios traerá algo que vale la pena a partir de nuestro trabajo fiel, sin importar lo mal que parezca en el presente.

Al menos dos aspectos de estos versículos orientan nuestro enfoque al trabajo o la vida en nuestro lugar de trabajo. Primero, como hijos adoptados de Dios, nunca estamos solos en nuestro trabajo. Sin importar nuestra falta de satisfacción o frustraciones con las personas con las que trabajamos o con el mismo trabajo, o incluso una falta de apoyo para el trabajo por parte de nuestra familia, el Espíritu de Dios en Cristo mora con nosotros. Dios siempre está buscando una oportunidad de redimir nuestro sufrimiento y convertirlo en algo bueno y gratificante en nuestras vidas. Como vimos antes sobre Romanos 5, soportar fielmente la dificultad y el sufrimiento en nuestro trabajo puede llevar a la formación del carácter y a encallar nuestra esperanza para el futuro. (Ver “La gracia transforma el sufrimiento de nuestra vida en Cristo”, anteriormente en Romanos 5:1–11).

Segundo, en un momento u otro, la mayoría de personas encuentran fracasos, frustraciones y dificultades en su trabajo. Nuestro trabajo nos exige ciertas obligaciones que de otra manera no tendríamos, incluso algunas tan simples como llegar a tiempo todos los días. Puede que en efecto asumir estos retos fielmente haga que el trabajo sea más provechoso y gratificante. Con el tiempo, estas vivencias nos dan más confianza en la presencia redentora de Dios y hacen que experimentemos más de Su Espíritu que nos motiva y nos da energía.

En algunos casos, es posible que lo acepten y lo apoyen por traer reconciliación y justicia a su lugar de trabajo. En otras situaciones puede que se opongan, lo amenacen, lo castiguen o lo despidan. Por ejemplo, las malas relaciones son una característica desafortunada de muchos lugares de trabajo. Puede que para un departamento sea común sabotear los logros de otro departamento. Los conflictos entre los gerentes y los trabajadores pueden haberse convertido en algo institucionalizado. Puede que un bravucón, una camarilla académica, una pandilla del área de producción, una línea racial divisoria o un jefe abusivo aterroricen a las personas en la oficina. Si usted trae reconciliación en situaciones como estas, puede que la productividad se incremente, que la rotación se reduzca, que se aumente la moral, que repunte el servicio al cliente y que usted sea alabado o ascendido. Por otra parte, es casi seguro que los abusivos, las camarillas, las pandillas, las divisiones raciales y los jefes abusivos se opondrán a su labor.

Esperar ansiosamente la redención corporal para nosotros y la creación de Dios (Romanos 8:18-30)

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Ser “glorificado” con Cristo (Ro 8:17) es nuestra esperanza para el futuro, pero de acuerdo con Pablo, esa esperanza es parte de un proceso que ya está en marcha. Debemos participar pacientemente en él con la expectativa de que en algún punto se completará (Ro 8:18–25). El regalo del Espíritu Santo ya recibido como “las primicias” de este proceso (Ro 8:23) implica nuestra adopción como hijos de Dios (Ro 8:14–17, 23), lo que constituye una prueba de que el proceso está en marcha.

Este proceso culmina con “la redención de nuestro cuerpo” (Ro 8:23). Este no es un rescate de nuestra alma fuera de nuestro cuerpo físico, sino la transformación de nuestro cuerpo junto con toda la creación (Ro 8:21). Este proceso ya ha comenzado y hoy día experimentamos sus “primicias” (Ro 8:24) en nuestra vida y en el trabajo. Aún hay más y mejores cosas por venir, pero en el presente “la creación entera” gime con “dolores de parto” mientras espera ansiosamente la liberación de su propia “esclavitud de la corrupción” (Ro 8:19–23). Claramente, Pablo está usando una imagen de Génesis 2–3, en donde no solo Adán sino toda la creación misma fue sometida a corrupción y muerte y ya no era capaz de vivir conforme al plan que Dios diseñó para ella. Esto nos recuerda que debemos considerar el impacto de nuestro trabajo en toda la creación de Dios, no solo en las personas. (Para más información sobre este tema, ver “Dominio” en Génesis 1:26 y 2:5).

El proceso es lento y algunas veces doloroso. Pablo dice que “gemimos” mientras esperamos que se cumpla, y no solo nosotros individualmente, sino que “la creación entera a una gime y sufre dolores de parto” (Ro 8:22–23). Esto refleja los gemidos de Israel cuando fueron esclavos en Egipto (Éx 6:5) y nos recuerda que casi 30 millones de personas todavía son esclavas en el mundo actual.[1] No podemos estar contentos solamente con nuestra propia liberación de las fuerzas del mal en el mundo, sino que debemos servir a Dios fielmente hasta que Él complete Su salvación en todo el mundo.

Sin embargo, la salvación del mundo es segura, porque “para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito” (Ro 8:28). Dios está trabajando en nosotros ahora mismo y se acerca el momento en el que la salvación de Dios se completará en el mundo. El veredicto original de Dios de que es “bueno en gran manera” (Gn 1:31) se confirma por la transformación que trabaja en nosotros ahora mismo y que se cumplirá en el tiempo de Dios.

Ya que la transformación todavía no se completa, debemos estar preparados para las dificultades que se presentarán en el camino. Algunas veces hacemos un buen trabajo y luego lo vemos desperdiciado o destruido por el mal que está en este momento en el mundo. Incluso si hacemos un buen trabajo, este puede ser destruido. Nuestras recomendaciones pueden ser desatendidas. Se nos puede acabar el capital, podemos perder las elecciones contra un tramposo, nos podemos ahogar en trámites burocráticos o no hacer uso provechoso del interés de un estudiante. O puede que tengamos éxito por un tiempo y después descubramos que nuestros resultados fueron anulados por eventos posteriores. Los trabajadores del campo de la salud, por ejemplo, han estado a punto de erradicar el polio varias veces, pero terminan enfrentando nuevos brotes debido a la oposición política, la ignorancia, la transmisión relacionada con las vacunas y el ritmo rápido de los viajes modernos.[2]

“Inaugural Global Slavery Index Reveals More Than 29 Million People Living in Slavery” [El índice de esclavitud global inaugural revela que más de 29 millones de personas viven en esclavitud”, Global Slavery Index 2013 [Índice de esclavitud global 2013], Octubre 4 del 2013,  http://www .globalslaveryindex.org/category/press-release.

“Poliomyelitis Eradication” [Erradicación de la poliomielitis] en Wikipedia http://en.wikipedia.org/wiki/Poliomyelitis_eradication.

Nada nos puede separar del amor de Dios (Romanos 8:31-39)

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Pablo dice que Dios está por nosotros habiendo dado a Su propio Hijo por “todos nosotros” (Ro 8:31–32). Nada se puede interponer entre nosotros y el amor de Dios que es en Cristo Jesús nuestro Señor (Ro 8:35–39). “Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Ro 8:38–39, NVI). Parece que muchos de estos nos amenazan en el área del trabajo. Tenemos jefes (poderes) amenazantes o incompetentes. Nos atascamos en trabajos sin futuro (lo presente). Hacemos sacrificios ahora —trabajando largas horas, tomando clases después del trabajo, sirviendo en pasantías mal remuneradas, nos mudamos a otro país buscando trabajo— los cuales esperamos que valgan la pena después, pero que tal vez nunca resulten (lo por venir). Perdemos nuestro trabajo debido a ciclos o normas económicas o acciones inescrupulosas por parte de personas poderosas que ni siquiera vemos (poderes). Nos vemos forzados por las circunstancias, los caprichos o los crímenes de otros para hacer trabajos degradantes o peligrosos. Todas estas cosas nos pueden hacer un daño real, pero no pueden triunfar sobre nosotros.

La fidelidad de Cristo —y la nuestra, por la gracia de Dios— vence lo peor que la vida y el trabajo nos pueden hacer. Si nuestra meta principal en el trabajo es el progreso laboral, los ingresos o el prestigio, puede que terminemos decepcionados. Pero si la salvación —es decir, la reconciliación con Dios y las personas, la fidelidad y la justicia— es nuestra esperanza suprema, entonces la encontraremos en medio de lo bueno y lo malo en el trabajo. Las afirmaciones de Pablo implican que sin importar cuáles sean las dificultades que encontremos con nuestro trabajo o las complejidades y los retos que enfrentemos con compañeros o superiores en el trabajo, el amor de Dios en Cristo siempre mora con nosotros. El amor de Dios en Cristo es la fuerza firme en medio de la adversidad actual y la esperanza para la redención de nuestro cuerpo en el futuro.