La realización de la fe (Hebreos 10 - 11)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Seguir a Jesús es un trabajo duro y lo único que nos puede ayudar a continuar es la fe en el cumplimiento eventual de Sus promesas. “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb 11:1). Necesitamos tener fe en que las promesas que Dios hizo son verdad, sin importar qué tan poco probable parezca en las circunstancias presentes. Una traducción más precisa de este versículo nos ayuda a ver la importancia práctica de la fe. “Ahora bien, la fe es la realización de lo que se espera, la demostración de lo que no se ve”.[1]  La palabra “realización” en inglés tiene dos sentidos que capturan los matices de los ejemplos de la fe dados en Hebreos 11: uno implica el darse cuenta de algo y el otro es algo que se hace realidad. En este sentido, una forma de “realización” es cuando vemos las cosas claramente, cuando finalmente entendimos. Y la segunda forma de realización es cuando vemos que las cosas se hacen realidad, cuando lo que esperábamos finalmente se cumple. Los héroes de la fe de Hebreos 11 se dan cuenta de las cosas y hacen realidad su fe. Retomando la segunda parte del versículo, están tan convencidos de lo que Dios ha dicho que lo demuestran por medio de lo que hacen.

Hebreos nos da los ejemplos prácticos de Noé, Abraham, Moisés y otros personajes del Antiguo Testamento. Todos estaban esperando con ansias el cumplimiento de la promesa de Dios de algo mejor de lo que estaban experimentando en su momento. Noé tuvo fe en el mundo que existiría después del diluvio, y se dio cuenta de que la fe implicaba construir un arca para salvar a su familia (Heb 11:7). Abraham tuvo fe en el reino venidero (o ciudad) de Dios (Heb 11:10), y vio que la fe implicaba emprender un viaje a la tierra que Dios le había prometido, aunque no sabía hacia dónde se dirigía (Heb 11:8–12). Moisés tuvo fe en una vida en Cristo que superaba por mucho los placeres que pudo haber reclamado como un hijo de la hija del faraón, y vio que la fe significaba escoger “antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado” (Heb 11:25–26). Estas esperanzas y promesas no se cumplieron totalmente durante sus vidas, pero vivieron todos los días como si ya estuvieran experimentando el poder de Dios para cumplirlas.

Una fe como esta no es solo ilusiones vanas. Es tomar en serio la revelación de Dios en la Escritura (Heb 8:10–11), combinarlo con un “arrepentimiento de obras muertas” (Heb 6:1), perseverar en el “amor y a las buenas obras” (Heb 10:24) y una habilidad de ver la mano de Dios trabajando en el mundo (Heb 11:3), a pesar del mal y el quebrantamiento a nuestro alrededor. Finalmente, la fe es un regalo del Espíritu Santo (Heb 2:4), porque nunca podríamos aferrarnos a dicha fe por nuestra propia fuerza de voluntad.

Este fue un mensaje crucial para la audiencia de Hebreos, que estaban tentados a abandonar su esperanza en Cristo a cambio de una vida más cómoda en el aquí y ahora. Sus ojos estaban puestos no en la gloria futura, sino en las carencias presentes. La exhortación del libro es que las promesas de Dios son más perdurables, más gloriosas y, de hecho, más reales que los placeres pasajeros en el aquí y ahora.

Si vamos a ser conscientes de y hacer realidad la fe que Dios nos ha dado, tenemos que trabajar en medio de la tensión entre la promesa de Dios para el futuro y las realidades de la actualidad. Por una parte, debemos reconocer totalmente la naturaleza provisional y finita de todo lo que hacemos. No nos sorprenderemos cuando las cosas no resulten como esperábamos. “Todos éstos, habiendo obtenido aprobación por su fe, no recibieron la promesa” (Heb 11:39). Surgen situaciones en las que nuestros mejores esfuerzos por hacer un buen trabajo se frustran no solo por las circunstancias, sino también por las fechorías deliberadas de los seres humanos. Esto puede causarnos aflicción, pero no nos llevará al desespero porque tenemos nuestros ojos puestos en la ciudad venidera de Dios.

Algunas veces, nuestra propia debilidad frustra nuestro trabajo. No alcanzamos el blanco. Observe la lista de nombres en Hebreos 11:32. Cuando leemos sus historias, vemos claramente nuestras propias fallas, algunas veces significativas. Si leemos sobre la timidez de Barac en su trabajo como general (Jue 4:8–9) a través de la vista humana, probablemente no veríamos ninguna fe en él. Sin embargo, Dios ve la fe de ellos con Sus propios ojos y le da crédito por Su gracia al trabajo que realizaron, no por logros que alcanzaron. Esto nos puede animar cuando también tropezamos. Podemos haberle hablado duramente a un compañero de trabajo, haber sido impacientes con un estudiante, haber ignorado nuestra responsabilidad con nuestra familia y haber hecho nuestro trabajo de forma deficiente. Sin embargo, tenemos fe en que Dios es poderoso para traer Su diseño para el mundo incluso en medio de nuestra debilidad y fracaso.

Por otra parte, es precisamente porque tenemos nuestros ojos en la ciudad venidera de Dios que buscamos vivir de acuerdo con los estándares de esa ciudad, tanto como sea posible, en cada aspecto de la vida diaria y el trabajo. Los héroes de la fe en Hebreos hicieron realidad su fe en diversos lugares de trabajo. Eran personas que “por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, obtuvieron promesas, cerraron bocas de leones, apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada; siendo débiles, fueron hechos fuertes, se hicieron poderosos en la guerra, pusieron en fuga a ejércitos extranjeros” (Heb 11:33–34).

Imagine un contratista de construcción (una ilustración oportuna para un libro que habla sobre la construcción de la casa cósmica de Dios). El contratista tiene una visión clara sobre la vida en el reino venidero de Dios. Sabe que se debe caracterizar por la justicia, las relaciones armoniosas y la belleza duradera. Como una persona de fe, busca hacer realidad esta visión en el presente. Él es mayordomo de las materias primas de la tierra al construir la casa, creando un hogar de belleza sin una opulencia excesiva. Trata a sus compañeros de trabajo con el interés y el respeto que serán característicos de la ciudad futura de Dios. Les muestra un amor celestial a sus clientes al escuchar lo que desean para sus hogares terrenales, tratando de hacer realidad esos anhelos dentro de los límites monetarios y materiales. Persevera en los problemas cuando el radiador viejo es cinco centímetros más largo de lo que debía ser para el baño. O cuando un carpintero corta una viga costosa cinco centímetros más pequeña de lo necesario. Él acepta que un terremoto o huracán puede destruir todo su trabajo en cuestión de minutos, pero a pesar de eso se dedica de corazón a su trabajo. En medio de las alegrías y las frustraciones, quiere expresar los valores de la ciudad de Dios mostrando un amor consistente a otros, tanto en la calidad de sus relaciones personales como en la calidad de la casa que construye. Y confía en que cada edificio, aunque sea frágil e imperfecto, da fe a diario de la gran ciudad venidera, “cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb 11:10).

W. Bauer, W. F. Arndt, F. W. Gingrich, y F. W. Danker, Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature [Diccionario de griego-inglés del Nuevo Testamento y otra literatura cristiana primitiva], 3ª ed. (Chicago: University of Chicago Press, 2001), en pistos. La versión Reina Valera Antigua se acerca más al término griego que algunas de las traducciones modernas: “Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven”.