Mantener la perspectiva apropiada (1 Corintios 7:29-31)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Pablo aborda la pregunta de si el regreso prometido del Señor implica que los cristianos deben abandonar la vida cotidiana común, incluyendo el trabajo.

Mas esto digo, hermanos: el tiempo ha sido acortado; de modo que de ahora en adelante… los que compran, [sean] como si no tuvieran nada; y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente; porque la apariencia de este mundo es pasajera. (1Co 7:29–31)

Aparentemente, algunos creyentes descuidaban sus deberes familiares y dejaban de trabajar de la misma forma en la que usted podría no barrer el piso antes de mudarse a una nueva casa. Pablo había tratado con esta situación anteriormente en la iglesia en Tesalónica y había dado instrucciones inequívocas.

Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque oímos que algunos entre vosotros andan desordenadamente, sin trabajar, pero andan metiéndose en todo. A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo, que trabajando tranquilamente, coman su propio pan. (2Ts 3:10–12)

La lógica de Pablo sería más fácil de entender si reconociéramos que el versículo 29 no indica solo “que el tiempo es corto” en el sentido de que la segunda venida de Jesús está cerca. Pablo usa un verbo aquí que describe la forma en la que un objeto se comprime (synestalmenos), de forma que sigue siendo un todo pero más corto o pequeño. “El tiempo se ha comprimido” podría ser una mejor traducción, o como lo sugiere LBLA, “el tiempo ha sido acortado”. Según parece, lo que Pablo quiere decir es que ya que Cristo ha venido, el fin de la vasta extensión de tiempo se ha vuelto visible finalmente. El erudito David E. Garland escribe que, “el resultado futuro de este mundo se ha vuelto totalmente claro”.[1]

El versículo 31 explica que “la apariencia de este mundo es pasajera”. La “apariencia” tiene el sentido de “la forma en que son las cosas” en nuestro mundo caído de relaciones sociales y económicas estropeadas. Pablo quiere que sus lectores entiendan que la venida de Cristo ya ha efectuado un cambio en la misma estructura de la vida. Los valores y aspiraciones que simplemente se dan por hecho en la forma en la que se hacen las cosas en el presente ya no están en vigencia para los creyentes.

La forma correcta de responder a la compresión del tiempo no es dejar de trabajar, sino trabajar de otra manera. Se deben reemplazar las actitudes antiguas hacia la vida cotidiana y sus asuntos. Esto nos trae de regreso a las afirmaciones paradójicas de 1 Corintios 7:29–31. Debemos comprar, pero ser como si no tuviéramos posesiones. Debemos tratar con el mundo como si no estuviéramos tratando con el mundo como lo conocemos. Es decir, podemos hacer uso de las cosas que este mundo ofrece, pero no debemos aceptar los valores y principios del mundo cuando se oponen a los del reino de Dios. Debemos usar las cosas que compramos para el bien de otros en vez de aferrarnos a ellas con fuerza. Cuando regateamos en el mercado, debemos buscar el bien de la persona que vende, no solo nuestros propios intereses. En otras palabras, Pablo está llamando a los creyentes a “una perspectiva radicalmente nueva de su relación con el mundo”.[2]

Nuestra posición antigua era trabajar para hacer la vida más cómoda y satisfactoria para nosotros mismos y los que son cercanos a nosotros. Buscamos acumular entre nuestras posesiones las cosas que creemos que nos traerán estatus, seguridad y ventaja sobre otros. Separamos cuidadosamente la adoración de nuestros dioses primero, segundo la atención a nuestro matrimonio, tercero el trabajo y cuarto la participación civil, si nos queda algo de tiempo y energía. La nueva actitud es que trabajamos para beneficiarnos a nosotros mismos, a las personas cercanas y a todos aquellos por los que Jesús trabajó y murió. Buscamos soltar lo que poseemos para que se use donde haga que el mundo sea más como Dios lo desea. Integramos los aspectos de la adoración, la familia, el trabajo y la sociedad de nuestra vida y buscamos invertir —de forma intencional— en el capital físico, intelectual, cultural, moral y espiritual. En esto imitamos a Abraham, el gran antecesor del pueblo de Dios, a quien el Señor le dijo, “te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición” (Gn 12:2).

David E. Garland, 1 Corinthians [1 Corintios], Baker Exegetical Commentary on the New Testament [Comentario exegético Baker del Nuevo Testamento] (Grand Rapids: Baker, 2003), 329.

Gordon Fee, The First Epistle to the Corinthians (Grand Rapids: Eerdmans, 1987), 336.