Dios concede Su bendición de la productividad a través del trabajo del ser humano (Rut 2:5-7)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Aunque la fidelidad de Dios es la base de la productividad humana, las personas deben hacer su trabajo. Este fue el diseño de Dios desde el principio (Gn 1:28; 2:5, 15). Rut estaba deseosa de trabajar duro para sustentarse a sí misma y a Noemí. Ella le imploró diciendo, “Te ruego que me dejes ir al campo” y cuando tuvo la oportunidad de trabajar, las personas que trabajaban con ella dijeron que había “permanecido desde la mañana hasta ahora; sólo se ha sentado en la casa por un momento” (Rut 2:7). Su trabajo era excepcionalmente productivo. Cuando regresó a casa luego de su primer día de trabajo y desgranó la cebada, su cosecha dio un efa completo de grano (Rut 2:17). Esto equivalía a aproximadamente cinco galones de cebada.[1] Tanto Dios como Booz la elogiaron (y recompensaron) por su fe y su laboriosidad (Rut 2:12, 17–23; 3:15–18).

En un mayor o menor grado, todos somos vulnerables a las circunstancias que pueden dificultar o imposibilitar que nos ganemos la vida. Factores como desastres naturales, despidos, desempleo, prejuicios, lesiones, enfermedades, bancarrota, trato injusto, restricciones legales, barreras del lenguaje, falta de entrenamiento o experiencia relevante, edad, sexo, mala administración económica del gobierno o la industria, barreras geográficas, la necesidad de cuidar miembros de la familia, entre otros, pueden privarnos de trabajar para sustentarnos a nosotros mismos y a las personas que dependen de nosotros. Sin embargo, Dios espera que trabajemos tanto como sea posible (Éx 20:9).

Aunque no encontremos un trabajo que cumpla nuestros requisitos, estamos llamados a trabajar. Rut no tenía un trabajo estable con horario común y un salario. A ella le preocupaba si su condición sería suficiente para hallar “gracia” (Rut 2:13) en su lugar de trabajo y no estaba segura necesariamente de que ganaría lo suficiente para alimentar a su familia. Aun así, decidió ir a trabajar. Muchas de las condiciones que enfrentamos hoy día por causa del desempleo y el subempleo son profundamente desalentadoras. Si la falta de trabajos altamente cualificados solo nos da oportunidades aparentemente insignificantes, si la discriminación evita que consigamos el trabajo para el que estamos calificados, si las circunstancias no permiten que tengamos acceso a la educación que necesitamos para tener un buen trabajo e incluso si las condiciones hacen que el trabajo parezca desalentador, el ejemplo de Rut nos muestra que de todas formas debemos trabajar. Al comienzo puede que nuestro trabajo ni siquiera produzca ganancias, en caso de que sea un voluntariado para ayudar a otros, cuidar a los miembros de la familia, acceder a la educación o entrenamiento, o cuidar de nuestro hogar.

La gracia salvadora es que Dios es el poder detrás de nuestro trabajo. No dependemos de nuestra propia habilidad o de las circunstancias para proveer para nuestras necesidades. En vez de eso, trabajamos fielmente en lo que está a nuestro alcance, sabiendo que la fidelidad de Dios a Su promesa de productividad es lo que nos da la confianza de que nuestro trabajo es valioso, incluso en las situaciones más adversas. Muy pocas veces tenemos la capacidad de ver de antemano cómo Dios puede usar nuestro trabajo para cumplir Sus promesas, pero Su poder se extiende mucho más allá de lo que podemos ver.

Jack B. Scott, "82 אֵיפָה", en Theological Wordbook of the Old Testament [Diccionario teológico del Antiguo Testamento], ed. R. Laird Harris, Gleason L. Archer Jr. y Bruce K. Waltke (Chicago: Moody Press, 1999), 38.