La importancia de la ofrenda por la culpa (Levítico 6:1-7)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Cada ofrenda de un sacrificio de Israel es importante, pero la ofrenda por la culpa (también conocida como el sacrificio de restitución) tiene una característica especial que la hace particularmente relevante para el mundo del trabajo. La ofrenda por la culpa de Levítico es la semilla de la doctrina bíblica del arrepentimiento[1] (Nm 5:5-10 es un pasaje paralelo). De acuerdo con Levítico, Dios exigía ofrendas cada vez que una persona engañara a otra respecto a un depósito o algo que se le hubiera confiado, cuando cometiera un robo o fraude, mintiera acerca de una propiedad perdida que fue encontrada o jurara falsamente acerca de algo (Lv 6:2-3). No era una sanción impuesta por un tribunal judicial, sino una restitución que ofrecía un infractor que eludió las consecuencias de su delito, pero que después se sintió culpable y decidió presentar una ofrenda al reconocer su culpa (Lv 6:4-5). El fundamento de la ofrenda por la culpa es el arrepentimiento del pecador, no el enjuiciamiento por parte de las autoridades.
Con frecuencia, tales pecados se habrían cometido en el contexto del comercio o de otros trabajos. La ofrenda por la culpa llama al pecador arrepentido a que regrese lo que tomó de manera ilícita junto con un veinte por ciento más (Lv 6:4-5). Solo después de resolver el tema en el plano terrenal, el pecador podía recibir el perdón de Dios al entregarle un animal al sacerdote para el sacrificio (Lv 6:6-7).

La ofrenda por la culpa enfatiza de manera excepcional varios principios acerca de la sanación de relaciones personales que han sido afectadas por el abuso financiero.

  1. Para reparar el agravio no es suficiente una simple disculpa ni la completa restitución por lo que fue tomado. Así mismo, se agregó algo similar al concepto actual de las sanciones punitivas, pero a diferencia de estas, en las ofrendas por la culpa los infractores asumían voluntariamente parte del daño, compartiendo así el sufrimiento que le causaron a la víctima.
  2. Hacer todo lo necesario para corregir un agravio contra otra persona es bueno no solamente para la víctima, sino también para el transgresor. La ofrenda por la culpa reconoce el tormento que embarga la conciencia de quienes reconocen su crimen y sus efectos perjudiciales, y proporciona una forma en la que el culpable puede lidiar con el tema de mejor manera, lo que trae cierta conclusión y paz. Esta ofrenda expresa la misericordia de Dios en que el dolor y el daño se neutralizan para que no se agraven y estallen en violencia o en ofensas más graves. También anula la necesidad de la víctima (o de la familia de la víctima) de tomar el tema en sus propias manos para exigir restitución.
  3. Ninguna parte del trabajo expiatorio de Jesús en la cruz libera al pueblo de Dios hoy día de la necesidad de la restitución. Jesús les enseñó a Sus discípulos, “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5:23-24). Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos es una parte fundamental de los requerimientos de la ley (Lv 19:18 citado en Ro 13:9), y la restitución es una expresión esencial de cualquier clase genuina de amor. Jesús le otorgó la salvación a Zaqueo, el recaudador de impuestos rico, quien ofreció más restitución de la que exigía la ley, poniéndolo como ejemplo de aquellos que realmente entendieron el perdón (Lc 19:1-10).
  4. Las palabras de Jesús en Mateo 5:23-24 también nos enseñan que un aspecto esencial de hacer las cosas correctamente con Dios y vivir en paz en cuanto sea posible, es hacer lo que esté a nuestro alcance para reconciliarnos con los demás. Recibir el perdón de Dios va más allá, pero no reemplaza, la restitución de quienes hemos perjudicado (cuando sea posible). En respuesta al perdón de Dios, nuestros corazones se mueven a hacer todo lo que podamos para revertir el daño que le hayamos causado a otros. Pocas veces tendremos la capacidad de deshacer completamente el daño que causa nuestro pecado, pero el amor de Cristo nos impulsa a hacer todo lo que podamos.

La ofrenda por la culpa es un gran recordatorio de que Dios no ejerce su derecho del perdón a expensas de las personas perjudicadas por nuestros malos actos. Él no nos ofrece la liberación psicológica de nuestra culpa para sustituir de forma barata la reparación del daño y el dolor que hemos causado.

Jacob Milgrom, Leviticus 1-16 [Levítico 1-16] (New Haven: Yale University Press, 1998), 345.