El año de reposo y el año de jubileo (Levítico 25)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Para santificar la economía interna de Israel, Levítico 25 decreta un año de reposo, uno de cada siete (Lv 25:1-7), y un año de jubileo, uno de cada cincuenta (Lv 25:8-17). En el año de reposo, todos los campos debían quedarse sin cultivar, lo que es una buena práctica agrícola. El año de jubileo era mucho más radical. Cada cincuenta años, todas las tierras rentadas o hipotecadas debían ser regresadas a los dueños originales, y todos los esclavos y trabajadores adquiridos debían ser liberados (Lv 25:10). Naturalmente, esto generaba dificultades en las transacciones bancarias y de tierras, y se diseñaron medidas especiales para mitigarlas (Lv 25:15-16), las cuales examinaremos más adelante. La intención esencial es la misma que la de la ley de espigar (Lv 19:9-10), que es asegurar que todos tuvieran acceso a los medios de producción, ya fueran los terrenos de la familia o simplemente los frutos de su propio trabajo.

No existe una evidencia clara de que Israel guardara alguna vez el año de jubileo o los preceptos asociados en contra de la esclavitud (e.g., Lv 25:25-28, 39-41). De todas formas, el carácter detallado de Levítico 25 indica con firmeza que Israel tuvo la posibilidad de implementar estas leyes. En vez de ver el año de jubileo como una ficción literaria utópica, es más probable que Israel lo incumpliera no porque fuera imposible de hacer, sino porque los ricos no estaban dispuestos a aceptar las implicaciones sociales y económicas que habrían sido costosas y perjudiciales para ellos. [1]

Protección para las personas en condición de pobreza extrema

Luego de la conquista de Canaán, la tierra se le asignó a los clanes y familias de Israel como se describe en Números 26 y Josué 15-22. Esta tierra no se debía vender a perpetuidad ya que le pertenecía al Señor, no a las personas (Lv 25:23-24).[2] El jubileo evitaba que las familias se quedaran sin tierras por causa de las ventas, hipotecas o rentas permanentes de su tierra asignada. En esencia, la venta de algún terreno en realidad era un plazo de arrendamiento que no podía durar más que hasta el próximo año de jubileo (Lv 25:15). Este era el medio por el cual las personas en extrema pobreza conseguían dinero (rentando sus tierras) sin despojar a las futuras generaciones de la familia de los medios de producción. Las reglas de Levítico 25 no son fáciles de descifrar, pero la forma en la que Milgrom las percibe tiene sentido al definir tres etapas progresivas de la pobreza extrema.[3]

  1. La primera etapa se describe en Levítico 25:25-28. Simplemente, alguien podía caer en la pobreza. El presunto escenario es el de un agricultor que tomó dinero prestado para comprar semillas pero no cosechó lo suficiente para pagar el préstamo. Por tanto, debe venderle una parte de su tierra a un comprador con el fin de cubrir la deuda y comprar semillas para la próxima plantación. Si había un familiar del agricultor que deseara actuar como “redentor”, podía pagarle al comprador cuando se la regresara al agricultor de acuerdo con el número de cultivos anuales restantes hasta el año de jubileo. Hasta ese momento, la tierra le pertenecía al redentor, quien permitía que el agricultor la trabajara.
  2. La segunda era una etapa más crítica (Lv 25:35-38). Suponiendo que la tierra no se redimiera y que el agricultor cayera de nuevo en una deuda de la que no se pudiera recuperar, él debía entregarle su tierra al prestamista. En este caso, el prestamista debía prestarle al agricultor los fondos necesarios para que continuara trabajando como agricultor arrendatario en su propia tierra, pero no debía cobrarle intereses. El agricultor amortizaba este préstamo con la ganancia que obtuviera de los cultivos e incluso podía condonar la deuda. Si lo hacía, el agricultor recuperaba su tierra. Si el préstamo no se pagaba totalmente, el agricultor o sus herederos volvían a recibir la tierra en el año de jubileo.
  3. La tercera etapa era todavía más crítica (Lv 25:39-43). Suponiendo que en la etapa anterior el agricultor no pudiera pagar el préstamo ni tampoco sustentarse a sí mismo o a su familia, él se vendía a sí mismo al prestamista. Al trabajar, su salario debía usarse completamente para reducir la deuda. En el año del jubileo, él volvería a adquirir su tierra y su libertad (Lv 25:41). A lo largo de estos años, el prestamista no debía tratarlo como esclavo, venderlo como esclavo o enseñorearse de él con severidad (Lv 25:42-43). El prestamista debía “temer a Dios” aceptando el hecho de que todos en el pueblo de Dios son esclavos de Dios (“siervos” en LBLA) a quienes sacó de Egipto. Nadie más podía ser dueño de ellos porque Dios ya es su dueño.

El punto de estas reglas es que los israelitas nunca debían convertirse en esclavos de otros israelitas. Sin embargo, era posible que los israelitas pobres se vendieran a sí mismos como esclavos a los extranjeros ricos que vivían en la tierra (Lv 25:47-55). Incluso cuando esto ocurría, la venta no debía ser permanente. Las personas que se vendían a sí mismas debían conservar el derecho de comprarse a sí mismas para salir de la esclavitud en caso de que prosperaran. Si no, un pariente cercano podía intervenir como “redentor” y pagarle al extranjero de acuerdo con el número de años restantes hasta el jubileo, cuando los israelitas pobres debían ser liberados. Durante ese tiempo no debían ser tratados con severidad sino que debían ser vistos como trabajadores contratados.

¿Qué significa el año de jubileo en la actualidad?

El año de jubileo funcionaba dentro del contexto del sistema de parentesco de Israel, para la protección del derecho inalienable de la familia de trabajar su tierra ancestral, lo que entendían como una propiedad de Dios que ellos podían disfrutar como beneficio por su relación con Él. Estas condiciones sociales y económicas ya no existen, y desde un punto de vista bíblico, Dios ya no aplica la redención por medio de una condición política. Por tanto, debemos ver el jubileo desde nuestro punto de vista actual.

Existe una gran variedad de perspectivas acerca de la aplicación correcta del jubileo (y si existe), en las sociedades actuales. Para tomar un ejemplo que se relaciona con las realidades contemporáneas, Christopher Wright ha escrito bastante acerca de la apropiación cristiana de las leyes del Antiguo Testamento.[4] Él identifica principios implícitos en estas leyes antiguas con el fin de encontrar sus repercusiones éticas en la actualidad, y ve el año del jubileo desde tres ángulos básicos: el teológico, el social y el económico.[5]

Teológicamente, el jubileo afirma que el Señor no solo es el Dios dueño de la tierra de Israel, sino que es soberano sobre el tiempo y la naturaleza. El acto de redimir a Su pueblo de Egipto lo llevó a proveer para ellos en todo sentido, porque ellos eran Su propiedad. Por tanto, que Israel guardara el día y el año de reposo y el año del jubileo era un acto de obediencia y confianza. En términos prácticos, el año de jubileo encarna la confianza que podían tener todos los israelitas en que Dios proveería para sus necesidades inmediatas y las futuras de sus familias. Al mismo tiempo, exhorta al rico a que confíe en que tratar a los prestamistas con consideración le traerá un beneficio satisfactorio.

En el ángulo social, la unidad más pequeña de la estructura de parentesco israelita era la familia que incluyera de tres a cuatro generaciones. El jubileo proporcionaba una solución socioeconómica para mantener la unidad familiar incluso al enfrentar la calamidad económica. La deuda familiar era una realidad en tiempos antiguos, así como lo es ahora, y sus efectos incluyen una lista aterradora de males sociales. El jubileo buscaba controlar estas consecuencias sociales negativas limitando su duración, para que las futuras generaciones no tuvieran que cargar con los problemas de sus ancestros lejanos.[6]

El ángulo económico revela los dos principios que podemos aplicar hoy día. Primero, Dios desea la distribución justa de los recursos de la tierra; de acuerdo con Su plan, la tierra de Canaán se asignaba equitativamente entre las personas. El jubileo no se trataba de la redistribución sino de la restauración. De acuerdo con Wright, “El jubileo constituye una crítica no solo a la acumulación privada masiva de la tierra y la riqueza relacionada con esta, sino también a las formas de comunismo o nacionalización de las tierras a gran escala que destruyen cualquier sentido significativo de la propiedad personal o familiar”.[7]  Segundo, las unidades familiares debían tener acceso a los recursos para sustentarse a sí mismas.

En la mayoría de sociedades modernas, las personas no se pueden vender como esclavas para pagar deudas. Las leyes de bancarrota les proporcionan alivio a quienes están agobiados por deudas imposibles de pagar, y los descendientes no están obligados a pagar las deudas de sus ancestros. La propiedad básica necesaria para sobrevivir se puede proteger del embargo. No obstante, Levítico 25 ofrece una base más amplia que las leyes contemporáneas de la bancarrota. Se fundamenta no en la mera protección de la libertad personal y en las propiedades para personas en condición de pobreza extrema, sino en asegurar que todas las personas tengan acceso a los medios para sustentarse y escapar de la pobreza multigeneracional. Como lo muestran las leyes de espigar en Levítico, la solución no son las limosnas ni la apropiación en masa de la propiedad, sino los valores y estructuras sociales que le dan a cada persona la oportunidad de trabajar productivamente. ¿Las sociedades modernas han sobrepasado al antiguo pueblo de Israel en este sentido? ¿Qué hay de las millones de personas esclavizadas o en trabajos forzados hoy en día, en situaciones en las que las leyes contra la esclavitud no se hacen cumplir adecuadamente? ¿Qué haría falta para que los cristianos puedan ofrecer soluciones reales?.

Christopher J. H. Wright, The Mission of God: Unlocking the Bible’s Grand Narrative [La misión de Dios: descubriendo la gran narrativa de la Biblia] (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2006), 296.

Bruce K. Waltke y Charles Yu, An Old Testament Theology: An Exegetical, Canonical, and Thematic Approach [Teología del Antiguo Testamento: un enfoque temático, canónico y exegético] (Grand Rapids: Zondervan, 2007), 528.

Jacob Milgrom, Leviticus,: A Book of Ritual and Ethics, A Continental Commentary (Minneapolis: Fortress, 2004), 299-303.

Christopher J. H. Wright, Old Testament Ethics for the People of God [Ética del Antiguo Testamento para el pueblo de Dios] (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2004), capítulo 9.

El siguiente análisis de estos tres ángulos es gracias a la exposición de Wright en Mission of God [La misión de Dios], 296-300. El capítulo 5, “Economics and the poor” [La economía y los pobres], en Old Testament Ethics [Ética del Antiguo Testamento] también es útil y relevante, pero va mucho más allá de lo referente al jubileo en Levítico 25.

Christopher J. H. Wright, Mission of God [La misión de Dios], (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2006), 296-97.