Por qué la gente no puede descansar: La naturaleza humana revelada en la Escritura hebrea

Artículo / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

El relato bíblico de trabajo y descanso es una historia rica y algo complicada. Se pretende que el trabajo sea una ennoblecedora asociación con Dios, y que el descanso sea una invitación a disfrutar de una relación íntima con él. La caída dificulta el trabajo, y crea una desesperada necesidad de que las personas experimenten descanso tanto físico como espiritual. Pero a la gente suele costarle descansar. El siguiente pasaje de la Escritura ilumina por qué ocurre esto.

Y sucedió que el séptimo día, algunos del pueblo salieron a recoger [maná], pero no encontraron nada. Entonces el Señor dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo os negaréis a guardar mis mandamientos y mis leyes? Mirad que el Señor os ha dado el día de reposo; por eso el sexto día os da pan para dos días. Quédese cada uno en su lugar, y que nadie salga de su lugar el séptimo día». Y el pueblo reposó el séptimo día (Éxodo 16:27-30).

Este pasaje llega inmediatamente después que Dios rescata dramáticamente a Israel de Egipto. Mediante asombrosas demostraciones de fuerza y poder, Dios muestra su fidelidad a Israel y los liberta de las cadenas de esclavitud. A medida que viajan hacia la Tierra Prometida, Dios sigue proveyendo para todas las necesidades de ellos, incluyendo alimento en forma de esta sustancia desconocida, el maná. Él les instruye específicamente que recolecten maná suficiente para cada día, pero no más que la necesidad del día, con excepción del sexto día cuando se les manda recolectar suficiente para dos días, para que puedan descansar del trabajo en el sábado (Éxodo 16:4-5).

Las instrucciones de Dios son claras. Recojan comida suficiente para cada día —ni más ni menos— y Dios será fiel para proveer para cada día. Después de experimentar el dramático y milagroso éxodo de Egipto, los israelitas no deberían concebir razón alguna para creer que Dios no proveería para sus necesidades. Sin embargo, en Israel todavía hay algunos que salen el séptimo día a recolectar maná. ¿Acaso simplemente se olvidan que es el sabbat? No, el punto explícito de las instrucciones de Dios es probar si Israel confía y obedece: «Entonces el Señor dijo a Moisés: “He aquí, haré llover pan del cielo para vosotros; y el pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día, para ponerlos a prueba si andan o no en mi ley”» (Éxodo 16:4). Dios reconoce el problema más profundo en los corazones de su pueblo: ellos no descansan en sábado porque sus corazones no confían en la provisión de Dios. Asimismo, la gente de hoy que no confía en Dios no podrá permitirle que restaure su relación con él y con las demás personas, relación que está fracturada a consecuencia de la caída.

Si la desconfianza es una razón por la que las personas trabajan en exceso, otra es la insatisfacción. El autor de Eclesiastés observa que algunas personas trabajan constantemente porque ni su trabajo, ni los frutos de su labor, ni el placer les brindan satisfacción.

Entonces yo me volví y observé la vanidad bajo el sol: Había un hombre solo, sin sucesor, que no tenía hijo ni hermano, sin embargo, no había fin a todo su trabajo. En verdad, sus ojos no se saciaban de las riquezas, y nunca se preguntó: «¿Para quién trabajo yo y privo a mi vida del placer?». También esto es vanidad y tarea penosa. Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo (Eclesiastés 4:7-9).

La gente acaba en la «tarea penosa» de trabajar para aliviar la insatisfacción con sus vidas, su pérdida de relación con Dios y con las personas, sus temores de no tener las cosas que necesitan, y su incapacidad de hallar placer en algo. Pero el trabajo obsesivo solo vuelve a las personas más intranquilas y desdichadas.

Dado que la negativa a descansar en el sabbat se interpone en el camino del plan de Dios de restaurar el mundo de los efectos de la caída, es una ofensa muy grave en el Antiguo Testamento.

En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban los lagares en el día de reposo, y traían haces de trigo y los cargaban en asnos, y también vino, uvas, higos y toda clase de carga, y los traían a Jerusalén en el día de reposo. Y les amonesté por el día en que vendían los víveres. También habitaban allí, en Jerusalén, tirios, que importaban pescado y toda clase de mercancías, y los vendían a los hijos de Judá en el día de reposo. Entonces reprendí a los nobles de Judá, y les dije: «¿Qué acción tan mala es esta que cometéis profanando el día de reposo? ¿No hicieron lo mismo vuestros padres, y nuestro Dios trajo sobre nosotros y sobre esta ciudad toda esta aflicción? Vosotros, pues, aumentáis su furor contra Israel al profanar el día de reposo» (Nehemías 13:18; énfasis añadido).

Cuando Dios le da a Israel el sabbat, les da un pedazo del Huerto del Edén. Así que cuando el pueblo de Dios rechaza el sabbat, esto «aumenta su furor contra Israel» sometiéndolos a los efectos de la caída por segunda vez.

El mandamiento de descansar y los desafíos de cumplir ese mandamiento no son específicos de Israel. La lucha también es real en tiempos modernos. El descanso es tan necesario como siempre. Sigue siendo el patrón que Dios ofrece para las personas hechas a su imagen. Las razones por las que la gente no puede descansar hoy son las mismas también. O las personas no pueden descansar porque todavía están esclavizadas por fuerzas externas, como era Israel en la tierra de Egipto, o bien, al igual que los israelitas en el desierto, las personas eligen no descansar porque no confían en Dios. Cristo hace posible que los creyentes descansen, pero el descanso todavía dista de ser perfecto.

Al igual que los israelitas esclavizados, muchos en el pueblo de Dios de hoy carecen de las necesidades básicas, aun el alimento y el agua para sobrevivir. El mundo está tan deshecho por el pecado que la promesa de Dios de provisión no siempre se cumple en esta vida. No sería una buena noticia imponer una carga indebida sobre las personas en duras circunstancias mandándoles que se tomen un día libre del trabajo cuando tal descanso es imposible. El propósito del sabbat es ser una liberación para las personas, no una carga añadida. Jesús lleva a cabo un trabajo para liberar a las personas en necesidad en el sábado y enseña que «el día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo» (Marcos 2:27). Cristo les concede a las personas la libertad de descansar, no una tarea imposible de cumplir.

Dios finalmente liberta a los israelitas de la esclavitud y los introduce en la Tierra Prometida. De modo similar, Jesús no muestra otra cosa que compasión por los que están en angustia, sanando en sábado y explicando lo siguiente: «¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una sola oveja, si esta se le cae en un hoyo en día de reposo, no le echa mano y la saca? Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito hacer bien en el día de reposo» (Mateo 12:11-12). Por tanto, para las personas que actualmente están esclavizadas ya sea literalmente o por necesidad económica, no hay regla que permita que alguien los juzgue por sus prácticas en el sabbat. Antes bien, todos los cristianos harían bien en asociarse con Dios en su continua labor de liberar a los oprimidos.

Otras personas actúan de la manera rebelde que los israelitas adoptaron en el desierto de Sinaí. En lugar de creer que Dios proveerá para sus necesidades cada día, estas personas asumen la carga de obtener lo que creen que necesitan. Muchas personas preferirían confiar en sus propias acciones antes que confiar en un Dios que promete proveer para todas las necesidades de su pueblo pero permanece invisible. El problema más profundo que conduce a la incapacidad de descansar es esta falta de confianza en Dios a pesar de que él ha demostrado su amor y fidelidad. Es esta negativa a confiar en Dios lo que lleva a la gente a perder el descanso que necesitan con tanta urgencia.

¿Por qué es tan difícil el descanso? Algunas personas responden: «Me siento culpable por no estar trabajando». «Tengo miedo de que otras personas se adelanten». Si no sigo trabajando perderé mi empleo». «Mis colegas me van a juzgar». «No me van a ascender». «Mi compañía se arruinará si no trabajo». «La gente pensará que soy perezoso». O «para no sentirme ansioso». Algunos incluso responden: «Me encanta lo que hago y disfruto el trabajo». Esta lista puede ser interminable, y muchas de estas razones no necesariamente son malas. No tiene nada de malo querer trabajar arduamente para proveer para una familia o mantener un empleo, tal como no tiene nada inherentemente malo trabajar arduamente para tener éxito o porque produce una satisfacción intrínseca. Todos estos son propósitos de Dios para el trabajo. El problema surge cuando en estos buenos deseos subyace el deseo de ser dios antes que confiar en el Dios real.

Cuando las personas hoy tienen tiempo para descansar y no obstante rehúsan obedecer el mandato de Dios, están haciendo exactamente lo que hicieron los israelitas en el desierto. No creen que Dios proveerá para sus necesidades. Más bien confían en la autosuficiencia, y sin darse cuenta le roban a Dios su trabajo. En fútiles y tontos intentos de ser dios, la gente se pierde la gracia que Dios promete. Como señaló Agustín, el corazón de las personas se mantiene inquieto mientras no descanse en Dios13.

Por otra parte, las personas podrían estar haciendo del trabajo un dios, intentando hallar allí toda su satisfacción antes que en Dios. Detrás de lo que superficialmente puede parecer una inofensiva decisión de trabajar en realidad hay un rechazo a Dios, su gracia, y su carácter generoso revelado.

Independientemente de las propensiones o circunstancias económicas de un individuo, cada persona debería preguntarse si los actuales patrones de trabajo y descanso realmente reflejan la generosidad y la provisión de Dios. Considerando lo que una persona ha recibido hasta aquí por la gracia de Dios, a menudo no tiene sentido trabajar tanto y descansar tan poco. En efecto, la autocomplacencia que mucha gente busca tal vez no sea algo de lo que Dios quiera proveer más. En el momento cuando cada persona debe decidir si trabajar o descansar, puede resultar útil preguntarse: «Trabajar ahora en lugar de descansar, ¿es realmente la forma de recibir el bien que Dios tiene guardado para mí y para los demás? ¿Tiene mi trabajo el poder de conseguirme algo que Dios no proveería si descanso?». Claramente habrá casos cuando la respuesta será «sí», análogamente a cuando un animal cae a un pozo y cierto trabajo inmediato es la única forma de lograr un buen resultado (Mateo 12:11-12). Pero para muchas personas, cuando se ven tentadas a imaginar que no tienen más alternativa que trabajar en perjuicio del descanso, la respuesta será «no».

San Agustín, Confesiones, I.1.1.