El llamado a advertir a otros (Ezequiel 33)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Ezequiel 18 y 33 presentan una temática similar y tienen funciones estructurales dentro del libro como un todo.[1]El llamado a la justicia personal con el fin de “vivir” y el llamado a arrepentirse en medio de cuestionamientos acerca de la justicia de Dios que se presentaron primero en el capítulo 18, se reseñan en el capítulo 33 de una manera casi literal.[2] Sin embargo, el capítulo 33 presenta una idea que no se encuentra en el capítulo 18: en Ezequiel 33:1–9, Dios reevalúa el llamado de Ezequiel a ser un guardián o centinela de la nación, como se establece primero en el capítulo 3.[3] Como un guardián en la puerta de la ciudad, responsable de advertirles a los habitantes sobre una amenaza del enemigo, Ezequiel es responsable personalmente de proclamar el juicio inminente de Dios y de animarlos a que se arrepientan para poderse librar de la culpa:

Y a ti, hijo de hombre, te he puesto por centinela de la casa de Israel; oirás, pues, la palabra de Mi boca, y les advertirás de Mi parte. Cuando Yo diga al impío: “Impío, ciertamente morirás”, si tú no hablas para advertir al impío de su camino, ese impío morirá por su iniquidad, pero Yo demandaré su sangre de tu mano. Pero si tú, de tu parte adviertes al impío para que se aparte de su camino, y él no se aparta de su camino, morirá por su iniquidad, pero tú habrás librado tu vida. (Ez 33:7–9)

Esta es una adición importante al llamado a la rectitud que se presenta en Ezequiel 18 y se recuerda en el capítulo 33 en la víspera de la destrucción de Jerusalén (Ez 33:21–22). Dios demanda que el centinela desempeñe un rol importante en el llamado a la justicia individual y colectiva al tomar responsabilidad personal y apropiación por el arrepentimiento de los exiliados.

Debemos identificarnos no solo con los oyentes de Ezequiel (Ez 18) sino también con el mismo Ezequiel. Aceptamos la tarea dada por Dios de llamar a otros a vivir justamente y a volver a tener una relación correcta con Dios. En el Antiguo Testamento, algunas personas fueron llamadas a ser profetas y se les dio el mandato de traer la palabra de Dios al pueblo. Pero como miembros del nuevo pacto, todos los cristianos estamos llamados a hacer el trabajo del profeta. El profeta Joel predijo esto cuando habló la palabra de Dios diciendo, “Derramaré Mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones” (Jl 2:28). Adicionalmente, el apóstol Pedro lo anunció como una realidad presente en el día de Pentecostés (Hch 2:33).[4]

La responsabilidad profética de todos los cristianos ofrece varias lecciones para una teología del trabajo y es relevante en nuestro testimonio en el lugar de trabajo. Dios nos llama a cada uno a asumir una responsabilidad de forma personal por el destino de otros. Debemos ser centinelas a título propio mientras les rendimos cuentas a las personas a nuestro alrededor. No solo sus vidas están en juego, sino que las nuestras también (Ez 33:9).

Esto no nos ocurre de forma natural en una era y cultura que valora el individualismo; aun así, Dios realmente hará que le rindamos cuentas por la vida justa de otros. Como fue en Babilonia, así es ahora —las estructuras de la sociedad con frecuencia nos tientan a permitir prácticas abusivas o injustas. En términos del lugar de trabajo, esto significa que los cristianos tienen la responsabilidad personal de trabajar por la justicia en sus lugares de trabajo. Esta cuestión plantea algunas preguntas que nos podemos hacer acerca de tal responsabilidad. Por ejemplo:

  • ¿Les estamos comunicando las palabras de Dios a las personas con las que trabajamos? En todos los lugares de trabajo, los cristianos observan —y se sienten presionados a participar en— cosas que sabemos que no son compatibles con la palabra de Dios. ¿Ponemos la verdad de Dios por encima de la comodidad aparente de encajar en el grupo? Este no es un llamado a juzgar en el trabajo, sino que puede que implique defender a la persona que tratan como el chivo expiatorio por el fracaso de un departamento, o ser el primero en votar a favor de acabar con una campaña publicitaria engañosa. Puede que signifique admitir su propia participación en un conflicto en la oficina o mostrarse confiado en que un examen honesto del rendimiento al final valdrá la pena que parece causar. Estas son formas de comunicar las palabras de Dios a otros en el trabajo.
  • ¿Nuestras vidas son ilustraciones del mensaje de Dios? Nuestra comunicación no se da solo con palabras sino también con acciones. Por medio de su ministerio, Ezequiel fue literalmente una ilustración visual y caminante de las promesas y juicios de Dios. Un Director ejecutivo en Silicon Valley le pidió a la Directora financiera que “encontrara” dos millones de dólares de ganancias adicionales para agregar al reporte trimestral que se debía entregar en una semana. La Directora Financiera  sabía que esto requeriría que categorizara de forma incorrecta ciertos gastos como inversiones y ciertas inversiones como ingresos. Justamente durante esa semana, tuvo su reunión mensual con otros directores financieros cristianos, quienes la animaron a defender su posición frente al Director ejecutivo. El día en que se debía entregar el reporte, ella le dijo al Director ejecutivo, “aquí está el reporte con los dos millones de dólares de ganancia adicional, como usted lo solicitó. Puede que incluso sea legal, pero no es realmente veraz. No lo puedo firmar, así que sé que tendrá que despedirme”. La respuesta de su Director ejecutivo fue, “si usted no lo firma, yo tampoco lo haré. Confío en que sabe lo que hace. Tráigame el reporte original que tiene la información correcta; lo publicaremos y recibiremos las críticas por no alcanzar la rentabilidad estimada”. [5] Tanto en sus palabras como en sus acciones, esta Directora financiera ilustró lo que es vivir de acuerdo con la palabra de Dios y eso influenció al Director ejecutivo para que hiciera lo mismo.

 Ezequiel 33 demuestra que aunque cada individuo está llamado a la justicia personal, los profetas también son responsables de advertirles a los demás exiliados que deben actuar justamente. La metáfora del centinela en Ezequiel 33 refleja lo que Dios espera de nuestro interés particular en la vida de otros dentro de nuestro mundo laboral. Esto proporciona el escenario para una idea similar en el próximo capítulo, en donde la metáfora cambia.

Ver Preston Sprinkle, “Law and Life: Leviticus 18.5 in the Literary Framework of Ezekiel” [La ley y la vida: Levítico 18:5 en el marco literario de Ezequiel], Journal for the Study of the Old Testament [Revista de estudio del Antiguo Testamento] 31, nº 3 (Marzo del 2007): 275–93.

Comparar especialmente con 18:21–22, 33:14–16; 18:23, 33:11; 18:24, 33:12–13; 18:25–29, 33:17–20. 

Comparar especialmente con 3:17–19, 33:7–9.

Para más información sobre este tema, ver R. Paul Stevens, The Other Six Days [Los otros seis días] (Grand Rapids: Eerdmans, 2000), 169–73.

Relatado al editor ejecutivo del proyecto de la Teología del Trabajo con la condición de mantener el anonimato.