Aplicaciones a la vida diaria (Filipenses 4:1-23)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Pablo describe tres situaciones cotidianas que tienen una relevancia directa en el lugar de trabajo.

La resolución de conflictos (Filipenses 4:2-9)

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Pablo les pide a los filipenses que ayuden a dos mujeres entre ellos, Evodia y Síntique, a vivir en paz una con la otra (Fil 4:2–9). Aunque nuestra reacción instintiva es suprimir y negar el conflicto, Pablo lo trae de una forma amorosa a la luz, donde se puede resolver. El conflicto entre las mujeres no se especifica, pero ambas son creyentes y Pablo dice que “han compartido mis luchas en la causa del evangelio” (Fil 4:3). El conflicto se da incluso entre los cristianos más fieles, como ya lo sabemos. Él les dice que dejen de guardar resentimiento y que piensen en lo que es verdadero, digno, justo, puro, amable, honorable, de virtud o lo que merece elogio en la otra persona (Fil 4:8). Parece que “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Fil 4:7) comienza con apreciar lo bueno en los que están a nuestro alrededor, incluso (o especialmente) cuando estamos en conflicto con ellos. Después de todo, son personas por las que Cristo murió. También deberíamos mirarnos con cuidado a nosotros mismos y encontrar en nuestro interior la provisión de Dios de amabilidad, oración, súplica, agradecimiento y dejar de lado la preocupación (Fil 4:6).

La aplicación en el lugar de trabajo actual es clara, aunque no es fácil. Cuando nuestro deseo es ignorar y esconder el conflicto con otras personas en el trabajo, debemos reconocerlo y hablar (no chismear) al respecto. Cuando preferimos guardarlo para nosotros, debemos pedirle ayuda a personas sabias —en humildad, no con la esperanza de ganar alguna ventaja. Si preferimos preparar argumentos en contra de nuestros rivales, mejor deberíamos preparar argumentos a su favor, al menos siendo justos al reconocer sus cualidades. Y cuando pensamos que no tenemos la energía para hablar con la otra persona y que preferimos anular la relación, debemos dejar que el poder y la paciencia de Dios sustituyan la nuestra. En esto buscamos imitar a nuestro Señor, que “se despojó a Sí mismo” (Fil 2:7) de motivaciones personales y así recibió el poder de Dios (Fil 2:9) para vivir la voluntad de Dios en el mundo. Si hacemos estas cosas, nuestro conflicto se podrá resolver teniendo en cuenta cuáles son los verdaderos problemas, no simplemente lo que creemos, nuestros temores y resentimientos. Por lo general, esto conduce a una relación laboral restaurada y un respeto mutuo, y a veces a una amistad. Incluso en los casos poco comunes en los que la reconciliación no es posible, podemos esperar una “paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Fil 4:7). Es una señal de Dios que ni siquiera una relación rota está más allá de la esperanza de la bondad de Dios.

El apoyo de los unos a los otros en el trabajo (Filipenses 4:10-11, 15-16)

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Pablo les agradece a los filipenses por apoyarlo, tanto personal (Fil 1:30) como financieramente (Fil 4:10–11, 15–16). A lo largo del Nuevo Testamento, vemos que Pablo siempre se esfuerza por trabajar en colaboración con otros cristianos, incluyendo a Bernabé (Hch 13:2), Silas (Hch 15:40), Lidia (Hch 16:14–15) y Priscila y Aquila (Ro 16:3). Por lo general, sus cartas terminan con saludos a las personas con las que ha trabajado de cerca y comúnmente son de parte de Pablo y un compañero de trabajo, así como Filipenses es de parte de Pablo y Timoteo (Fil 1:1). En esto está siguiendo su propio consejo de imitar a Jesús, que hizo casi todo en cooperación con Sus discípulos y otras personas.

Como señalamos en Filipenses 2, los cristianos que tienen un trabajo secular no siempre se pueden dar el lujo de trabajar con otros creyentes, pero eso no significa que no puedan apoyarse los unos a los otros. Podemos reunirnos con personas de la misma profesión o institución para apoyarnos mutuamente en los retos y oportunidades específicas que enfrentamos en nuestros trabajos. El programa “de mamás a mamás”[1] es un ejemplo práctico de apoyo mutuo en el lugar de trabajo. Estas mamás se reúnen semanalmente para aprender, compartir ideas y apoyarse la una a la otra en el trabajo de criar a sus hijos pequeños. Idealmente, todos los cristianos deberían tener este tipo de apoyo para su trabajo. Si no existe un programa formal, podríamos hablar de nuestro trabajo en los tiempos de comunión comunes, como la adoración y los sermones, los estudios bíblicos, los grupos pequeños, los retiros de la iglesia, las clases y otros. Pero, ¿qué tan frecuentemente lo hacemos? Pablo hace un gran esfuerzo por crear comunidad con otros, e incluso envía mensajeros a que hagan viajes de larga distancia por mar (Fil 2:19, 25) para compartir ideas, noticias, comunión y recursos.

La vida en la pobreza y la prosperidad (Filipenses 4:12-13, 18)

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Finalmente, Pablo menciona cómo vivir tanto en pobreza como en prosperidad. Esto tiene una implicación directa en el trabajo, ya que el trabajo hace la diferencia entre la pobreza y la prosperidad para nosotros, o al menos para los que recibimos un pago por nuestro trabajo. De nuevo, el consejo de Pablo es simple, pero difícil de seguir. No haga de su trabajo un ídolo con la expectativa de que siempre va a proveer lo suficiente para usted. Más bien, trabaje por el beneficio de otros y aprenda a estar contento con lo mucho o poco que reciba. En efecto, es un consejo difícil. Las personas en algunas profesiones —como los maestros, trabajadores del área de la salud, servicio al cliente y padres, para nombrar solo algunos— pueden estar acostumbradas a trabajar más tiempo del acordado para ayudar a los que lo necesitan, aún sin recibir una remuneración extra. Otros esperan ser ampliamente recompensados por el servicio que dan. Imagine a un alto ejecutivo o banquero de inversiones trabajando sin un contrato ni un objetivo de bonificación, diciendo, “yo cuido a los clientes, empleados y accionistas y estoy feliz de recibir cualquier cantidad que decidan darme al final del año”. Aunque no es común, algunas personas lo hacen. Pablo simplemente dice:

Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece… Lo he recibido todo y tengo abundancia; estoy bien abastecido. (Fil 4:12–13, 18)

El punto no es qué tanto o qué tan poco nos paguen (dentro de lo razonable). Más bien, es si nos motiva el beneficio que nuestro trabajo les trae a otros o si solo pensamos en nuestros propios intereses. Además, esa misma motivación debería impulsarnos a rechazar las instituciones, las prácticas y los sistemas que resultan en extremos, ya sea de demasiada abundancia o demasiada pobreza.