El poder y el liderazgo en Lucas

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Como rey, Jesús es el líder del reino de Dios, quien ejerce Su poder en muchas formas que se registran en el Evangelio de Lucas. Sin embargo, es común que los cristianos estén reacios a ejercer el liderazgo o el poder, como si los dos fueran inherentemente malos. Jesús enseña lo contrario. Los cristianos están llamados a liderar y a ejercer el poder, pero a diferencia de los poderes del mundo caído, los deben usar para los propósitos de Dios y no para su propio beneficio.

Persistencia: la parábola de la viuda persistente (Lucas 18:1-8)

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En la parábola de la viuda persistente (Lc 18:1–8), una persona pobre que no tiene poder (la viuda) persiste en fastidiar a una persona corrupta y poderosa (el juez) para que le haga justicia. La parábola da por sentado la enseñanza de Juan el bautista de que tener una posición de poder y liderazgo obliga a trabajar justamente, en especial a favor del pobre y el débil. Pero Jesús enfoca la parábola en un aspecto diferente: que debemos “orar en todo tiempo y no desfallecer” (Lc 18:1). Él identifica a la mujer con Su audiencia —nosotros—, y a la persona a la que se dirigen las oraciones —Dios— con el juez corrupto, una combinación extraña. Sabiendo que Jesús no quiere decir que Dios es corrupto, el punto debe ser que si la persistencia tiene su compensación con un humano corrupto que tiene poder limitado, cuánto más valdrá la pena con un Dios justo de poder infinito.

El propósito de la parábola es animar a los cristianos a perseverar en su fe en contra de todos los pronósticos. Sin embargo, también tiene dos aplicaciones para aquellos que trabajan en posiciones de liderazgo. Primero, la yuxtaposición de un juez corrupto con un Dios justo implica que la voluntad de Dios está actuando incluso en un mundo corrupto. El trabajo del juez es hacer justicia, y por Dios, él hará justicia cuando la viuda haya terminado de insistirle. En todas partes, la Biblia enseña que las autoridades civiles sirven con la autorización de Dios, sea que lo reconozcan o no (Jn 19:11; Ro 13:1; 1P 2:13). Así que hay esperanza de que incluso en medio de una injusticia sistémica, puede haber justicia. La tarea de un líder cristiano es trabajar por esa esperanza en todo momento. No podemos corregir todo lo malo del mundo durante nuestra vida, pero nunca debemos perder la esperanza ni dejar de trabajar por el bien común[1] en medio de los sistemas imperfectos en donde se da el trabajo. Por ejemplo, es poco común que los legisladores tengan la opción de votar por un buen proyecto de ley en contra de un mal proyecto de ley. Por lo general, lo mejor que pueden hacer es votar por proyectos que produzcan más bien que mal, pero deben buscar constantemente oportunidades para traer propuestas a voto que causen incluso menos daño y traigan todavía más bien.

El segundo punto es que solo Dios puede producir la justicia en un mundo caído y es por eso que debemos orar y no rendirnos en nuestro trabajo. Dios puede traer justicia milagrosa en un mundo corrupto, así como Dios puede traer una sanación milagrosa en un mundo enfermo. De repente, el muro de Berlín se abre, el régimen del apartheid se desmorona, la paz aparece. Dios no interviene en la parábola de la viuda persistente; es solo la persistencia de la viuda lo que lleva a que el juez actúe de manera justa. Sin embargo, Jesús indica que Dios es el actor invisible: “¿Y no hará Dios justicia a Sus escogidos, que claman a Él día y noche?” (Lc 18:7).

El uso del término “bien común” implica que las consecuencias de nuestros actos son importantes en la ética cristiana. Esta forma de pensamiento ético, llamado “consecuencialismo”, puede ser desconocido para los que acostumbran pensar en la Biblia solo en términos de normas éticas. Sin embargo, la Biblia usa los tres modos de razonamiento ético que se han identificado a lo largo de los siglos: las normas, las consecuencias y las virtudes. Esto de ninguna manera hace que la Biblia sea “relativista” o “utilitaria”, para nombrar dos sistemas éticos que realmente son ajenos al pensamiento bíblico.

El riesgo: la parábola de las diez minas (Lucas 19:11-27)

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La parábola de las diez minas (“cinco kilos de plata” en la versión NTV) se da en el lugar de trabajo de las altas finanzas. Un noble rico —que pronto sería poderoso— hace un viaje largo para ser coronado como rey. La mayoría de sus ciudadanos lo odiaban y enviaron el mensaje de que se oponían a esa coronación (Lc 19:14). En su ausencia, este hombre les encarga a tres de sus siervos que inviertan su dinero, de los cuales dos toman el riesgo de invertirlo y obtienen ganancias generosas, pero el tercero tiene miedo de arriesgarse y por eso pone el dinero en un lugar seguro y no obtiene ganancias. Cuando el señor regresa, se ha convertido en rey de todo el territorio y decide recompensar a los dos siervos que ganaron dinero para él dándoles un ascenso a posiciones altas. Sin embargo, castiga al tercer siervo por haber guardado el dinero que no produjo ganancias. Entonces, ordena que todos los que se opusieron a él sean asesinados en su presencia.

Jesús cuenta esta parábola justo antes de ir a Jerusalén, en donde fue coronado como rey (“¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor!” Lc 19:38) pero poco después fue rechazado por su pueblo. Esto identifica a Jesús con el noble de la parábola y a la multitud que grita “¡Crucifícale!” (Lc 23:21) con las personas que se oponen a la coronación del noble.  Por esto sabemos que las personas han juzgado muy mal al que pronto será su rey, a excepción de los dos siervos que trabajan diligentemente en su ausencia. En este contexto, la parábola nos advierte que debemos decidir si creemos en realidad que Jesús es el rey designado por Dios y estar preparados para soportar las consecuencias de nuestra decisión ya sea de servirle o de oponernos a Él.[1]

Esta parábola deja claro que los ciudadanos del reino de Dios tienen la responsabilidad de trabajar por las metas y propósitos de Dios. En esta parábola, el rey les dice directamente a sus siervos lo que espera que hagan, que es invertir su dinero. Este llamado o mandato específico aclara que predicar, sanar y evangelizar (los llamados de los apóstoles) no son las únicas actividades a las que Dios llama a las personas. Por supuesto, no todos en el reino de Dios son llamados a ser inversionistas y en esta parábola, solo son tres personas las que deben ejercer esta labor. El punto es que reconocer a Dios como rey exige que trabajemos por Sus propósitos en nuestro entorno laboral, cualquiera que sea.

Desde este punto de vista, la parábola sugiere que si decidimos aceptar a Jesús como rey, debemos esperar que haya riesgo en nuestro camino. Los siervos que invirtieron el dinero de su señor enfrentaron el riesgo de ser atacados por los que rechazaban la autoridad del señor. Además, enfrentaron el riesgo de decepcionar a su señor haciendo inversiones que causaran pérdidas. Incluso su éxito los expone al riesgo, ya que ahora que lo han probado y han sido ascendidos, se arriesgan a volverse codiciosos o que el poder se les suba a la cabeza. También enfrentan el riesgo de que sus próximas inversiones —que tendrán sumas mucho más altas— fracasen y los expongan a consecuencias mucho más severas. Habitualmente, en la práctica de negocios (y deportes) anglo-estadounidenses, los Directores ejecutivos (y los entrenadores principales) son despedidos cuando hay resultados mediocres, mientras que los que tienen posiciones de más bajo nivel solo son despedidos por causa de un desempeño excepcionalmente deficiente. Ni el fracaso ni el éxito son seguros en esta parábola y tampoco en el lugar de trabajo actual. Es tentador querer protegerse, cubrirse y buscar una forma segura de acomodarse al sistema mientras que se espera que las cosas mejoren. Pero esconderse es una acción que Jesús condena en esta parábola. El siervo que trata de evitar el riesgo es señalado como infiel. No se nos dice qué habría ocurrido si los otros dos siervos hubieran perdido el dinero en sus inversiones, pero la implicación es que todas las inversiones hechas en servicio fiel a Dios son agradables para Él, sea que alcancen o no su resultado deseado.

(Para consultar una discusión acerca de la parábola similar de los talentos, ver “Mateo 25:14–30” en “Mateo y el trabajo”).

Darrell L. Bock, Luke 9:51–24:53 [Lucas 9:51–24:53], Baker Exegetical Commentary on the New Testament [Comentario exegético Baker del Nuevo Testamento] (Grand Rapids: Baker Books, 1996), 1525–45.

El servicio humilde (Lucas 9:46-50; 14:7-11; 22:24-30)

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Jesús declara que el liderazgo requiere servir humildemente a otros, como vemos en los siguientes tres pasajes adicionales. En el primero (Lc 9:46–50), los discípulos de Jesús comienzan a discutir acerca de quién sería el mayor entre ellos. Jesús responde que el mayor es el que se convierte en un niño en Su nombre. “El que es más pequeño entre todos vosotros, ése es grande”. Note que el modelo no es el niño, sino la persona que se hace como un niño. Servir a los que todos consideran como indignos de su tiempo es lo que hace que un líder sea grande.

El segundo pasaje (Lc 14:7–11) es la respuesta de Jesús al orden social que se ve en un banquete, lo cual no solo es una pérdida de tiempo, dice Jesús, sino que de hecho es contraproducente. “Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille será ensalzado”. Aplicado al liderazgo, esto significa que si usted trata de llevarse crédito por todo, las personas querrán dejar de seguirlo o se distraerán de su trabajo por tratar de hacer que usted se vea mal. Pero si les da el crédito a los demás, las personas querrán seguirlo y eso llevará al verdadero reconocimiento.

El tercer pasaje (Lc 22:24–30) regresa a la cuestión de quién es el mayor de los discípulos. Esta vez Jesús se toma a Sí mismo como el modelo de liderazgo por medio del servicio. “Entre vosotros Yo soy como el que sirve”. En las tres historias, los conceptos de servicio y humildad están unidos. El liderazgo eficaz exige —o es— servicio. El servicio requiere actuar como si usted fuera menos importante de lo que cree que es.