Las cartas pastorales y el trabajo

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Introducción a las cartas pastorales

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Aunque las cartas pastorales fueron escritas para los líderes de la iglesia primitiva, gran parte de lo que dicen también aplica para los cristianos en otros lugares de trabajo. La tarea principal al aplicarlas en el trabajo fuera de la iglesia es reflexionar en las similitudes y diferencias entre las iglesias y otras organizaciones laborales. Ambas son (por lo general) organizaciones de voluntarios con estructuras y metas. En última instancia, ambas son gobernadas por el mismo Señor. Ambas están conformadas por seres humanos creados a imagen de Dios. En ocasiones, ambas enfrentan grandes dificultades, aunque están diseñadas para sobrevivir y adaptarse en las futuras generaciones. Estas similitudes indican que muchos de los principios bíblicos aplican para ambas instituciones, lo cual estudiaremos detenidamente.

Desde tiempos antiguos, las cartas 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito se han agrupado y se han denominado las “cartas pastorales”. Estas resumen los requisitos, el desarrollo y el ascenso de los líderes; las estructuras organizacionales para el cuidado, la compensación y la disciplina de los miembros; y el establecimiento y ejecución de metas individuales y organizacionales. Se ocupan de la buena gobernanza, la efectividad y el crecimiento de una organización, concretamente, la iglesia. En 1 Timoteo 3:14–15, Pablo presenta el tema principal de las tres cartas: “Te escribo estas cosas, esperando ir a ti pronto, pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad”.

No obstante, también hay diferencias. La misión de la iglesia es llamar y preparar personas para que se comprometan con Cristo, le sirvan a Su reino y adoren a Dios. Dios la instituyó como el cuerpo de Cristo y ha prometido que permanecerá hasta el regreso de Jesús. Otras organizaciones tienen misiones diferentes, tales como crear valor económico (los negocios), proteger a sus miembros (los sindicatos), educar a niños y adultos (las escuelas y universidades) y administrar defensa, justicia y otras necesidades civiles (los gobiernos). Los estatutos y constituciones las instituyen como cuerpos (corporaciones o estados) y pueden ser creadas y dejar de existir. Estas diferencias no implican que las otras organizaciones sean inferiores a la iglesia, sino que cada tipo de institución debe ser respetada por su misión particular. Con todo, las cartas pastorales son un material fértil para reflexionar en cómo se deben crear y preservar las relaciones en los lugares de trabajo diferentes a la iglesia, al tiempo que resaltan el papel especial de la comunidad eclesial. Aunque las cartas pastorales se relacionan principalmente con organizaciones, no excluyen a los que trabajan en familias, empresas unipersonales y otros lugares de trabajo similares. Para una mayor brevedad, de aquí en adelante usaremos el término “lugar de trabajo” solamente para hablar del lugar de trabajo que no es la iglesia.

1 Timoteo: trabajando por el orden en la casa de Dios

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Cada una de las tres cartas pastorales fue escrita por el apóstol Pablo para darle consejos a uno de sus compañeros de trabajo.[1] En 1 Timoteo, Pablo le da instrucciones a su joven colega Timoteo sobre cómo ministrar dentro de la iglesia y como tratar con los falsos profetas. Sin embargo, las últimas palabras de la carta —”la gracia sea con vosotros” (1Ti 6:21)— indican que la carta está diseñada para que la escuche toda la iglesia en Éfeso, para que todos se puedan beneficiar del consejo de Pablo para Timoteo.

Ya que las cartas tienen algunos temas en común, combinaremos los pasajes relacionados entre ellas en nuestro estudio. Los temas se examinarán de acuerdo con el orden en que aparecen en las cartas pastorales.

Este estudio da por sentado que Pablo es el autor de las cartas pastorales, aunque esto no es crucial al aplicar las cartas al tema del trabajo. Para un análisis exhaustivo de esta perspectiva sobre la autoría, ver William D. Mounce, Pastoral Epistles [Cartas pastorales], vol. 4, Word Biblical Commentary [Comentario bíblico de la Palabra] (Nashville: Thomas Nelson, 2000), lxxxiii–cxxix.

Las creencias verdaderas resultan en organizaciones sólidas (1 Timoteo 1:1-11, 18-20; 3:14-16)

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Uno de los temas que se repite y se resalta en 1 Timoteo es la estrecha relación entre la creencia y el comportamiento, o la enseñanza y la práctica. La enseñanza correcta o “sana” conduce a la piedad mientras que, en el mejor de los casos, la enseñanza falsa es improductiva, y en el peor, es fulminante. Desde el comienzo de la carta, Pablo le encarga a Timoteo que les ordene a algunos que no enseñen “doctrinas extrañas” (1Ti 1:3), porque esta doctrina extraña, junto con mitos y genealogías, no promueve “la edificación de Dios que es por la fe” (1Ti 1:4, RVC).

Pablo está hablando de la importancia de la sana doctrina en la iglesia, pero sus palabras también aplican para el lugar de trabajo. W. Edwards Deming, uno de los fundadores del mejoramiento continuo de la calidad, le llamó a su método un “sistema de conocimiento profundo”. Dijo, “cuando el individuo entiende el sistema de conocimiento profundo, aplicará los principios en toda clase de relación con otras personas. Tendrá una base para evaluar sus propias decisiones y para transformar las organizaciones a las que pertenece”.[1] El conocimiento de la verdad más profunda es esencial en cualquier organización.

Luke Timothy Johnson tradujo 1 Timoteo 1:4 de una forma más transparente como “la forma en la que Dios ordena la realidad como se comprende por la fe”.[2] La iglesia es —o debería ser— ordenada de acuerdo con lo que Dios dice. Pocos podrían discutirlo. Pero, ¿otras organizaciones también deberían ordenarse de acuerdo con lo que Dios quiere? El mundo grecorromano del siglo primero creía que la sociedad debía organizarse de acuerdo con la “naturaleza”. Por tanto, si la naturaleza es la creación de Dios, la forma en la que Dios ordena la creación también debería reflejarse en la forma en la que se ordena la sociedad. Como dice Johnson, “no existe una discontinuidad radical entre la voluntad de Dios y las estructuras de la sociedad. Las estructuras de la oikos (casa) y ekklēsia (iglesia) no solo se conectan entre ellas, sino que ambas son partes de la dispensación [administración] de Dios en el mundo”.[3] Los lugares de trabajo, las casas y las iglesias reflejan al único que ordena la creación.

En todos los trabajos es esencial entender verdaderamente las enseñanzas de Dios. Por ejemplo, un tema importante en la creación es que los seres humanos fueron creados como seres buenos. Luego caímos en pecado y una verdad cristiana fundamental es que Jesús vino para redimir a los pecadores. Por tanto, los trabajadores son seres humanos que pecan pero que pueden experimentar redención y volverse buenos, como siempre fue la intención de Dios. La verdad respecto a la bondad, el pecado y la redención se debe tener en cuenta en las prácticas organizacionales. Ni las iglesias ni los lugares de trabajo pueden funcionar apropiadamente si asumen que las personas son completamente buenas y que no pecan. Es necesario auditar las cuentas y detener el acoso. El servicio al cliente se debe recompensar. Se debe supervisar a los sacerdotes y pastores, empleados y ejecutivos. Similarmente, ni las iglesias ni los trabajos pueden asumir que las personas que se equivocan o pecan se deben desechar automáticamente. Se debe ofrecer redención y ayuda práctica para que haya una transformación. En las iglesias, el enfoque está en la redención espiritual y eterna. En los trabajos fuera de la iglesia, el enfoque está en una redención más limitada relacionada con la misión de la organización. El periodo de prueba, los planes de mejoramiento del desempeño, las segundas capacitaciones, la reasignación a una posición diferente, la mentoría y los programas de ayuda para el empleado —en vez del despido inmediato— son ejemplos de prácticas redentoras en algunos trabajos, especialmente en Occidente. Lo que concretamente es un acto redentor varía de forma considerable, dependiendo del tipo de organización, su misión, el ambiente cultural, legal y económico circundante y otros factores.

Si los cristianos en el mercado laboral desean entender cómo Dios quiere que actúen ellos y los que los rodean (comparar con 1Ti 3:15), deben entender la revelación de Dios en la Biblia y creer en ella. La verdad conduce al amor (1Ti 1:5), mientras que la falsa doctrina promueve las “especulaciones” (1Ti 1:4, NTV), las “discusiones” (1Ti 6:4) y la destrucción espiritual (1Ti 1:19). El conocimiento de los caminos de Dios revelados en Su Palabra no deben ser de dominio de los eruditos bíblicos solamente, y el entendimiento bíblico no solo es relevante dentro de la iglesia. Los trabajadores cristianos también deben conocer la Biblia, para que puedan funcionar en el mundo de acuerdo con la voluntad de Dios y para Su gloria.

Todos los cristianos tienen un rol de liderazgo independientemente de su posición en la organización. Por lo general, los ejecutivos tienen más oportunidades de determinar la estrategia y la estructura de una organización. Sin embargo, todos los trabajadores tienen oportunidades continuas de desarrollar buenas relaciones, producir excelentes productos y servicios, actuar con integridad, ayudar a otros a desarrollar sus habilidades y determinar la cultura de sus grupos de trabajo inmediatos. Todos tienen una esfera de influencia en el trabajo. Pablo le aconsejó a Timoteo que no dejara que su aparente falta de estatus le impidiera hacer la diferencia. “No permitas que nadie menosprecie tu juventud; antes, sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza” (1Ti 4:12).

Es interesante notar que parte de esta realidad ya se percibe en los lugares de trabajo contemporáneos. Muchas organizaciones tienen “declaraciones sobre la misión” y “valores esenciales”. Estas expresiones en las organizaciones seculares significan prácticamente lo mismo que “creencias” o “doctrina” en las iglesias. Las organizaciones como las iglesias, le prestan mucha atención a la cultura. Esta es una evidencia más de que lo que los trabajadores creen o lo que una organización enseña afecta la forma en que las personas se comportan. Los cristianos en el trabajo debemos estar al frente de los esfuerzos para determinar los valores, la misión y la cultura de las organizaciones en las que participamos, en la medida en que sea posible.

W. Edwards Deming, The New Economics for Industry, Government, Education [La nueva economía para la industria, el gobierno y la educación], 2ª ed. (Cambridge, MA: MIT Press, 2000), 92.

Luke Timothy Johnson, The First and Second Letters to Timothy: A New Translation with Introduction and Commentary [La primera y la segunda carta a Timoteo: una nueva traducción con introducción y comentario], The Anchor Yale Bible Commentaries [Comentarios de la Biblia Anchor Yale] (Nueva York: Doubleday, 2001), 149.

Johnson, The First and Second Letters to Timothy [La primera y la segunda carta a Timoteo], 149.

La oración, la paz y el orden son necesarios en el trabajo, así como en la iglesia (1 Timoteo 2:1-15)

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Pablo comienza este capítulo exhortando a que “se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en autoridad” (1Ti 2:1–2). El propósito de esta oración es que los cristianos “podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad” (1Ti 2:2). Es posible que estos gobernadores del primer siglo tuvieran el poder para hacer que la vida fuera difícil y problemática para los cristianos. Por esto, Pablo anima a los cristianos a que oren por sus autoridades civiles. La oración, la paz y el orden son los primeros instrumentos de los cristianos para relacionarse con el mundo secular.

De nuevo vemos que las instrucciones de Pablo se basan en la unidad de Dios, la singularidad de Cristo como mediador, el rescate universal de Cristo y el deseo universal de Dios de que todos sean salvos (1Ti 2:3–7). Cristo es el Señor de la creación y el Salvador del mundo. Su reino incluye todos los lugares de trabajo. Los cristianos deberían estar orando por todos los que están en su lugar de trabajo, especialmente lo que tienen funciones de supervisión, “que están en autoridad”. Los cristianos deben esforzarse por hacer su trabajo sin perturbar el trabajo de otros, sin llamar la atención a sí mismos de una forma desproporcionada y sin cuestionar la autoridad constantemente —en otras palabras, trabajar “con toda piedad y dignidad” (1Ti 2:2). Para los cristianos, la motivación para comportarse de esta forma apacible y sumisa no es el temor, ni complacer a los hombres o por conformidad social, sino que están motivados por la apreciación sana del orden que Dios ha establecido y por el deseo de que otros “vengan al pleno conocimiento de la verdad” (1Ti 2:4). Como Pablo dice en otro lugar, “Dios no es Dios de confusión, sino de paz” (1Co 14:33).

¿Esto entra en conflicto con el deber de estar al frente de los esfuerzos por determinar la misión y los valores en nuestro lugar de trabajo? Algunos cristianos tratan de determinar las misiones y los valores por medio de la confrontación en temas controversiales, como los beneficios para la pareja de un mismo sexo, la exclusión del seguro médico para el aborto y/o los métodos anticonceptivos, la organización sindical, la exhibición de símbolos religiosos y otros aspectos similares. Si tiene éxito, este método puede ayudar a determinar la misión y los valores de la organización, pero con frecuencia, perturba el trabajo de los demás, destruye la paz e irrespeta la autoridad de los supervisores.

En cambio, lo que se necesita es una participación más personal, profunda y respetuosa en la cultura organizacional. En vez de entrar en conflicto por los beneficios de salud, ¿los cristianos podrían esforzarse por ser amigos de sus compañeros de trabajo y convertirse en una fuente de consejo o sabiduría para los que enfrentan grandes decisiones en la vida? En vez de querer ir más allá de los límites entre la libertad de expresión y el acoso, ¿los cristianos podrían hacer el trabajo que se les asigna con tal excelencia que los compañeros de trabajo les pidan a ellos que les expliquen la fuente de su fortaleza? En vez de pelear por temas secundarios como la decoración en los días festivos, ¿los cristianos podrían ayudar a mejorar las actividades fundamentales en sus lugares de trabajo, tales como el desempeño laboral, el servicio al cliente y el diseño de producto, y así ganarse el respeto de los que los rodean? Al responder tales preguntas podemos recordar que el consejo de Pablo para Timoteo es equilibrado, no contradictorio. Vivamos en paz y cooperemos con los que nos rodean. Busquemos influenciar a otros sirviéndoles, no tratando de enseñorearnos sobre ellos. ¿No es eso lo que hizo el Rey de reyes?

La integridad y la habilidad relacional son cualidades clave del liderazgo (1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9)

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El pasaje de 1 Timoteo 3:1–13 es bien conocido y tiene un paralelo en Tito 1:5–9. Tanto 1 Timoteo 3:1–7 como Tito 1:5–9 presentan los requisitos de los ancianos y los obispos (supervisores, NBLH),[1] mientras que 1 Timoteo 3:8–13 describe los requisitos de los diáconos, incluyendo, posiblemente, las mujeres diaconisas. Aunque se dan varios requisitos, lo que tienen en común es la integridad moral y la habilidad para relacionarse bien con las personas. La capacidad para enseñar, aunque se menciona como un requisito para los ancianos (1Ti 3:2; Tit 1:9), no recibe el mismo énfasis en general. En estas listas, vemos de nuevo la conexión entre la casa y la iglesia: manejar bien a la familia se ve como un requisito para manejar la casa de Dios (1Ti 3:4–5; Tit 3:6; comparar con 1Ti 3:15). Reflexionaremos más sobre esta relación en una sección posterior.

Como señalamos anteriormente, diferentes organizaciones tienen diferentes misiones. Por tanto, los requisitos para el liderazgo son diferentes. No sería correcto aplicar este pasaje usándolo como una lista general de requisitos en los lugares de trabajo. Puede que ser “serio” (el requisito de ser “digno” se traduce como ser “serio” en algunas versiones en inglés) no sea un requisito correcto para un guía turístico, por ejemplo. Pero ¿qué hay de la prioridad que se le da a la integridad moral y a la habilidad relacional? Las cualidades morales como “irreprochable”, “limpia conciencia”, “fieles [o confiables] en todo”, y las cualidades relacionales como “hospitalario”, “no pendenciero” y “sobrio” son mucho más prominentes que las habilidades específicas y la experiencia.

Si esto aplica para el liderazgo de la iglesia, ¿también aplica para el liderazgo en el trabajo? Las faltas relacionales y morales ampliamente difundidas de algunos negocios y líderes gubernamentales prominentes en años recientes han hecho que la integridad, el carácter y las relaciones sean más importantes que nunca en la mayoría de trabajos. Es igual de importante seleccionar y desarrollar líderes en los lugares de trabajo, así como lo es en las iglesias. Pero mientras nos preparamos para nuestros trabajos y carreras laborales, ¿invertimos al menos una fracción del gran esfuerzo que dedicamos a desarrollar habilidades especializadas y acumular acreditaciones, a desarrollar un carácter ético y habilidades relacionales?

Es interesante que muchos de los líderes de la iglesia primitiva también eran líderes en su trabajo. Lidia era comerciante del producto valioso de las telas púrpura (Hch 16:14, 40). Dorcas fabricaba túnicas y ropas (Hch 9:36–41). Aquila y Priscila eran fabricantes de tiendas (o artículos de cuero) que se convirtieron en socios de negocios de Pablo. Estos líderes fueron eficaces en la iglesia después de haber demostrado que eran eficaces en el trabajo, y de haberse ganado el respeto de la comunidad en general. Tal vez los requisitos básicos del liderazgo en la iglesia, el trabajo y las esferas cívicas tienen mucho en común.

Ver Philip H. Towner, The Letters to Timothy and Titus [Las cartas a Timoteo y Tito], New International Commentary on the New Testament [Nuevo comentario internacional del Nuevo Testamento] (Grand Rapids: Eerdmans, 2006), 246–47, para un análisis breve de los términos “anciano” (del griego presbyteros) y “supervisor” (episkopos).

La creación de Dios es buena (1 Timoteo 4:1-5)

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Primera a Timoteo proclama “la forma en la que Dios ordena la realidad” y que este orden divino tiene implicaciones en la forma en la que los cristianos se deben comportar en sus casas, iglesias y —por extensión de la lógica del texto— en sus lugares de trabajo. La afirmación más clara del orden de la creación de Dios se encuentra en 1 Timoteo 4:1–5. En 1 Timoteo 4:4, Pablo declara expresamente que, “todo lo creado por Dios es bueno”. Este es un reflejo claro de Génesis 1:31, “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Dentro del contexto de la carta, esta evaluación positiva de la creación se usa para combatir a los falsos maestros que están prohibiendo el matrimonio y ciertos alimentos (1Ti 4:3). Pablo se opone a sus enseñanzas afirmando que estas cosas se deben recibir con acción de gracias (1Ti 4:3, 4). Los alimentos y cualquier otra cosa de la creación de Dios, son “santificados” por la palabra de Dios y por la oración (1Ti 4:5). Esto no significa que la palabra de Dios y la oración hacen que la creación de Dios sea buena cuando esta no es buena. Más bien, al reconocer con gratitud a Dios como el creador y proveedor de todas las cosas, un cristiano aparta las cosas creadas, como los alimentos, para un propósito santo y que honra a Dios. Como cristianos, es posible incluso comer y beber para la gloria de Dios (1Co 10:31).

Esta afirmación de la creación implica que no hay un material creado con el que sea inherentemente malo trabajar, y que ningún trabajo relacionado con la creación es inaceptable para los cristianos si no infringe la voluntad de Dios. En otras palabras, un cristiano puede cavar pozos, diseñar chips de computadora, lavar inodoros, caminar en la luna, reparar teléfonos celulares, plantar campos o cosechar el fruto de los árboles para la gloria de Dios. Ninguno de estos trabajos o materiales es inherentemente malo. De hecho, todo trabajo puede agradar a Dios. Esto puede parecer fácil de entender para los que viven en el mundo occidental y no luchan con el ascetismo, como sí ocurría en Grecia y Roma antiguamente. 1 Timoteo 4:4 nos recuerda incluso a nosotros que no debemos ver el mundo material como algo de valor moral neutral ni ver algo como la tecnología, por ejemplo, como inherentemente malo. La bondad de toda la creación de Dios nos permite vivir y trabajar en libertad con alegría, recibiendo todas las cosas como de la mano de Dios.

Las buenas relaciones surgen del respeto genuino (1 Timoteo 5:1 - 6:2; Tito 2:1-10)

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Primera a Timoteo 4:6–16 está llena de instrucciones específicas de Pablo para Timoteo. Sería útil que los trabajadores cristianos recordaran que el entrenamiento en la piedad es un componente crucial para el desarrollo profesional (ver 1Ti 4:8). Sin embargo, pasaremos rápidamente a la siguiente sección, la cual va de 1 Timoteo 5:1 al 6:2. De nuevo, esta sección es similar a una sección de Tito 2:1–10. Ser miembros de la iglesia no debe llevarnos a explotar a otros dentro de ella (comparar con 1Ti 5:16; 6:2), sino que debe llevarnos a trabajar más duro para bendecirlos. Esto también aplica en el trabajo.

En particular, estos dos pasajes describen cómo los hombres y las mujeres, viejos y jóvenes, amos y esclavos, se deben comportar dentro de la familia de Dios. Cabe resaltar los primeros dos versículos de esta sección en 1 Timoteo: “No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos, a las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, como a hermanas, con toda pureza”. Este mandato no elimina las distinciones entre la familia y la iglesia (como se deja claro en 1 Ti 5:4, 8), sino que indica que la amabilidad, compasión, lealtad y pureza que debería caracterizar nuestras relaciones familiares más íntimas, también deberían caracterizar nuestras relaciones con la familia de Dios, la iglesia.

La exhortación de Pablo de “toda pureza” nos recuerda que existen violaciones de límites sexuales en las familias y las iglesias, así como en los lugares de trabajo. El acoso sexual puede avanzar sin oposición —e incluso sin que lo vean los que no están siendo acosados— en los lugares de trabajo. Podemos ser de bendición en todos los lugares de trabajo prestándole más atención al trato que reciben las personas y oponiéndonos a las palabras y acciones inapropiadas y abusivas.

¿Es correcto considerar a las personas en el trabajo como una familia? No y sí. No porque en realidad no es una familia, por las razones que se presentan de una forma muy graciosa en la serie de televisión The Office. Si la persona no cumple su papel adecuadamente, dejará de ser parte de ese lugar de trabajo. A diferencia de los miembros de la familia, los empleados que ya no tienen la aprobación de la gerencia están sujetos al despido. El empleo no es permanente, no “es algo que de cierta forma no se deba merecer”.[1] Sería ingenuo —y posiblemente incluso abusivo— pretender que un trabajo es una familia.

Sin embargo, en ciertos sentidos, un trabajo puede ser como una familia, si ese término se usa para describir el respeto, compromiso, la comunicación abierta y el cuidado que los miembros de la familia deben mostrarse el uno al otro. Una característica importante del servicio redentor de la iglesia para el mundo podría ser que los cristianos fuéramos conocidos por tratar así a nuestros compañeros de trabajo. Por ejemplo, la mentoría es un servicio extremadamente valioso que los trabajadores experimentados pueden ofrecerle a los colegas nuevos. Esta acción se parece a la inversión que los padres hacen en sus hijos. Y así como nosotros protegemos del abuso y la explotación a los miembros de nuestra familia, el amor de Cristo nos impulsa a hacer lo mismo por las personas en nuestro trabajo. Ciertamente, nunca deberíamos participar en el abuso o explotación de otras personas en el trabajo porque pensamos que les debemos menos respeto o cuidado que a los miembros de nuestra familia (o de la iglesia). En cambio, debemos esforzarnos por amar a todos nuestros prójimos, incluyendo a los que están en nuestro trabajo, como a nuestra familia o a nosotros mismos.

Robert Frost, “The Death of the Hired Man” [La muerte del jornalero], línea 125, en North of Boston [Al norte de Boston] (Nueva York: Henry Holt, 1915).

La piedad con contentamiento es una gran ganancia (1 Timoteo 6:3-10, 17-19)

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La última sección de 1 Timoteo está llena de exhortaciones y advertencias poderosas para los cristianos ricos. (No nos detendremos en las instrucciones que Pablo le da a Timoteo en los versículos 11–16 y 20, las cuales están dirigidas a Timoteo en su situación particular). Los pasajes de 1 Timoteo 6:3–10 y 17–19 tienen aplicaciones directas para el trabajo. Sin embargo, al leer y aplicar estos pasajes, debemos evitar dos errores comunes.

Primero, este pasaje no enseña que ser piadoso no traiga una “ganancia”. Cuando Pablo escribe que los que son “hombres de mente depravada, que están privados de la verdad” creen que “la piedad es un medio de ganancia” (1Ti 6:5), lo que está censurando es la mentalidad de que la piedad necesariamente conduce a la ganancia financiera en esta vida, o que se debe buscar la piedad para obtener una ganancia financiera inmediata. La insensatez de esta forma de pensar se divide en tres partes:

  1. Comúnmente, Dios llama a Sus santos a que sufran carencias materiales en esta vida y, por lo tanto, el pueblo de Dios no debe poner su esperanza en la “incertidumbre de las riquezas” (1Ti 6:17).
  2. Incluso si alguien obtuviera grandes riquezas en esta vida, la ganancia tiene una duración corta porque, como lo expresa John Piper, “no hay cajas fuertes detrás de los coches fúnebres” (1Ti 6:7).[1]
  3. Ansiar la riqueza conduce al mal, a la apostasía, la ruina y la destrucción (1Ti 6:9–10).

Sin embargo, note cuidadosamente que Pablo anima a sus lectores a que sepan que hay una gran ganancia en la piedad cuando se combina con contentamiento en las necesidades básicas de la vida (1Ti 6:6, 8). Nuestro Dios es un Dios que “nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos” (1Ti 6:17). Pablo les ordena a los ricos justos que “hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir” (1Ti 6:18) —no a vender todo lo que tienen y volverse pobres. Deben ser ricos en buenas obras para que puedan guardar para ellos mismos “el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida” (1Ti 6:19). En otras palabras, la piedad es un medio de ganancia, siempre y cuando esa ganancia se entienda como vida y bendiciones en la presencia de Dios y no solo como más dinero en el presente. La exhortación de Pablo en 1 Timoteo 6:18–19 es similar a la enseñanza de Jesús, “acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban” (Mt 6:20; comparar con Mt 19:21; Lc 12:33).

El segundo error que se debe evitar es pensar que este pasaje y su condenación del amor al dinero implica que los trabajadores cristianos nunca deben buscar un aumento o un ascenso, o que ningún negocio cristiano debe intentar obtener ganancias. Existen muchas razones por las que alguien podría querer más dinero. Algunas pueden ser malas, pero otras podrían ser buenas. Si alguien quiere más dinero para aumentar su estatus, lujos o su ego, sin duda caería bajo la amonestación de esta sección de la Escritura. Pero si alguien quiere ganar más dinero para proveer lo suficiente para los que dependen de él, para ofrendar más a las causas que honran a Dios o para invertir en crear bienes y servicios que permiten que la comunidad prospere, entonces no sería malo querer más dinero.[2] Rechazar el amor al dinero no es oponerse a todo deseo de ser exitoso o rentable en el trabajo.

John Piper, Desiring God: Meditations of a Christian Hedonist [Sed de Dios: meditaciones de un hedonista cristiano], ed. rev. y ext. (Colorado Springs: Multnomah, 2003), 188.

Ver el importante libro de Wayne Grudem, Business for the Glory of God: The Bible’s Teaching on the Moral Goodness of Business [Negocios para la gloria de Dios: la enseñanza de la Biblia acerca de la bondad moral de los negocios] (Wheaton, IL: Crossway, 2003), para una consideración más detallada acerca de esta afirmación.

2 Timoteo: ánimo para un trabajador fiel

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La carta de 2 Timoteo, igual que 1 Timoteo, se la envía el apóstol Pablo a su joven compañero de trabajo y al parecer, es la última carta escrita por él que tenemos. Sin embargo, a diferencia de 1 Timoteo, 2 Timoteo parece ser una carta más personal en la que Pablo anima a Timoteo y le da el encargo solemne de permanecer fiel incluso después de que él se vaya. Sin embargo, el hecho mismo de que 2 Timoteo se preservara y se incluyera en el canon cristiano de la Escritura, indica que esta carta personal tiene un significado que va más allá de su contexto original particular.

Las culturas pueden continuar por generaciones (Timoteo 1:1 - 2:13; 3:10-17)

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Una de las características sorprendentes de 2 Timoteo es el tema de la fidelidad generacional. Al comienzo de la carta, Pablo le recuerda a Timoteo la fe que tuvieron su abuela, su madre y luego el mismo Timoteo (2Ti 1:5). Esta progresión indica que el testimonio y el ejemplo fiel de la abuela y la madre de Timoteo fueron algunos de los medios que Dios usó para que Timoteo llegara a la fe. Esta idea se confirma más adelante en la carta, cuando Pablo anima a Timoteo diciendo, “persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras” (2Ti 3:14–15a). Pablo también, como miembro de una generación más antigua, es un modelo a seguir para Timoteo, a quien le escribe, “participa conmigo en las aflicciones por el evangelio” (2Ti 1:8), “sigue el ejemplo de la sana doctrina que de mí aprendiste” (2Ti 1:13) y “tú has seguido mi enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor, perseverancia, persecuciones” (2Ti 3:10–11a).

Timoteo no solo ha recibido enseñanzas de generaciones anteriores, sino que Pablo también espera que transmita lo que ha aprendido a las siguientes generaciones: “Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2Ti 2:2). Este tema reta a los trabajadores cristianos a considerar cuál es el legado que quieren dejar en sus lugares de trabajo y en la industria. El primer paso para dejar un legado positivo es hacer su trabajo fielmente y con toda su habilidad. Un paso adicional sería entrenar a su sucesor, para que la persona que lo vaya a reemplazar algún día esté preparada para hacer bien su trabajo. Un trabajador cristiano debería ser lo suficientemente humilde como para aprender de otros y lo suficientemente compasivo como para enseñar con paciencia. Además, al final, los trabajadores cristianos deben preguntarse a sí mismos si dejaron un legado de redención en palabras y hechos.

El aspecto generacional de 2 Timoteo aplica no solo para individuos, sino para toda clase de corporaciones, tanto empresas lucrativas como sin ánimo de lucro. La forma empresarial fue creada para que las organizaciones puedan vivir más tiempo que los individuos que las constituyen, sin necesidad de reformar toda la entidad en cada transición. Uno de los principios básicos de las auditorías financieras es que la corporación debe ser una “empresa en marcha”, lo que significa que debe ser operativa de forma sostenible.[9] Cuando las prácticas de remuneración, la carga por endeudamiento, la gestión del riesgo, el control financiero, el control de calidad o cualquier otro factor de una organización se vuelve seriamente perjudicial para su sostenibilidad, sus líderes tienen la obligación de exigir cambios.

Esto no significa que las corporaciones nunca se deban fusionar, disolver o dejar de existir. Algunas veces la misión de una organización se ha logrado, su propósito se vuelve obsoleto o deja de proporcionar un valor significativo. Entonces es posible que deba dejar de existir. Pero incluso en ese caso, sus líderes tienen la responsabilidad del legado que quedará en la sociedad luego de que se disuelva. Por ejemplo, algunas compañías ponen en riesgo de pobreza a los que se jubilan en sus organizaciones, porque no pagaron adecuadamente sus compromisos por pensiones. Los gobiernos municipales y estatales son aún más propensos a este error. Las organizaciones tienen un deber —tanto desde el punto de vista bíblico como civil— de preguntarse si sus operaciones le están pasando responsabilidades a las futuras generaciones.

De igual forma, 2 Timoteo sugiere que las organizaciones deben operar de una forma sostenible ambiental y socialmente. El éxito que depende de la extracción insostenible de recursos o de la contaminación ambiental es una violación del principio general. Reducir el “capital social” de la comunidad —es decir las inversiones educativas, culturales, legales y otras inversiones sociales que proporcionan la fuerza de trabajo educada, medios de transacciones, una sociedad apacible y otros factores de los que dependen las organizaciones laborales —también sería insostenible. En cierta medida, las empresas invierten en el capital ambiental y social al pagar impuestos para apoyar los programas sociales y ambientales de los gobiernos. Pero tal vez tendrían un acceso más confiable al capital ambiental y social si se esforzaran más por crear sistemas sostenibles por sí mismos.

AG ISA (NZ) 570 The Auditor-General’s Statement On Going Concern [La declaración del auditor general sobre la empresa en marcha], The Auditor-General’s Auditing Standards, Controller and Auditor-General [Los estándares de auditoría del auditor general, el regulador y el auditor general],  http://www.oag.govt.nz.

Cuidar la lengua (2 Timoteo 2:14-26)

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En la próxima sección, Pablo le escribe varias exhortaciones a Timoteo que se podrían aplicar directamente al trabajo. Él le advierte repetidamente que evite “las discusiones inútiles” (2Ti 2:14, NVI), “las palabrerías vacías y profanas” (2Ti 2:16) y “las discusiones necias y sin sentido” (2Ti 2:23, NVI). Este es un buen recordatorio para los trabajadores cristianos de que no todas las formas de hablar en las conversaciones casuales en la empresa son provechosas, incluso aunque no sean un mal flagrante. ¿Las conversaciones en las que participamos y las formas en las que hablamos son útiles para los que están a nuestro alrededor? ¿Nuestras palabras sirven como embajadoras de reconciliación y redención (2Co 5:20)? Las conversaciones inútiles pueden esparcirse como gangrena (2Ti 2:17), llevar a la ruina y la impiedad (2Ti 2:14, 16) y generar altercados (2Ti 2:23). En este contexto, es válido recordar advertencias similares en Santiago (comparar con Santiago 3:2–12) acerca del potencial destructivo de las palabras.

De hecho, la mejor forma de dar testimonio de Jesús es la forma en la que los cristianos hablamos con nuestros compañeros de trabajo cuando no estamos hablando de Jesús. Tres palabras de chisme pueden destruir tres mil palabras de alabanza y piedad. Los cristianos que de forma consistente animan, aprecian, respetan y demuestran que cuidan sus palabras, son un testimonio poderoso de Jesús, incluso si sus palabras hablan poco de Él. Ser humildes y evitar con rigurosidad las actitudes críticas son las formas más seguras de evitar las discusiones necias y sin sentido.

Pablo también exhorta a Timoteo diciéndole, “Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia” (2Ti 2:22). Esto nos puede recordar que los empleados traen sus dificultades personales al trabajo. El abuso de alcohol y drogas afecta casi todos los lugares de trabajo, y “un cuarto de empleados que usan internet visitan páginas pornográficas durante la jornada laboral… las visitas son mayores durante las horas de trabajo que en cualquier otro momento del día”.[1] Otra exhortación que se puede aplicar a los trabajadores cristianos es que “el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen” (2Ti 2:24–25a). Ciertamente, gran parte de la imagen que Pablo presenta de Timoteo en esta carta debería ser algo que los trabajadores cristianos se esfuercen por alcanzar. Pablo, al escribirle una carta a Timoteo, se convierte en una red de apoyo para él. Nos podríamos preguntar qué clase de redes de apoyo les podrían ofrecer las organizaciones actuales a sus trabajadores.

Anna Kuchment, “The Tangled Web of Porn in the Office” [La complejidad del tema de la pornografía en la oficina] Newsweek (Diciembre 8, 2008),  http://www.newsweek.com/report-more-employees-visiting-porn-sites-work-85229.

Estos son los tiempos difíciles (2 Timoteo 3:1-9)

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El cuarto y último capítulo de 2 Timoteo presenta principalmente las tareas que Pablo le encarga a Timoteo, las reflexiones de Pablo sobre su propia vida, algunas instrucciones específicas y saludos. No hay duda de que algunas partes de este material podrían aplicar de forma indirecta en el trabajo. Sin embargo, examinaremos solo un párrafo más de la carta: 2 Timoteo 3:1–9.

Aunque el primer versículo muestra la idea principal del párrafo —“en los últimos días vendrán tiempos difíciles” (2Ti 3:1)—, la descripción posterior deja claro que Timoteo ya está viviendo esos últimos días (comparar con 2Ti 3:2, 5). El testimonio claro y consistente del Nuevo Testamento es que los “últimos días” ya están aquí (ver Hch 2:17; Heb 1:2; Stg 5:3; 2P 3:3). Los cristianos debemos estar preparados para la adversidad y el sufrimiento de estos últimos días. Pablo advierte más adelante que, “en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos” (1Ti 3:12).

Este es un recordatorio importante para los cristianos que trabajan en ambientes que pueden ser difíciles, aunque mucho menos amenazantes que los que se daban en la realidad social del primer siglo o de muchos lugares en el mundo actual. Como cristianos, debemos esperar maltrato en el trabajo, injusticia, prejuicios, oposición y burlas. Si experimentamos algunas de estas cosas, tenemos una razón para regocijarnos, y en el caso contrario, no debemos permitir que tener buenas condiciones laborales en la actualidad nos adormezca. Pueden llegar los días en los que serle fieles a Cristo en el trabajo tenga más consecuencias que solo miradas extrañas y burlas a nuestras espaldas. De hecho, en cualquier época, los trabajadores pueden ser presionados para que actúen de forma poco ética o contraria a la palabra de Dios. En esos momentos será evidente si tenemos más que una simple “apariencia de piedad” (2Ti 3:5). Si es así, sabemos que Dios nos respaldará y nos fortalecerá (2Ti 4:17)

Tito: el trabajo de las buenas obras

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La carta de Pablo a Tito es la última Epístola pastoral y tiene muchos aspectos que coinciden con 1 y 2 Timoteo. (Para Tito 1:5–9, ver 1 Timoteo 3:1–13 anteriormente. Para Tito 2:1–10, ver 1 Timoteo 5:1–6:2 anteriormente). En esta carta, Pablo le recuerda a Tito que lo había dejado en Creta “para que pusieras en orden lo que queda” (Tit 1:5). Igual que Timoteo, Tito debía luchar contra las falsas enseñanzas, establecer un buen liderazgo y asegurarse de que las personas se dedicaran a las buenas obras (Tit 3:8, 14).

Ser celosos de buenas obras (Tito 2:11–3:11)

En secciones anteriores en este capítulo consideramos los requisitos del liderazgo que se describen en Tito 1:5–9 y las relaciones familiares en la iglesia descritas en Tito 2:1–10. Gran parte del resto de esta carta se puede resumir en la idea de Pablo de que el pueblo de Dios debe ser celoso de buenas obras. Esta visión ciertamente se aplica para los trabajadores cristianos, que deben estar comprometidos con las buenas obras en su trabajo. Por supuesto, las buenas obras se refieren al trabajo hecho de una manera que agrada a Dios, más que a uno mismo o a otra persona. Las buenas obras cumplen los propósitos de Dios que fueron evidentes cuando creó el mundo. Estas hacen del mundo un mejor lugar, ya que ayudan a redimir su quebrantamiento y a reconciliar a las personas unas con otras y con Dios. La dedicación a esta clase de trabajo hace que los trabajadores cristianos tengan más que una pasión por hacer bien su trabajo, ganar dinero o tener una buena evaluación del rendimiento. Sin embargo, para que los cristianos tengamos una pasión piadosa por las buenas obras, debemos entender qué hace que estas buenas obras sean posibles y la razón por la que las hacemos. La carta a Tito habla de estos dos temas.

Primero, es crucial que los cristianos recordemos que Dios “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia” (Tito 3:5). Nuestra conducta en el trabajo, en casa o en cualquier otro lugar no determina nuestra relación con Dios. No podemos “ganar” Su misericordia. Sin embargo, la carta a Tito enseña de forma clara que la gracia de Dios no solo perdona nuestros pecados, sino que también nos capacita para “renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y vivir en esta época de manera sobria, justa y piadosa” (Tit 2:12, RVC). Jesús se entregó a Sí mismo para poder “redimirnos de toda iniquidad” y “purificar para Sí un pueblo para posesión Suya, celoso de buenas obras” (Tit 2:14). La maravillosa sección de Tito 3:3–7 describe la misericordia de Dios en la conversión y la justificación como la base del mandato para los creyentes de “que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra; que no injurien a nadie, que no sean contenciosos, sino amables, mostrando toda consideración para con todos los hombres” (Tit 3:1–2). La gracia que Dios concede con la salvación da como resultado una vida piadosa de obediencia y buenas obras (aunque imperfecta). ¿Es posible que recordar esta realidad durante las actividades del día nos lleve a convertirnos en siervos más eficientes de Cristo y mejores mayordomos de la creación?

Segundo, esta sección de Tito nos recuerda los propósitos de las buenas obras. Las buenas obras están diseñadas para suplir las necesidades de otros y para que la parte que nos corresponde de la creación de Dios sea productiva (Tit 3:14). Esto nos remonta al mandato de cultivar la tierra y hacerla fructífera (Gn 2:5, 15). Las buenas obras son un servicio para Dios y las personas, pero al hacerlas, nuestra meta principal no es ganar el favor de ellos. Hacer buenas obras no es opuesto a la fe, más bien, es la consecuencia principal de la fe. Es la respuesta que le damos a Dios después de nuestra “regeneración y la renovación por el Espíritu Santo” (Tit 3:5). “Para que justificados por Su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna” (Tit 3:7), y como resultado, nos podemos dedicar a las “buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles para los hombres” (Tit 3:8). Pablo no está hablando de dar discursos, repartir folletos o hablarle a la gente de Jesús. Está hablando de las buenas obras en su significado común: hacer cosas que satisfacen las necesidades de otras personas. En términos laborales, podríamos decir que se refiere a ayudar a los compañeros de trabajo nuevos a que alcancen un ritmo ágil de trabajo, más que invitarlos a unirse a un estudio bíblico.

Además, el comportamiento piadoso es útil “para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tit 2:5) y para que los opositores no tengan nada malo que decir (Tit 2:8). En otras palabras, a los cristianos se les motiva a que tengan un comportamiento piadoso “para que adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tit 2:10). La doctrina correcta conduce a las buenas obras, y las buenas obras hacen que la verdad de Dios sea atractiva para otros. Esa es la meta de los trabajadores cristianos que se dedican a las buenas obras en su trabajo: que sus acciones demuestren la verdad que proclaman con su boca. Este puede ser un testimonio poderoso, tanto para calmar la apatía hacia los cristianos como para animar a los no creyentes a que sigan a Cristo.

A lo largo de la carta, Pablo nos da instrucciones prácticas de buenas obras. La mayoría de ellas se pueden aplicar al trabajo, así que dejamos que esta carta nos guíe. No hay nada que indique que, por ejemplo, las instrucciones para las ancianas (ser reverentes, no calumniar, no ser esclavas de mucho vino, enseñar lo bueno) solamente las deben seguir las ancianas, así como nada indica que las instrucciones de Timoteo no se pueden aplicar a toda la iglesia. (Para más información sobre la posibilidad de aplicar las instrucciones de los esclavos para los empleados modernos, ver Colosenses 3:18–4:1 en “Colosenses y Filemón y el trabajo”).

Un buen comienzo para casi todos los lugares de trabajo que están buscando una declaración de valores organizacionales y buenas prácticas sería simplemente cortar y pegar el texto de Tito. El consejo de Pablo incluye lo siguiente:

El respeto

  • Se respetuosos con todos (Tit 3:1).
  • Ser hospitalarios (Tit 1:8).
  • Ser amables (Tit 2:5).
  • No participar en conflictos por temas sin importancia (Tit 3:9).
  • No ser arrogantes, iracundos u obstinados (Tit 1:7, 8).
  • No usar la violencia al supervisar (Tit 1:7). Más bien, ser amables (Tit 3:2).

El dominio propio

  • Tener dominio propio (Tit 1:8; 2:6).
  • No codiciar ganancias (Tit 1:7).
  • No ser adictos al alcohol (Tit 1:7; 2:3).
  • Evitar la envidia y la mala voluntad (Tit 3:3).

La integridad

  • Actuar con integridad (Tit 1:8).
  • Amar lo bueno (Tit 1:8).
  • Sujetarse a las autoridades en el trabajo (Tit 2:9). Obedecer a las autoridades civiles (Tit 3:1).
  • Respetar la propiedad de los demás (Tit 2:10) y administrarla fielmente a nombre de ellos si existe una responsabilidad fiduciaria (Tit 2:5).

La autoridad y el deber

  • Ejercer la autoridad que se nos ha dado (Tit 2:15).
  • Ser prudentes (Tit 1:8)
  • Silenciar a las personas rebeldes, a los charlatanes, engañadores, calumniadores y a los que causan divisiones personales de manera intencional (Tit 1:10–11; 2:3; 3:10). Reprenderlos con firmeza (Tit 1:13).
  • Enseñarle estas mismas virtudes a los que están bajo nuestro liderazgo (Tit 2:2–10).

Debemos tener cuidado de no convertir estas aplicaciones en un dogma simplista. Por ejemplo, “ser prudente” no significa necesariamente que no existe un momento apropiado para asumir riesgos con sabiduría. “Ser amable” no significa nunca ejercer el poder. Estas son aplicaciones para trabajos modernos tomadas de una carta antigua escrita para la iglesia. Estos puntos en Tito sirven como una fuente excelente de principios y valores muy apropiados para el buen liderazgo, tanto en la iglesia como en el trabajo.

Conclusión de las Epístolas pastorales

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Las Epístolas pastorales se enfocan en la organización, las relaciones y el liderazgo dentro de la casa de Dios. La casa de Dios comienza con la familia, se extiende a la iglesia y a menudo aplica para el lugar de trabajo. El Dios que creó la familia y la iglesia también es el Dios que creó el trabajo. Él estableció un orden que trae paz, prosperidad y estabilidad para la iglesia. El mismo orden —o uno bastante similar— puede traer las mismas bendiciones en otros lugares de trabajo.

Lo primero que debe hacer cualquier organización es entender la verdadera naturaleza de Dios y Su creación. Todos los lugares de trabajo necesitan estar cimentados en la “columna y sostén de la verdad” (1Ti 3:15) si quieren ser eficaces. Comenzamos reconociendo la verdad de la creación buena de Dios, la caída de la humanidad, la persistencia de la gracia de Dios en el mundo, la misión de Cristo y la iglesia para redimir al mundo y las personas, y la promesa de la restauración del orden perfecto de Dios. Reconocemos que la redención aparece solamente como un regalo gratuito de Dios, que produce en nosotros el deseo y la habilidad de realizar toda clase de buenas obras. Por lo tanto, hacemos que el mundo sea productivo y atendemos las necesidades de las personas.

Las Epístolas pastorales exponen las implicaciones de esta verdad al organizar la iglesia con un interés particular en el liderazgo y las buenas relaciones. Cada cuestión también aplica para los lugares de trabajo que no son la iglesia, siempre y cuando se respeten las diferencias entre la iglesia y otras organizaciones. Las aplicaciones de las Epístolas pastorales en el trabajo no siempre son directas o evidentes, pero la verdad que se encuentra en estas cartas, cuando se aplica en el trabajo en oración, puede manifestar la forma en la que Dios ordena la realidad y así, traer gloria “a quien ningún hombre ha visto ni puede ver” (1Ti 6:16).