Mandados a descansar: El impacto de la caída

Artículo / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Si el descanso es una fuente de renovación y un medio para una mejor relación con Dios y con las demás personas, ¿por qué la gente no lo practica? La respuesta comienza con la caída de la humanidad.

Entonces [Dios] dijo a Adán: «Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual te ordené, diciendo: “No comerás de él”, maldita será la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y abrojos te producirá, y comerás de las plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás» (Genesis 3:17-19).

La desobediencia de Adán y Eva rompe la íntima comunión que se pretendía que tuvieran con Dios, y se separan de su Creador. El impacto de la rebelión de la humanidad es devastador para todos los aspectos de la creación, incluidos tanto el trabajo como el descanso. La intención original del trabajo era ser una ennoblecedora asociación con Dios, pero a causa del pecado del hombre Dios maldice la tierra, y el trabajo se vuelve difícil y penoso. La intención del descanso era similarmente ser una afirmación ennoblecedora de la comunión íntima de la humanidad con Dios, pero debido al abismo que el pecado crea entre Dios y las personas, el descanso se distorsiona profundamente. Después de la caída, el descanso se vuelve un antídoto necesario para el rigor del trabajo, pero el descanso es evasivo porque la perfecta relación de la humanidad con Dios está rota.

Aquí es importante clarificar que el trabajo como tal no es una maldición; más bien la tierra es maldecida, lo que ocasiona mayor dolor, frustración y dificultad asociados con el trabajo. El trabajo aún es noble y aún trae alegría, pero a causa del pecado también está asediado por escollos y dificultades. La caída hace que el trabajo sea extenuante, y el significado más profundo del descanso establecido en la creación resulta ensombrecido por la necesidad física de descanso de las personas. En un mundo fracturado, las personas descansan meramente para sobrevivir, para recargarse a fin de realizar más trabajo agobiante.

A pesar de la fractura ocasionada en el mundo a causa del pecado humano, el objetivo de Dios es restaurar para su pueblo un santo ritmo de trabajo y descanso. Él hace esto, primero, dándoles a los israelitas mandamientos específicos respecto al trabajo y el descanso. Luego Dios expande el alcance y posibilidad de ambos, descanso y trabajo, mediante la vida y el sacrificio de Jesús.

Dios establece directrices restauradoras en la ley del Antiguo Testamento. Los más conocidos de estos mandatos son los Diez Mandamientos dados a Moisés en el Monte Sinaí después que Israel es liberado de la esclavitud en Egipto. Entre estos Diez Mandamientos, Dios incluye el del descanso:

Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios; no harás en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está contigo. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó (Éxodo 20:8-11).

Dios manda a Israel que honre el sábado y lo consagre, descansando del trabajo que define los otros seis días. Este descanso incluye a toda la familia, sirvientes y animales, de modo que todos puedan «recobrar sus fuerzas» (Éx 23:12). Dios concluye este mandato con un recordatorio de que él también descansó el séptimo día tras los seis días de creación. Es como decir que la observancia de un ritmo de trabajo y descanso mandatado podría restaurar parte de la utópica armonía que los seres humanos han perdido después de la caída.

Dado que la vida fuera del Edén es extremadamente dura para los humanos en su trabajo, Dios también instituye otros ciclos de descanso en el calendario anual de Israel. Hay festivales estacionales y festividades dados por Dios en Levítico 23, incluida la fiesta de la Pascua, una fiesta de la cosecha, un día de expiación, y un día de descanso que lo precede por una semana (hoy conocidos como Yom Kippur y Rosh Hashaná, respectivamente), así como la fiesta de las enramadas (hoy conocida como Sucot). En cada uno de estos festivales Dios manda a los israelitas a detener su trabajo regular y observar un descanso. Dios también manda a los Israelitas a realizar acciones específicas en cada día de festival, lo cual puede servir para ayudar al pueblo a conectarse mejor con Dios. El siguiente es uno de tales ejemplos de un mandato de descansar y realizar un ritual de conexión (en este caso en Rosh Hashaná):

Otra vez el Señor habló a Moisés, diciendo: «Habla a los hijos de Israel y diles: “En el séptimo mes, el primer día del mes, tendréis día de reposo, un memorial al son de trompetas, una santa convocación. No haréis ningún trabajo servil, pero presentaréis una ofrenda encendida al Señor”» (Levítico 23:23-25).

En este festival, Dios manda al pueblo a descansar de sus ocupaciones normales, y más bien realizar acciones que les recuerden que Dios es el proveedor último tanto de su trabajo como de su descanso. En el caso de este festival en particular, se manda a los israelitas a tocar las trompetas y devolverle a Dios algunas de sus ganancias a modo de sacrificio.

Un patrón anual de descanso es relevante incluso desde una perspectiva moderna de los negocios. El juez Louis Brandeis, quien se sentó en la Corte Suprema de Estados Unidos entre 1916 y 1939, una vez se tomó unas breves vacaciones justo antes de iniciar un importante juicio. Recibió críticas por esta decisión, pero Brandeis entregó una convincente defensa: «Necesito descanso. Encuentro que puedo hacer el trabajo de un año en once meses, pero no puedo hacerlo en doce»11. Muchos piensan que sus empleos son demasiado abarcadores para permitirles hacer una pausa durante el año, pero si un alto juez de Estados Unidos puede hacerlo, entonces los demás probablemente también puedan.

Dios también manda a los israelitas a observar patrones de descanso extendido cada siete (Éxodo 23, Levítico 25:1-7) y cada cuarenta y nueve años (Levítico 25:8-55). Puesto que la tierra está maldecida debido a los efectos de la caída, estos periodos extendidos de descanso le otorgan tiempo a la tierra para recuperarse.

En el Antiguo Testamento, estos ciclos de descanso semanal, anual, cada siete y cada cuarenta y nueve años cumplen dos funciones. La primera es darles tanto al pueblo como a la tierra un descanso físico de la dureza y la frustración del trabajo. La segunda razón para estos descansos rítmicos es invitar a las personas a tener comunión con Dios en adoración, satisfaciendo una mayor necesidad que solo la de sus cuerpos físicos. El pueblo de Dios necesita un descanso físico, sí, pero también un descanso espiritual, un descanso de la inestabilidad, ansiedad e inseguridad que causa la amenaza de una invasión enemiga. Dios instituye estos ciclos de descanso de modo que su pueblo pueda apartar tiempo para adorarlo y redescubrir su amor y fidelidad del pacto hacia ellos. Durante este tiempo de adoración, se le recuerda a Israel que Dios mismo es su descanso: «Mi presencia irá contigo, y yo te daré descanso» (Éxodo 33:14). Cuando Israel se vuelve a Dios en confianza y obediencia, esta promesa de descanso se lleva a cabo mediante la protección y bendición divinas. Más tarde Israel logra la victoria sobre sus enemigos en batalla y obtiene la posesión de la Tierra Prometida:

Y el Señor les dio reposo en derredor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres; y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente; el Señor entregó a todos sus enemigos en sus manos. No faltó ni una palabra de las buenas promesas que el Señor había hecho a la casa de Israel; todas se cumplieron (Josué 21:44-45).

A lo largo de la Biblia, hay numerosos ejemplos del descanso que Dios le concede a su pueblo, un descanso que va más allá del simple descanso físico. Dios brinda descanso de la guerra (Josué 11:23, Josué 14:15; 1 Reyes 5:4; 1 Crónicas 22:9; Salmo 46:9-10; Proverbios 1:33; Isaías 14:3), del conflicto social (2 Corintios 13:11, Eclesiastés 10:4; 1 Corintios 1:10; 1 Tesalonicenses 4:11; Hebreos 12:14; Santiago 3:17-18; 1 Pedro 3:8), del temor (Marcos 4:37-38; Mateo 8:24-25; Lucas 8:23-24; Génesis 32:11; Salmos 127:2; Miqueas 4:4; Mateo 6:31; Lucas 12:29), y de la ansiedad (1 Pedro 5:7; Mateo 6:25; Filipenses 4:6). Su presencia provee seguridad (Deuteronomio 33:12; Proverbios 19:23) y paz en medio de la muerte (Deuteronomio 31:16; Job 3:13-17; Apocalipsis 14:13).

Este descanso más profundo se puede describir como un descanso espiritual, un descanso que proviene de estar en comunión con Dios. El estudioso judío Abraham Heschel describe este profundo descanso como menuha. Según Heschel, «menuha vino a la existencia en el sabbat y se puede describir como tranquilidad, serenidad, paz y reposo. Menuha es el estado en el que no hay conflicto ni lucha, ni temor ni desconfianza»12.

Heschel comunica bellamente lo que la humanidad perdió en la caída. Además de los aspectos físicos del descanso, existe una necesidad espiritual que todos los humanos poseen: este anhelo de menuha o la seguridad de que todo está bien. El problema es que muchas personas recurren a todas las cosas equivocadas para que les provean este descanso espiritual profundo, con el resultado de un desasosiego aumentado.

Esta es la situación que hoy asedia a muchos. Tal vez la gente no está consciente de la necesidad del descanso tanto físico como espiritual. El descanso físico sin descanso espiritual no es satisfactorio; tampoco el descanso espiritual sin descanso físico es restaurador. Honrar el sabbat no significa involucrarse en frivolidad que insensibiliza el alma ni es tener una austera comunión con Dios. Consagrar el sabbat significa reconocer que el mundo está deshecho después de la caída y acudir a Dios para que enmiende tanto los cuerpos deshechos como las esperanzas desorientadas.

«The High Calling», audio del discurso de Howard E. Butt, Jr., 1 de enero de 2008.

Abraham Joshua Heschel, The Sabbath (Farrar Straus Giroux, 2005), 23.