Hacer un buen trabajo (1 Corintios 3:10-17)
Pablo usa la metáfora de un edificio en construcción con el fin de presentar una nueva idea: hacer un buen trabajo. Esta idea es tan importante para entender el valor del trabajo que vale la pena incluir el pasaje completo aquí.
Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como sabio arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica sobre él. Pero cada uno tenga cuidado cómo edifica encima. Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo. Ahora bien, si sobre este fundamento alguno edifica con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada; el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno. Si permanece la obra de alguno que ha edificado sobre el fundamento, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; sin embargo, él será salvo, aunque así como por fuego. (1Co 3:10–15)
Esta puede ser la afirmación más directa sobre el valor eterno del trabajo terrenal en toda la Escritura. El trabajo que hacemos en la tierra —en la medida en que lo hacemos conforme a los caminos de Cristo— sobrevive en la eternidad. Pablo está hablando específicamente del trabajo hecho por la comunidad de la iglesia, la cual compara con un templo. Él se compara a sí mismo con un “sabio arquitecto” que ha puesto el fundamento, que es, por supuesto, Cristo mismo. Otros construyen sobre este fundamento y cada uno es responsable de su propio trabajo. Pablo compara el buen trabajo con el oro, la plata y las piedras preciosas, y el mal trabajo con la madera, el heno y la paja. Aunque algunos han intentado asignarle significados específicos a cada uno de estos materiales, es más probable que la diferencia sea simplemente que algunos materiales tienen la habilidad de resistir al pasar por el fuego mientras que otros no.
Pablo no está haciendo ningún juicio acerca de la salvación de algún individuo, porque incluso si el trabajo de alguien falla la prueba, “él [el constructor] será salvo”. Este pasaje no se trata de la relación entre las “buenas obras” de un creyente y su recompensa celestial, aunque con frecuencia se ha visto de esa manera. En cambio, Pablo se interesa por la iglesia como un todo y por la forma en que sus líderes trabajan dentro de ella. Si contribuyen a la unidad de la iglesia, recibirán alabanza, pero si su ministerio resulta en conflicto y división, en realidad están provocando la ira de Dios porque Él protege apasionadamente a Su templo vivo de aquellos que lo quieren destruir (versículos 16–17).
Aunque Pablo está escribiendo acerca del trabajo de construir una comunidad cristiana, sus palabras aplican para toda clase de trabajo. Como hemos visto, Pablo considera que el trabajo cristiano incluye el trabajo que los creyentes realizan bajo la autoridad secular y el que hacen en la iglesia. Sea cual sea nuestro trabajo, será evaluado imparcialmente por Dios. La audiencia judicial final será mejor que cualquier evaluación del desempeño, ya que Dios juzga con una justicia perfecta —a diferencia de los jefes humanos, sin importar lo justos o injustos que puedan ser— y es capaz de tener en cuenta nuestra intención, limitaciones, motivaciones, compasión y Su misericordia. Dios ha llamado a todos los creyentes a trabajar en cualquier circunstancia en la que se encuentren y nos ha dado dones específicos para cumplir ese llamado. Él espera que los usemos responsablemente para Sus propósitos y será quien inspeccione nuestro trabajo. Y en la medida en que nuestro trabajo sea hecho con excelencia, por Sus dones y Su gracia, se convertirá en parte del reino eterno de Dios. Eso debería motivarnos —incluso más que la aprobación de nuestro empleador o nuestro salario— a hacer nuestro trabajo de la mejor manera posible.