El segundo lamento de Job (Job 29-42)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Como se indicó en la introducción, Job 29-42 marca un segundo ciclo de lamentación-discurso-lamentación que recapitula el primero. Por ejemplo, en el capítulo 29, Job rememora los días buenos y nos lleva de nuevo a su escena idílica del capítulo 1. En Job 30, la angustia de Job a causa de que muchos ahora lo rechazan nos recuerda cómo su esposa se distanció de él en el capítulo 2. El lamento de Job en los capítulos 30 y 31 son versiones prolongadas de su lamento en el capítulo 3. Sin embargo, cada fase en el segundo ciclo tiene un nuevo énfasis.

Job cae en la nostalgia y la autojustificación (Job 29-30)

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El segundo lamento de Job (Job 29-42) enfatiza la nostalgia y la autojustificación. Job anhela “los días en que Dios velaba sobre mí” (Job 29:2) y “cuando el favor de Dios estaba sobre mi tienda” (Job 29:4). Él recuerda cuando “en leche se bañaban mis pies, y la roca me derramaba ríos de aceite” (Job 29:6), y rememora que era bien respetado en la comunidad, lo que en el lenguaje del Antiguo Testamento se evidencia más claramente por su “asiento” en la plaza cerca de “la puerta de la ciudad” (Job 29:7). Job era bien recibido por los jóvenes y los ancianos (Job 29:8), y los nobles y los jefes lo trataban con un respeto peculiar (Job 29:10). Él era respetado porque atendía las necesidades de los pobres, huérfanos, viudas, ciegos, cojos, necesitados, extranjeros y los que estaban a punto de morir (Job 29:12-16). Él era el campeón contra los impíos (Job 29:17).

La nostalgia de Job intensifica su sensación de pérdida cuando se da cuenta de que gran parte del respeto que recibía en el trabajo y en la ciudad era superficial. “Por cuanto Él ha aflojado la cuerda de su arco y me ha afligido, se han quitado el freno delante de mí” (Job 30:11). “Y soy para ellos refrán” (Job 30:9). Algunas personas experimentan una sensación de pérdida similar debido a la jubilación, los contratiempos en su trayectoria laboral, la pérdida financiera o cualquier clase de situación que perciban como un fracaso. Podemos cuestionar nuestra identidad y dudar de nuestro valor. Otras personas nos tratan diferente cuando hemos fallado, o peor aún, simplemente permanecen lejos de nosotros (al menos los amigos de Job fueron a verlo). Los que antes eran nuestros amigos hablan cautelosamente, bajan la voz como esperando que nadie los vea cerca de nosotros. Tal vez piensan que el fracaso es una enfermedad contagiosa, o quizá ser vistos cerca de un fracasado los marcará como fracasados. Job se lamenta diciendo, “Me aborrecen y se alejan de mí” (Job 30:10).

Esto no quiere decir que todas las amistades cívicas o las que se dan en los lugares de trabajo son superficiales. Es cierto que algunas personas se convierten en nuestras amigas solo porque nos consideran útiles, y después nos abandonan cuando dejamos de ser provechosos. Lo que realmente duele es la pérdida de las que parecían ser amistades genuinas.

A diferencia de su primer lamento (Job 3), Job sirve una gran porción de autojustificación en esta ronda. “Como manto y turbante era mi derecho” (Job 29:14). “Padre era para los necesitados” (Job 29:16). Job habla con fuerza de su impecable pureza sexual (Job 31:1, 9-10).

Desde el comienzo sabemos que Job no está recibiendo un castigo por alguna falta. Puede que tenga razón con esta apreciación de sí mismo, pero la autojustificación no es ni necesaria ni enternecedora. Es posible que la adversidad no saque lo mejor de nosotros siempre, pero Dios permanece fiel, aunque Job no es capaz de verlo en el momento “porque”, como lo dice más adelante, “el castigo de Dios es terror para mí” (Job 31:23).

Las prácticas éticas de Job aplican para el lugar de trabajo (Job 31)

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En medio del segundo lamento (Job 29-42), Job presenta un tratado relevante acerca del comportamiento ético, lo que de algunas maneras prevé el sermón del monte de Jesús (Mt 5-7). Aunque lo dice para justificar sus propios actos, Job proporciona algunos principios que aplican en muchas áreas de nuestra vida laboral:

  1. Evitar la falsedad y el engaño (Job 31:5).

  2. No permitir que los fines justifiquen los medios, que se expresa como no permitir que el corazón (los principios) se deje engañar por los ojos (el oportunismo) (Job 31:7).

  3. Practicar la generosidad (Job 31:16-23).

  4. No caer en la complacencia durante los tiempos de prosperidad (Job 31:24-28).

  5. No hacer que su éxito dependa del fracaso de otros (Job 31:29).

  6. Reconocer sus errores (Job 31:33).

  7. No intentar conseguir algo sin pagar un precio, sino pagar apropiadamente por los recursos que consume (Job 31:38-40).

Este pasaje es particularmente interesante en cuanto a la forma en la que Job trata a sus empleados:

“Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva cuando presentaron queja contra mí, ¿qué haré cuando Dios se levante? Y cuando Él me pida cuentas, ¿qué le responderé? ¿Acaso Aquél que me hizo a mí en el seno materno, no lo hizo también a él? ¿No fue uno mismo el que nos formó en la matriz?” (Job 31:13-15)

Un empleador piadoso tratará a sus empleados con respeto y dignidad. Esto es evidente de forma especial en la seriedad con la que Job recibe las quejas de sus criados, principalmente aquellas acerca de la forma en la que él mismo los trata. Job señala correctamente que aquellos en el poder tendrán que defender delante de Dios la forma en la que tratan a sus subordinados. “¿Qué haré cuando Dios se levante? Y cuando Él me pida cuentas, ¿qué le responderé? (Job 31:14). Dios les preguntará a los subordinados acerca de la forma en la que sus superiores los trataban. Los superiores serían sabios en hacerles la misma pregunta a sus subordinados mientras es posible remediar sus errores. La marca de los seguidores verdaderos y humildes de Dios es que reconocen que se pueden equivocar, lo que se evidencia sobre todo en su disponibilidad para tratar con todas las quejas justificadas. Se necesita sabiduría para discernir cuáles quejas merecen atención en realidad. Aun así, la meta principal es cultivar un ambiente en el que los subordinados sepan que los superiores van a considerar las reclamaciones sensatas y racionales. Aunque Job habla de sí mismo y sus criados, su principio aplica para cualquier situación de autoridad: oficiales y soldados, empleados y empleadores, padres e hijos (criar hijos también es un trabajo), líderes y seguidores.

En nuestra época se han visto grandes luchas por la igualdad en el lugar de trabajo con respecto a la raza, religión, nacionalidad, sexo, clase social y otros factores. El libro de Job se adelanta cientos de años a estas luchas. Job va más allá de la simple igualdad formal de las categorías demográficas y considera que la dignidad de todas las personas en su casa es idéntica. Seremos como Job cuando tratemos a cada persona con toda la dignidad y el respeto que se le debe a un hijo de Dios, independientemente de nuestros sentimientos personales o del sacrificio que se requiera.

Por supuesto, esta verdad no impide que los jefes cristianos establezcan y exijan estándares altos en el lugar de trabajo. Sin embargo, sí requiere que los valores de cualquier relación laboral se caractericen por el respeto y la dignidad, especialmente por parte de las autoridades.