El trabajo bendice a toda la sociedad (Jeremías 29)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

En Jeremías 29, el profeta destaca que la intención de Dios es que el trabajo de Su pueblo bendiga y sirva a las comunidades circundantes y no solo al pueblo de Israel.

Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, a todos los desterrados que envié al destierro de Jerusalén a Babilonia: “Edificad casas y habitadlas, plantad huertos y comed su fruto”. “Tomad mujeres y engendrad hijos e hijas… multiplicaos allí y no disminuyáis”. “Y buscad el bienestar de la ciudad adonde os he desterrado, y rogad al Señor por ella; porque en su bienestar tendréis bienestar”. (Jer 29:4–7)

Este tema ya se encontraba en los capítulos anteriores, como en el mandato de Dios de no oprimir a los extranjeros que vivían dentro de los límites de Judá (Jer 7:6; 22:3). Además, es una parte del pacto que Jeremías le seguía recordando a Judá. “Abraham llegará a ser una nación grande y poderosa, y en él serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gn 18:18). No obstante, los falsos profetas en el exilio les aseguraban a los judíos exiliados que el favor de Dios siempre estaría con Israel, excluyendo a sus vecinos. Babilonia caería, Jerusalén sería salvada y las personas pronto regresarían a casa. Jeremías intentó contrarrestar esa falsa declaración con la verdadera palabra de Dios para ellos: ustedes estarán en el exilio en Babilonia por setenta años (Jer 29:10).[1]

Babilonia sería el único hogar de esta generación. Dios llamó al pueblo a trabajar esa tierra diligentemente: “edificad casas… plantad huertos y comed su fruto”. Los judíos debían salir adelante allí como el pueblo de Dios, aunque estuvieran en un lugar de castigo y penitencia para ellos. Además, el éxito de los judíos en Babilonia estaba ligado con el éxito de Babilonia. “Rogad al Señor por ella [la ciudad]; porque en su bienestar tendréis bienestar” (Jer 29:7). Este llamado a la responsabilidad civil dos mil seiscientos años atrás sigue siendo válido en la actualidad. Estamos llamados a trabajar para que prospere toda la comunidad, no solamente nuestros propios intereses. Igual que los judíos en la época de Jeremías, estamos lejos de ser perfectos. Incluso puede que estemos sufriendo por causa de nuestra propia falta de fidelidad y corrupción. Sin embargo, estamos llamados y somos provistos para ser una bendición para las comunidades en las que vivimos y trabajamos.

Dios llamó a Su pueblo a que usen sus múltiples habilidades laborales para servir a la comunidad circundante. “Y buscad el bienestar de la ciudad adonde os he desterrado” (Jer 29:7). Podría discutirse que este pasaje en realidad no prueba que Dios se interesa en los babilonios. Él simplemente sabe que como prisioneros allí, los israelitas no pueden prosperar a menos que sus captores también lo hagan. Pero como hemos visto, preocuparse por aquellos que no hacen parte del pueblo de Dios es un elemento inherente del pacto y aparece en la enseñanza anterior de Jeremías. Los constructores de casas, jardineros, campesinos y trabajadores de toda clase fueron llamados de forma explícita a trabajar por el bien de toda la sociedad en Jeremías 29. La provisión de Dios es tan grandiosa que incluso cuando las casas de Su pueblo son destruidas, las familias deportadas, las tierras confiscadas, los derechos vulnerados y la paz destruida, tendrán suficiente para que ellos mismos prosperen y para bendecir a otros. Esto será posible solamente si dependen de Dios; de ahí la exhortación a orar en Jeremías 29:7. A la luz de Jeremías 29, es difícil leer 1 de Corintios 12 al 14 y los otros pasajes sobre los dones en el Nuevo Testamento como algo que aplica solo para la iglesia o los cristianos. (Para una discusión acerca de este punto, ver “1 de Corintios” en el Comentario Bíblico de la Teología del Trabajo). Dios llama y capacita a Su pueblo para servir a todo el mundo.

Tenga en cuenta que este verso a menudo citado es sobre un pueblo en el exilio debido a su pecado; el futuro y la esperanza prometida no llegarán hasta que los setenta años de exilio hayan purgado a los sobrevivientes del pecado que los llevó allí. Es solo al final de los setenta años que la gente estará lista para buscar a Dios:  Me buscaréis y me encontraréis, cuando me busquéis de todo corazón. “Me dejaré hallar de vosotros” —declara el Señor— “y restauraré vuestro bienestar y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os expulsé” —declara el Señor— “y os traeré de nuevo al lugar de donde os envié al destierro” (29:13-14).

La presencia de Dios en todas partes (Jeremías 29)

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Esta no es una sorpresa, por supuesto, porque “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella; el mundo y los que en él habitan” (Sal 24:1). La presencia de Dios no se encuentra solamente en Jerusalén o en Judá, sino incluso en la ciudad capital del enemigo. Podemos ser una bendición en cualquier lugar en donde estemos porque Dios está con nosotros en donde sea que estamos. Allí en el corazón de Babilonia, el pueblo de Dios estaba llamado a trabajar como si estuvieran en la presencia de Dios. Es difícil para nosotros hoy día entender lo impactante que esto sería para los exiliados, quienes hasta ese momento pensaban que Dios estaba presente completamente solo en el templo en Jerusalén. Ahora se les decía que debían vivir en la presencia de Dios sin el templo y lejos de Jerusalén.

El sentimiento del exilio es conocido por muchos cristianos que trabajan. Estamos acostumbrados a encontrar la presencia de Dios en la iglesia, entre Sus seguidores. Sin embargo en el trabajo, junto a creyentes y no creyentes, puede que no esperemos encontrar la presencia de Dios. Esto no significa que estas instituciones son necesariamente carentes de ética u hostiles para los cristianos, sino que simplemente entre sus planes no se incluye trabajar en la presencia de Dios. No obstante, Dios está presente, siempre buscando revelarse a aquellos que lo reconozcan allí. Al establecerse en la tierra: plantar jardines y comer lo que produzcan, trabajar y llevar a casa el salario. Dios está allí con usted.[1]

Incluso hoy en día muchos cristianos no pueden imaginar que Dios está cerca y lejos. Como seres humanos limitados al tiempo y al espacio, pensamos en Dios en términos de distancia con respecto a nosotros. Es difícil para muchos creer que Dios está realmente cerca.

Bendición para todos los pueblos (Jeremías 29)

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Aquí encontramos una noción ampliada del bien común. Orar por Babilonia porque el propósito de Israel es ser una bendición para toda la humanidad, no solo para sí mismo: “en ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Gn 12:3). En la derrota absoluta llega el tiempo en que son llamados a bendecir incluso a sus enemigos. Esta bendición incluía la prosperidad material, como lo aclara Jeremías 29:7. Qué irónico que en los capítulos 1 al 25, Dios privara a Judá de Su paz y prosperidad debido a la falta de fidelidad; pero en el capítulo 29, Dios quisiera bendecir a Babilonia con paz y prosperidad incluso ante la falta de fe de los babilonios en el Dios de Judá. ¿Por qué? Porque el objetivo verdadero de Israel era ser una bendición para todas las naciones.

De inmediato, esto pone en duda cualquier plan diseñado para el beneficio particular de los cristianos. Como parte de nuestro testimonio, los cristianos somos llamados a competir eficazmente en el mercado. No podemos dirigir negocios mediocres esperando que Dios nos bendiga al tiempo que rendimos por debajo de lo esperado. Los cristianos debemos competir con excelencia en igualdad de condiciones si vamos a bendecir al mundo. Cualquier organización comercial, relación privilegiada con proveedores, preferencia en la contratación, ventaja de impuestos o regulaciones u otro sistema diseñado para beneficiar solo a los cristianos no es una bendición para la ciudad. Durante las hambrunas en Irlanda a mediados del siglo XIX, muchas iglesias anglicanas proveían alimento solo para las personas que se convertían del catolicismo romano al protestantismo. La mala voluntad que esto produjo todavía retumba ciento cincuenta años después y este fue simplemente un acto de interés propio de una secta cristiana en contra de otra. Imagine el daño mucho mayor causado por los cristianos que discriminan a los no creyentes, lo cual llena las páginas de la historia desde la antigüedad hasta el día de hoy.

El trabajo de los cristianos en su fidelidad a Dios tiene el propósito de beneficiar a todos, comenzando con aquellos que no hacen parte del pueblo de Dios y extendiéndose a través de ellos al mismo pueblo de Dios. Este es tal vez el principio económico más profundo en Jeremías: que trabajar para el bien de otros es la única forma confiable de trabajar para nuestro propio bien. Los líderes exitosos de negocios entienden que el desarrollo de producto, el mercadeo, las ventas y la atención al cliente son efectivos cuando ponen primero al cliente. Aquí, seguramente, es una mejor práctica que ser reconocido por todos los trabajadores, sean o no seguidores de Cristo.