Introducción a 1 y 2 Tesalonicenses

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

“Nosotros trabajamos duro para que usted no tenga que hacerlo”. Esta es la frase publicitaria de un limpiador de baños moderno,[1] pero —con un pequeño ajuste— podría haber sido el slogan de algunos cristianos en la ciudad antigua de Tesalónica. “Jesús trabajó duro para que yo no tenga que trabajar”. Muchos creían que la nueva vida que Jesús ofrecía era una razón para dejar su antigua forma de vivir, lo que incluía el trabajo duro, y por eso dejaron sus ocupaciones. Como veremos, es difícil saber exactamente por qué algunos tesalonicenses no estaban trabajando. Tal vez pensaban erróneamente que la promesa de la vida eterna significaba que esta vida ya no era importante. Sin embargo, estas personas desocupadas estaban viviendo de la generosidad de los miembros más responsables de la iglesia. Estaban consumiendo los recursos destinados para suplir las necesidades de los que en verdad no podían sustentarse a sí mismos y, además, se estaban volviendo problemáticos y contenciosos.

En su carta a los tesalonicenses, Pablo se niega a aceptar esta situación. Deja claro que los cristianos necesitan continuar en sus labores, porque la manera de Cristo no es la holgazanería, sino el servicio y la excelencia en el trabajo.

Tesalónica y su iglesia

Tesalónica era la capital de la provincia romana de Macedonia y un puerto marítimo grande en el Mediterráneo, con una población de más de 100.000.[2] No solo tenía un puerto natural, sino que también estaba ubicada en las rutas comerciales más importantes del norte-sur y en el camino ignaciano, la ruta que unía a Italia con las provincias del este. Las personas llegaban desde pueblos cercanos a esta gran ciudad, la cual era un centro bullicioso de comercio y filosofía. Los recursos naturales de Tesalónica incluían la madera, el grano, las frutas continentales, el oro y la plata (aunque no se sabe con seguridad si las minas de oro y plata funcionaban en el primer siglo después de Cristo). Tesalónica también estaba particularmente a favor de Roma y tenía su propio gobierno, además disfrutaba del estatus de ciudad libre. Como sus ciudadanos eran ciudadanos romanos, estaba exenta de pagarle tributo a Roma.[3]

La iglesia en Tesalónica fue fundada por Pablo y sus compañeros Timoteo y Silas durante el segundo viaje misionero en el año 50 d. C. Dios trabajó poderosamente por medio de los misioneros y muchos se volvieron cristianos. Algunos judíos creyeron (Hch 17:4), pero la mayoría de la iglesia era gentil (1Ts 1:9–10). Aunque tenía algunos miembros relativamente adinerados —como Jasón, Aristarco y algunas de “las mujeres principales” (Hch 17:4, 6–7; 20:4)—, parece que la conformaban en gran medida trabajadores manuales (1Ts 4:11) y probablemente algunos esclavos. En 2 Corintios, Pablo afirma que las “iglesias de Macedonia” se caracterizaban por una “profunda pobreza” (2Co 8:2) y la iglesia en Tesalónica habría sido una de ellas.

Las situaciones específicas que llevaron a que Pablo escribiera estas dos cartas[4] se han debatido bastante. Para nuestros propósitos, es suficiente decir que Pablo quería animar a los creyentes que estaban tratando de vivir vidas cristianas fieles en un lugar pagano y hostil. Además de las luchas comunes en contra de cosas como la idolatría y la inmoralidad sexual, también estaban confundidos respecto a los últimos tiempos, el papel del trabajo diario, y la vida de fe.

Tomado de un comercial de televisión estadounidense para un producto de limpieza de baños de una marca llamada “Scrubbing Bubbles”.

Rainer Riesner, Die Frühzeit des Apostels Paulus: Stüdien zur Chronologie, Missionsstrategie, und Theologie, en Wissenschaftliche Untersuchungen zum Neuen Testament (Tübingen: Mohr, 1994), 301.

Para más información sobre Tesalónica, ver Gene L. Green, The Letters to the Thessalonians [Las cartas a los tesalonicenses] (Grand Rapids: Eerdmans, 2002), 1–47.

Aquí se acepta la autoría de Pablo de 2 Tesalonicenses (2Ts 1:1; 3:17), aunque es una cuestión que se ha debatido ampliamente, como se estudia en los comentarios de propósito general. (En comparación, la autoría de Pablo de 1 Tesalonicenses no se discute tan considerablemente). En cualquier caso, el interrogante de la autoría tiene poco o nada de importancia en la contribución de cualquier carta para entender el trabajo desde la perspectiva cristiana.