Ritmos de trabajo, descanso y adoración (Marcos 1-4; 6; 13)

Comentario Bíblico / Producido por el Proyecto de la Teología del trabajo

Los primero días del movimiento (Marcos 1:21-45)

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Durante el Sabbath, el día de reposo, ocurre una serie considerable de sucesos (Mr 1:21–34), algunos de los cuales acontecen en la sinagoga (Mr 1:21–28). Es importante notar que la rutina semanal de trabajo, descanso y adoración está integrada en la vida de Jesús y que Él no la ignora ni la desecha. En nuestra época, en donde dicha práctica se ha visto bastante reducida, es importante recordar que Jesús ratificó este ritmo semanal. Por supuesto, también es importante notar que Jesús hizo Su trabajo de hablar la verdad y sanar ese día, lo cual le causaría conflictos con los fariseos más adelante. Esto también resalta que el Sabbath no es solo un día de descanso del trabajo, sino un día de amor y misericordia activos.[1] 

Así como hay un ritmo semanal, también hay un ritmo diario. Luego del Sabbath, Jesús se levantó a orar mientras “todavía estaba oscuro” (Mr 1:35). Su primera prioridad del día es relacionarse con Dios. El énfasis en la soledad de Jesús durante Su tiempo de oración es importante, ya que resalta que esta oración no es un espectáculo público, sino un tema de comunión personal.

La oración diaria parece ser una práctica extremadamente difícil para muchos trabajadores cristianos. Entre las responsabilidades familiares de la mañana, el largo recorrido al trabajo, las primeras horas laborales, el deseo de avanzar en las responsabilidades del día y las altas horas de la noche que son necesarias para cumplir el trabajo de la jornada (o para el entretenimiento), parece casi imposible establecer una rutina consistente de oración en la mañana. Y más tarde en el día es todavía más difícil. Marcos no juzga a quienes no oran o no pueden orar a diario por el trabajo que deben hacer, pero sí muestra a Jesús —más ocupado que cualquiera de los que lo rodeaban— orando por el trabajo y las personas que Dios ponía en Su camino cada día. En medio de las presiones de la vida laboral, la oración diaria puede parecer un lujo personal que no nos podemos dar. Sin embargo, Jesús no concebía la idea de ir a trabajar sin orar, así como muchos de nosotros no nos imaginamos ir al trabajo sin zapatos.

Apartar un tiempo fijo para la oración es bueno, pero no es la única forma de orar. También podemos orar durante el día laboral. Una práctica útil para muchos es orar brevemente en diferentes momentos a lo largo del día. “Los devocionales diarios para individuos y familias”, que se encuentran en el Libro de Oración Común, proporcionan estructuras breves de oraciones para la mañana, el mediodía, la tarde y la noche, teniendo en cuenta los ritmos de la vida y el trabajo durante la jornada. Algunos ejemplos más breves incluyen oraciones de una o dos frases para pasar de una tarea a otra, orar con los ojos abiertos, dar gracias en silencio o en voz alta antes de las comidas, mantener un objeto o un versículo de la Escritura en un bolsillo como recordatorio para orar y muchos otros. Entre los libros que ayudan a establecer un ritmo de oración diaria están Finding God in the Fast Lane [Un encuentro con Dios en la vía rápida] de Joyce Huggett[2] y The Spirit of the Disciplines [El espíritu de las disciplinas] de Dallas Willard.[3].

David Shepherd, Seeking Sabbath: A Personal Journey [En busca del Sabbath: una travesía personal] (Oxford: Bible Reading Fellowship, 2007) presenta una perspectiva útil que invita a la reflexión sobre la importancia del Sabbath en el mundo contemporáneo, por lo cual se recomienda bastante como lectura adicional.

Joyce Huggett, Finding God in the Fast Lane [Un encuentro con Dios en la vía rápida] (Suffolk, UK: Kevin Mayhew, 2004).

Dallas Willard, The Spirit of the Disciplines: Understanding How God Changes Lives [El espíritu de las disciplinas: entendiendo la forma en que Dios cambia vidas] (San Francisco: Harper and Row, 1988).

El Señor del Sabbath (Marcos 2:23-3:6)

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Como ya mencionamos en nuestro análisis sobre Marcos 1:21–34, el Sabbath está integrado en el ritmo semanal de la vida de Jesús. El conflicto que se da entre Él y los fariseos no se trata de si se debe guardar el Sabbath o no, sino cómo hacerlo. Para los fariseos, el Sabbath estaba definido principalmente en términos negativos y por tanto, la cuestión era, ¿qué es lo que prohíbe el mandamiento de no trabajar (Éx 20:8–11; Dt 5:12–15)?[1]  Para ellos, hasta el acto casual de los discípulos de recoger grano constituye un tipo de trabajo y por eso, ignora la prohibición. Es interesante que describen esta acción como algo que “no es lícito” (Mr 2:24), a pesar de que en la Torá no se encuentra una aplicación tan específica como esta del cuarto mandamiento. Consideran que su interpretación de la ley es fiable y vinculante y no conciben que puedan estar equivocados. El acto de Jesús de sanar (Mr 3:1–6) es aún más cuestionable para ellos y es el factor clave que lleva a los fariseos a organizar el complot en contra de Él.

A diferencia de los fariseos, Jesús ve el Sabbath de forma positiva. El día de libertad del trabajo es un regalo por el bien de la humanidad: “El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo” (Mr 2:27). Además, el Sabbath ofrece oportunidades para poner en práctica la compasión y el amor. Tal perspectiva del día de reposo tiene un profundo antecedente profético. Isaías 58 relaciona el Sabbath con la compasión y la justicia social en el servicio a Dios, culminando con una descripción de la bendición de Dios para aquellos que llaman “al día de reposo delicia” (Is 58:13–14). La yuxtaposición de la compasión, la justicia y el Sabbath indica que el Sabbath se usa más plenamente como un día de adoración cuando se acompaña de expresiones de compasión y justicia. Después de todo, el Sabbath mismo es una rememoración de la justicia y la compasión de Dios al liberar a Israel de la esclavitud en Egipto (Dt 5:15).

El primer relato acerca del Sabbath (Mr 2:23–28) se desencadena por la acción de los discípulos de arrancar espigas.[2] Aunque Mateo agrega que tenían hambre y Lucas menciona que restriegan las espigas entre las manos antes de comerlas, Marcos describe la acción simplemente como arrancar espigas, lo que transmite su carácter casual. Es probable que los discípulos estuvieran distraídos al arrancar y frotar las espigas. La defensa de Jesús cuando los fariseos lo cuestionan parece un poco extraña al comienzo, ya que es una historia acerca del templo, no del Sabbath.

“¿Nunca habéis leído lo que David hizo cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y sus compañeros, cómo entró en la casa de Dios en tiempos de Abiatar, el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados que no es lícito a nadie comer, sino a los sacerdotes, y dio también a los que estaban con él?” (Mr 2:25–26)

Los eruditos tienen opiniones divididas en cuanto a cómo —o incluso si— funciona el argumento de Jesús según los principios de la exégesis y argumentación judía.[3] La clave es reconocer el concepto de “santidad”. Tanto el Sabbath como el templo (y lo que contiene) se describen como “santos” en la Escritura.[4] El Sabbath es un tiempo sagrado, el templo es un espacio sagrado, pero las lecciones que se pueden determinar a partir de la santidad de uno se pueden transferir al otro.

La idea que Jesús quiere transmitir es que la santidad del templo no imposibilita su participación en actos de compasión y justicia. Los espacios sagrados de la tierra no son albergues de santidad en contra del mundo, sino lugares de la presencia de Dios a favor del mundo, para Su sustento y restauración de mundo. Un lugar apartado para Dios es en esencia un lugar de justicia y compasión. “El día de reposo [y por consiguiente, el templo] se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo” (Mr 2:27). La versión de Mateo de este relato incluye el detalle, “Misericordia quiero y no sacrificio”, citado de Oseas 6:6 (Mt 12:7). Esto hace explícita esta cuestión, la cual vemos con menos énfasis en Marcos.

La misma idea emerge en la segunda controversia causada por el Sabbath, cuando Jesús sana a un hombre en una sinagoga en este día (Mr 3:1–6). La pregunta clave que Jesús hace es, “¿Es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal, salvar una vida o matar?” El silencio de los fariseos al escuchar esta pregunta es una confirmación de que el Sabbath se honra haciendo el bien, al salvar una vida.

¿Cómo aplica esto en nuestro trabajo en la actualidad? El principio del Sabbath es que debemos consagrar una porción de nuestro tiempo y mantenerlo libre de las demandas del trabajo, permitiendo que tenga un carácter particular de adoración. Esto no quiere decir que el Sabbath es el único tiempo de adoración ni que el trabajo no pueda ser una forma de adoración en sí mismo. Sin embargo, el principio del Sabbath nos da tiempo para concentrarnos en Dios de una manera diferente a lo que permite la semana de trabajo, y para disfrutar Su bendición de una forma distinta. También, es importante que nos da espacio para permitir que nuestra adoración a Dios se manifieste por medio de la compasión, el cuidado y el amor por los demás. Nuestra adoración en el Sabbath condimenta nuestro trabajo durante la semana.

Al reconocer que no existe una sola perspectiva cristiana acerca del Sabbath, la Teología del Trabajo explora un punto de vista algo diferente en la sección “El Sabbath y el trabajo” en el capítulo “Lucas y el trabajo”.

Las tradiciones rabínicas sobre este aspecto son generalizadas. Para mayor claridad, ver m. Sabb. 7:2 y m. Besah 5:2.

Lutz Doering, “Sabbath Laws in the New Testament Gospels” [Las leyes de Sabbath en los Evangelios del Nuevo Testamento], en The New Testament and Rabbinic Literature [El Nuevo Testamento y la literatura rabínica], ed. F. García Martínez y P. J. Tomson (Leiden: Brill, 2009), 208–20.

Robert A. Guelich, Mark 1-8:26 (Dallas: Word, 1989), 121-130.

En Éxodo 31:14–15, el Sabbath se presenta como un día sagrado, retomando el mandato del Decálogo de “santificarlo” (Éx 20:8), reconociendo que Dios mismo lo “santificó” (Éx 20:11). Esta noción de santidad relaciona el Sabbath con el templo, el cual se entiende que es particularmente “santo” (ver, por ejemplo, Sal 5:7 o Sal 11:4) y por supuesto, contiene el “Lugar Santísimo”.

Jesús el constructor (Marcos 6:1-6)

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Un incidente en el pueblo natal de Jesús proporciona una idea inusual acerca de Su trabajo antes de convertirse en predicador itinerante. El contexto es que en el pueblo natal de Jesús, Sus amigos y conocidos no pueden creer que este chico de pueblo se haya convertido en un gran maestro y profeta. En medio de sus quejas dicen, “¿cuál es esta sabiduría que le ha sido dada, y estos milagros que hace con Sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿No están Sus hermanas aquí con nosotros? (Mr 6:2–3). Este es el único pasaje de la Biblia que indica directamente cuál era el oficio de Jesús. (En Mateo 13:55, Jesús es llamado “el hijo del carpintero” y Lucas y Juan no mencionan Su profesión). La palabra griega (tekton) se refiere a un constructor o artesano en cualquier clase de material,[1]lo que en Palestina sería por lo general en piedra o ladrillo. La traducción a “carpenter” (“carpintero”) en el caso del inglés, puede reflejar que en Londres, la madera era el material de construcción más común en la época en que se realizaron las primeras traducciones. 

De cualquier manera, varias de las parábolas de Jesús se presentan en lugares de construcción. ¿Cuánto de la experiencia personal de Jesús puede verse reflejada en estas parábolas? ¿Él ayudó a construir una cerca, trabajó con una prensa de vino o construyó una torre en una viña y fue testigo de las relaciones defectuosas entre el dueño del terreno y los arrendatarios (Mr 12:1–12)? ¿Alguno de Sus clientes se habrá quedado sin dinero cuando construía una torre y quedó endeudado con Jesús (Lc 14:28–30)? ¿Recordó las enseñanzas de José sobre cavar los cimientos hasta la roca sólida para que el edificio pudiera soportar el viento y las inundaciones (Mt 7:24–27)? ¿Alguna vez habrá contratado asistentes y tuvo que enfrentar malos comentarios acerca del sueldo (Mt 20:1–16) y la jerarquía (Mr 9:33–37)? ¿Alguna vez lo habrá sorprendido un mayordomo pidiéndole que se uniera a una conspiración para estafar al dueño (Lc 16:1–16)? En pocas palabras, ¿qué porcentaje de la sabiduría de las parábolas de Jesús se desarrolló a través de Su experiencia como trabajador en la economía del primer siglo? Al menos, recordar la experiencia de Jesús como constructor nos puede ayudar a ver las parábolas bajo una luz más real.

Ken M. Campbell, “What was Jesus’ Occupation?” [¿Cuál era la profesión de Jesús?] Journal of the Evangelical Theological Society [Revista de la sociedad teológica evangélica] 48, nº 3 (Septiembre del 2005): 501–19.

Las parábolas en el trabajo (Marcos 4:26-29 y 13:32-37)

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Marcos contiene solo dos parábolas que no se encuentran en los demás Evangelios. Ambas son breves y tratan acerca del trabajo.

La primera de estas parábolas, en Marcos 4:26–29, compara el reino de Dios con una semilla que brota y crece. Tiene similitudes con la famosa parábola de la semilla de mostaza, que sigue inmediatamente después, y a la parábola del sembrador (Mr 4:1–8). Aunque la parábola ocurre en un lugar de trabajo agrícola, el rol del campesino se minimiza deliberadamente. La semilla crece y “él no lo sabe” (Mr 4:27). En cambio, el énfasis se encuentra en la forma en que el inexplicable poder de Dios produce el crecimiento del reino. Sin embargo, el campesino “se levanta, de noche y de día” para cultivar el campo (Mr 4:26) y mete la hoz (Mr 4:29) para recoger la cosecha. El milagro de Dios se les concede a aquellos que hacen el trabajo que se les encarga.

La segunda parábola que solo se encuentra en este libro está en Marcos 13:32–37 e ilustra la necesidad de que los discípulos de Jesús esperen Su segunda venida. Curiosamente, Jesús dice, “Es como un hombre que se fue de viaje, y al salir de su casa dejó a sus siervos encargados, asignándole a cada uno su tarea, y ordenó al portero que estuviera alerta” (Mr 13:34). Mientras que está lejos, todos los siervos deben seguir haciendo el trabajo que les asignó. El reino no es como un amo que se va a un país lejano y promete llamar eventualmente a sus siervos para que vayan a donde él está. No, el Amo regresará y les da a sus siervos el trabajo de hacer crecer y mantener la casa para Su futuro regreso.

Ambas parábolas dan por sentado que los discípulos de Jesús son trabajadores diligentes, sea cual sea su ocupación. No discutiremos las otras parábolas aquí, sino que nos referiremos a las exploraciones exhaustivas en “Mateo y el trabajo” y “Lucas y el trabajo”.